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viernes, 17 de diciembre de 2010

"Esto no puede seguir así", presentación en Biblioteca Córdoba.



En directo desde Córdoba capital.

Ayer, jueves 16, en la Biblioteca Córdoba , se presentó el libro Esto no puede seguir así , ganador del premio de poesía provincia de Córdoba 2009, de Osvaldo Bossi. Reproducimos a continuación el texto escrito por Pablo Natale para la ocasión.




La guerrilla de los coyotes enamorados


Éramos cowboys de la impermanencia
Más rápidos que nuestra propia sombra
Ahora me ves. Ahora no me ves
”.
(LeRoy S. Davis)


* Recuerdo un atardecer de Enero en Salta. Habíamos ido con varios amigos de “gira poética” por el norte, algo que a priori sonaba dudosamente exitoso. Recuerdo que llegamos al bar donde íbamos a leer y era enorme, había sillas y mesas y olor de madera, un entrepiso con sillones, una pantalla enorme donde pasaban videos de los noventa. Se hacía de noche, estábamos en plena peatonal salteña, cercados por paseantes y turistas. Recuerdo que Osvaldo Bossi estaba sentado afuera del bar, que me acerqué a él, recuerdo que hablamos un poco, como dos desconocidos que tienen algo en común y que de pronto, surgida de la nada, parecida a una profecía o un recuerdo, surgió esa frase: “uno escribe en el desierto”. Como dije, estábamos en pleno verano salteño, por entrar a un bar enorme a leer, había paseantes, y nosotros dos ahí afuera, y luego viajaríamos todos a leer a un bar en Purmamarca y luego algunos seguirían viaje y otros no. Como se ve, nada parecido al desierto. Sin embargo, aquella frase me persigue desde entonces. Una frase increíblemente irreal, artificiosa, una frase en coma, soñando, lejos de mí, sumergida en su propia vida. Es desde ese magnífico enero norteño que conozco a Osvaldo Bossi: pero no es eso lo que importa ahora, sino su último libro.


* “Esto no puede seguir así” es, en principio, un poemario con un título desconcertante: puesto en relación con los otros libros del autor (“Adoro”, “Del Coyote al Correcaminos”, “El muchacho de los helados”) suena poco “Osvaldista”. ¿Por qué semejante título? La frase entre apocalíptica, militante (y pienso, incluso, papal) no trae buenos augurios. ¿Se trata de un anuncio exclusivamente poético, un “no va más estilístico”? ¿Se trata acaso de una condena al mundo contemporáneo y a la vez de un giro en la poesía de Osvaldo, que no suele ser declamatoria, directa, sino sutil y huidiza? ¿Qué significa, al fin y al cabo, el “esto” de “esto no puede seguir así”? ¿Qué es lo que no puede “seguir así”? La tapa del libro no ayuda a responder estas preguntas. Lo que se ve es la frase, ese mandato edípico, partidario o papal, repetido, escalonado en la hoja. Desdibujándose, desvaneciéndose, existiendo de ese modo. Como si fuese una frase suspendida en un abismo. Otra frase (ya van dos) suspendida en el abismo.


* Pero dejemos de lado el título y leamos los poemas escritos por Osvaldo o por la voz que duerme en Osvaldo. En el primer poema una persona sueña que está en el desierto, sueña que es un camello, no sabe si es de día, o de noche, pero sabe que el desierto no se acaba, sabe que tiene que beber, nos dice, de su cantimplora interior, y está allí casi detenida, esperando (esperando vaya a saber qué cosa) hasta que un muchacho-legionario (que representa el amor y a la vez la guerra) aparece en el horizonte y, podemos pensar, lo alimenta y, acaso, lo salva. En el segundo poema (otro poema de amor y de combate) un tal Facundo no quiere dormir: no quiere dormir, nos dice la voz del poema, porque el tiempo avanza y dormir es cederle tiempo al tiempo y el tiempo es –parece pensar el tal Facundo– irrecuperable e ilegible: exactamente lo contrario de un poema. Pero tarde o temprano Facundo se rinde al sueño, y el poema se desvanece mientras la voz, como si fuese el camello del poema anterior, nos recuerda que otra vez se ha quedado sola. Y esa voz que languidece y que persigue, que ama y que a su modo combate, esa voz y los versos susurrados por esa voz bien podrían ser los pensamientos del famoso coyote, aquel coyote al que alguna vez Osvaldo le escribió un libro, ese coyote, encerrado, atrapado en la historia.


