lunes, 12 de octubre de 2009

Poemas de Jorge



Llanto de tarde


papá camina, afuera

en el barro del patio

con pasos ya marcados,

tan encerrado en su chapoteo

que no escuchó

el accionar del pestillo,

que yo
no quiero que entre más,

que me deje acá

sólo con vos, esta tarde

en medio del goteo,

y justo justo
estalla el falso ding dong


y se hace la hora

y ni siquiera me hiciste la

merienda y llega la

doctora de aires nacarados

y vestidos deshilachados
para remendar, pero ni ella se salva
del chapoteo en la puerta

que la iguala oh justo a

nuestro viejo mendigo
mojado,


y no

les abras, no


quedate acá conmigo,

que el afuera se haga enemigo

yo sólo quiero
un poco de caramelo

en unas tostadas recién hechas

dejando todo, no escuchando

los golpes en las puertas

de ese hombre y esa mujer

clamándote

de tan lejos, tan cerca

de perderte estuve siempre

que se acabó mi tiempo

de exposición, y no debés

dejar a papá tanto tiempo

en remojo,


silencioso ahora,

espero

el golpe, el insulto logrado,

que me permita el llanto

en lágrimas de lentejuela,

hilos y un dedal.




Altar


Un cirio a mis pies
sobre ladrillos rojos, calientes,
renueva la veneración
al falso milagro;
siempre es mejor
desear el calor de la luna

"Vos sos la sangre
que cae de mis dedos,
el lecho de mis naufragios
que arregla las canillas del baño"


Ignoro la tormenta

mientras subo a tu cielo,
y grito entre truenos,

mi profundo No.




Las manos


no creo que esté bien espiarte

justo a vos

con tus conjuros de costurera

y aguja guardiana que responde

al comando de tu voz


no

no creo que esté bien

mirar por la cerradura a la doctora

que se prueba el vestido ese

que tanto te llevó


por eso abro la puerta

y las encuentro a las dos

tu mirada en una puntada

y ella reflejada

en un espejo que le miente

y le permite ignorarme y


nadie me ve


pero no puedo dejar de mirarte las manos

y eso me delata

mi devoción en mi contra pero

esta vez no me echás


entonces ahí me quedo, ahí parado

ante mis dos gigantes

sólo recibiendo la luz

de la ventana del comedor


la doctora, inmóvil y pálida

con sólo un gesto en la mano

te indica acá o allá

se transforma de a poco en ave

por tu intervención


y vos sin nada en este barrio

al que te trajeron

hace tanto ya

desde esa bota lejana

llena de recuerdos sin salvación


y ocurre un trac

trac trac

un corte allá y

un disparo certero en un ojal

se sube el ruedo y

no sos más mi madre

sos la que creó

la que se hace más grande

la maga sin diploma ni medalla

y la doctora agita sus nuevas alas

se eleva y

vuela por el cielo dorado


no


ella sólo se saca el vestido

que termina en una bolsa bajo el brazo

se lo lleva, me despeina, se va y

no lo ves más

se va a iluminar alguna fiesta

donde vos no estás


las manos quedan vacías

con unos pocos pesos.


___________________________________________________



Hace falta, para escuchar el íntimo latido de estas poesías de JD, hacer un poco de silencio. Shh, silencio.
En cuanto nos concentramos podemos sentir muy muy cerca un surcido de impecables costuras. Podemos sentir el perverso placer de dejar afuera lo indeseable, de espiar lo secreto -y deseable-; tejido como un remiendo de algo que fue, belleza entonces de los parches.
Estos poemas han devenido aves en virtud de su cuidada intervención. Son el signo de unas innegables manos de costurero. Aves, en definitiva, que vuelan alto y gritan bien arriba -dónde importa- su profundo NO.

pefoglia

viernes, 9 de octubre de 2009

Presentación


no les vamos a mentir, esto no es apto todo público

aquí la casa se reserva el derecho de admisión: sólo se aceptan niños.

no hablamos de almanaques, sólo de la forma de sus corazones.

nuestro juego es la palabra

y cada tanto, muy de vez en cuando, ganamos y nos salen poesías

y cuando no, sólo somos traficantes de papeles blancos

con mucho por decir, y tanto por callar

con semillas por repartir, en los bordes fértiles de nuestras manos

y sepan amigos, que para ustedes también hay hojas claras...