* En “Esto no puede seguir así” también hay un poema que habla de una traducción sin acabar, un poema donde dos personas se encuentran para empezar una cosa (llamémosla “la literatura”) y terminan en otra (llamémosla “la vida”). Hay un poema que parece una carta, una carta que un hijo le escribe al padre (o “padrecito”), en la que le cuenta que deja todo y que se va a Bolivia, o a Michigan, o a Hong Kong (no importa el destino) con un tal Lisandro, “el muchacho más lindo y vicioso del pueblo”. Hay una piedrita al pie de un volcán, hay un puma atravesando un bosque, hay un extranjero (Danilo) que en el último poema distrae a la voz y la hace soñar y se la lleva de viaje y convierte al poema en una película muy mala pero, escribe Osvaldo, “horriblemente deliciosa”. Podría decirse entonces que los poemas del libro (como suele ser la poesía de Osvaldo) son poemas de amor: el ars amatoria es su hogar, su género de residencia. Cuán lejos parece estar su escritura del cinismo, con su halo de ternura y resignación, entablando su lucha en silencio, cuerpo a cuerpo. Sin embargo, allí está todavía el título del libro, y allí está el camello, el coyote, las frases solitarias y suspendidas, el padre que es dejado, el poema que no acaba de traducirse, la tarea poética que queda postergada ante la seducción, Facundo que no quiere dormir pero que, finalmente, se duerme, dejando sola y detenida a la voz del poema. Ocurre que, quizás, el hogar del poemario de Osvaldo, su musa inspiradora, no sea el ars amatoria, sino un ars divorciatoria, un arte del divorcio (más todavía si las nuevas leyes lo permiten): en sus poemas las cosas parecen juntas pero están separadas, o están separadas y sólo en un destello (precioso) de tiempo pueden tocarse. A pesar del poema y gracias al poema, como dice Osvaldo o la voz que duerme en Osvaldo en una parte del libro: “Qué dicen estas vetas, estas líneas / minúsculas que se juntan y se separan, no lo sé. / Por momentos, parecieran interponerse / entre nosotros dos, y otras veces, en cambio / pareciera que no, que están ahí precisamente / para edificar una casa pequeña, capaz / de soportar esos magníficos terremotos”.


* Ahora bien; de existir tal cosa como una “poética del divorcio”, sería algo así como una literatura de los conflictos afectivos y allí, en éste y en los otros libros de Osvaldo está el deseo de amor, una estela que pasea por todos y cada uno de los poemas, un meteorito constante. Sucede también que no puede haber cosa tal como “el hogar donde residirían los poemas de Osvaldo”, ya que sus son poemas extrañamente solitarios y huérfanos, son poemas sin casa. Allí están, cómo no recordarlos, todos los muchachos de los poemas de Osvaldo, despidiéndose, huyendo, combatiendo cada uno contra una cosa, enfrentados a algo. Y ese algo no es “el amor”. Al igual que el personaje que representa Jim Carrey en “Te amo Philip Morris” (el papel del eterno fabulador, el mentiroso desenmascarado, el estafador, y el enamorado) esos muchachos no están ni pueden estar divorciados del amor. No están divorciados del poema. No están, como escribe la voz que vive en Osvaldo, divorciados del deseo.


* El camello, aquella frase del desierto, los amantes combatientes, todos son como coyotes detenidos ante el paisaje de un abismo. Y allí llega, quizás para empujarlos, allí aparece de nuevo esa frase enigmática y terrible del título: “esto no puede seguir así”. Para empujarlos, para tirar todos estos versos al vacío, para acabar con ellos y con los animales y loa libros. Aunque puede que sea una frase dicha más tarde: quiero decir, una de esas cosas que nos decimos cuando no hemos podido cumplir algo. Como cuando decimos “tendría que dejar de fumar”, con un cigarrillo en la mano. Es posible que ese sea el significado de la frase que titula el libro, una frase resignada, teñida de cansancio, pero también de alegría y aceptación. Y puede que, de esa manera, hayan quedado a salvo ese millar de muchachos coyote. No obstante, puede que en el libro de Osvaldo estén sucediendo ambas cosas, y a la vez otra. Puede que lo que nos estén diciendo estos poemas, lo que nos esté diciendo ese “Esto no puede seguir así” sea similar la a lo que cuenta aquella última película de Jim Carrey: que los tiempos modernos el deseo de amor (del verdadero amor) es un virus. Se multiplica, se distrae, falsifica, y nunca se detiene, llevándose todo por delante. Que está solo, huérfano, en ninguna parte. Allí van, de nuevo, los coyotes enamorados. Anónimos, desconocidos, y preparados para pegar el gran salto.






(dedicado a los militantes del federalismo cultural)

lunes, 4 de octubre de 2010

Esto no puede seguir así

Hace ya tiempo Barthes señaló la extrema soledad en que se encontraba el discurso amoroso, el cual era a un mismo tiempo hablado por miles y miles pero a la vez sentenciado o bien al olvido o bien a un furibundo rechazo por parte de los mecanismos de saber-poder. Otro tanto ocurre con lo que podríamos denominar el discurso poético, el cual parece persistir al margen de los discursos dominantes. Sin embargo, ese margen del discurso poético es el que le brinda en cierta medida un determinado poder: agazapado al costado y recostado de manera aparente en un manso sigilo, de súbito este discurso emerge directo desde su característica desolación hacia la yugular de los discursos dominantes, irrumpiendo intempestivamente contra todo lo establecido.

El discurso poético pone cada vez en escena y en cuestión no sólo sus propias condiciones de existencia sino las de todo aquello que puede ser dicho y escuchado. Entonces, este discurso al parecer al margen y marginado pero por eso mismo feroz y hambriento, se lanza como un artefacto endemoniado, como un animal metonímico hacia un más allá de sí mismo. El discurso poético se encuentra, aquí y ahora -al menos en esta ciudad-, en cierto grado hegemonizado por una serie de procedimientos que, como ya señalaba Barthes, ignoran o niegan con refinado asco las potencialidades del discurso amoroso.

En este contexto se inscribe felizmente el nuevo libro de Osvaldo Bossi, ganador del primer premio de la provincia de Córdoba 2009. Esta nueva obra da cuenta de una escritura de la resistencia y transvaloradora en un doble sentido:

Podríamos decir en primera instancia que la obra de Bossi en su conjunto se escribe justamente desde la distancia anhelante que implica todo deseo, desde ese "entre" existente entre quién desea y aquello que es deseado. Es una escritura del deseo que vuelve material literario esa distancia y la tensión que supone -y de la cual parte-, y al hacerlo corre de su habitual eje al propio discurso poético. Si en Buenos Aires lo habitual parece ser reproducir otra vez una forma mecánicamente oscurecida tal y como reza el academicismo dictado en Puán, o sino algo más o menos cool y surrealista, ó su contrario: una especie de objetivismo que opera por la negativa y dónde las máquinas que expenden gaseosas son portadoras de toda la soledad del mundo, en cambio la obra de Bossi -y esta última con particular énfasis- parece surgir desde un intersubjetivismo positivo que se crea a sí mismo como escritura y al mismo tiempo aparece motorizando todo devenir. Una literatura entonces desde y a partir de un más allá de la propia literatura: furiosos fragmentos de un discurso amoroso.

cómo puedo yo / estando ahí ese chico / terso y brillante como una espada, / seguir estudiando las disquicisiones / que cierto poeta famoso hace / sobre el verso libre, aunque sea tan / maravillosa su teoría

¡Eso mismo!

El discurso poético, extrañado de este modo por una inteligible pero perturbadora escritura del deseo realiza así su inexorable y bello gesto y toma por asalto todos los otros discursos existentes. Es este un (a)salto particularmente extraño y subversivo: se produce cuando el propio discurso poético reproduce de una u otra forma otros discursos en su interior, y al hacerlo se configura a sí mismo como el escenario de una serie de batallas. Y como bien dice el poeta: ESTO NO PUEDE SEGUIR ASÍ.

Los poemas que componen este libro destellan la oscura belleza de una piedrita encontrada a los pies de un volcán, una piedrita lanzada desde un lugar que, de manera consternadora y revulsiva, dista de ser un centro. Y que niega todo centro y toda periferia, y prefiere ese arco que se abre y tensiona entre dos -o más- sujetos de deseo. Lejos de ser un poeta del sigilo, la voz que emerge de ESTO NO PUEDE SEGUIR ASÍ es una voz entrecortada, un gémido de un placer por venir, y a esta altura -nadie lo duda- es también un estruendoso grito de guerra.


Patricio Foglia


la yapa: un fragmento de un poema que, desde las lecturas previas a la publicación del libro, ya se sabía clásico, y va directo a la única antología que importa: la mía.



DESPEDIDA

tú caminas como el incendio de un bosque
Puma, mi bienamado: cómo seguirte



Lo siento, padrecito,
pero voy a irme con mi amigo Lisandro
esta misma noche.
Todavía no sabemos bien adónde,
si a Michigan o a Hong Kong
pero no importa: miraremos la luna
desde la ventanilla del tren
y el pueblo que se aleja, pequeñito, a la distancia


Aunque Lisandro sea, como usted dice,
un borracho perdido.
Aunque parezca un poco tarde
para nosotros (siempre es un poco tarde).
/////////////////////////////// Vamos a irnos.


Estoy armando mi bolso
ahora mismo, y ninguna lágrima
me hará mirar con nostalgia
las cosas que dejo atrás.

(...)*


*fragmento de DESPEDIDA, en Bossi, Osvaldo; ESTO NO PUEDE SEGUIR ASÍ, Letras y Bibliotecas de Córdoba, Secretaría de Cultura de la Provincia de Córdoba, 2010.