sábado, 29 de noviembre de 2014

Buen viaje, poeta!

Roberto Gómez Bolaños3


Cuando los grandes árboles caen
 
Cuando los grandes árboles caen,
las rocas en distantes colinas tiemblan,
los leones se agachan
detrás de los altos pastos
e incluso los elefantes
buscan con torpeza estar a resguardo.

Cuando los grandes árboles caen
en los bosques,
las pequeñas cosas se tapan de silencio,
sus sentidos
quedan desgastados más allá del miedo.
 
Cuando las grandes almas mueren,
el aire a nuestro alrededor se vuelve
ligero, raro, estéril.
Respiramos apenas.
Nuestros ojos apenas
ven con
una claridad que duele.
Nuestra memoria, de pronto agudizada,
examina,
rumia en las palabras bondadosas
no dichas,
los prometidos paseos
que no dimos.
 
Las grandes almas mueren y
nuestra realidad, pegada
a ellas, también se retira.
Nuestras almas,
dependientes de su
alimento,
ahora se encogen y marchitan.
Nuestras mentes, formadas
e informadas
por su brillo,
se abandonan.
No nos volvemos locos
más bien nos reducimos a una ignorancia indecible
de oscuras y frías
cuevas.
 
Y cuando las grandes almas mueren,
después de un tiempo la paz florece,
lentamente y siempre
con irregularidad. Los espacios se llenan
con una especie de
confortante vibración eléctrica.
Nuestros sentidos, restaurados, nunca
los mismos otra vez, nos susurran.
Existieron. Ellos existieron.
Podemos ser. Ser y ser
mejores. Porque ellos existieron.
 
Maya Angelou
 
 Versión de Tom Maver, del blog www.hastadondellegalavoz.blogspot.com

martes, 25 de noviembre de 2014

Nicolás Dominguez Bedini





NUESTRO PADRE DORMÍA SU ÚLTIMO SUEÑO

No sabíamos aquel domingo al atardecer
cuando íbamos jugando
por la penumbra de los largos pasillos del hospital
hacia la sala de terapia intensiva
que habíamos sido convocados para una despedida.

Éramos pequeños
los familiares y amigos allí reunidos
proyectaban en sus ojos
la orfandad que se nos avecinaba de por vida.
Pero era así, y no había manera de explicarlo.
Nuestro padre dormía su último sueño.

Nos habían venido a buscar
por expreso pedido suyo
para vernos por última vez
y despedirse de nosotros.
Yo fui el primero en acercarme a la cama
no me animé a besarlo
estaba todo transpirado y con el rostro muy pálido.
Vos estabas detrás de mi
subida a una silla
haciéndole morisquetas
como cuando él nos sacaba fotos en Santa Teresita
durante los pocos veranos felices que pasamos
en compañía de la familia Hokama.

Y vos, querida hermana
estabas aún radiante
no palpitaste
que pocas horas después
estaríamos en una procesión
entre la sala de velatorios y el cementerio municipal
donde ninguno de los médicos oradores
podía terminar su discurso
sin que las lágrimas se mezclaran con el sudor
a causa de un abrasivo sol de mediodía.
Entre tus manos, vos tenías un pañuelito de seda.
No recuerdo a quien se lo pediste o quien te lo dio.
Gracias a aquel pañuelito, empezabas a estar en sintonía
con el asfixiante paisaje del que también formábamos parte.
Y la bola de nieve de las condolencia
y la avalancha de afectos, llegó un rato después
pero nos dejó aún más aturdidos.

Eso sí, recuerdo que verte tambaleante y bullanguera
arriba de una silla
en aquella habitación de terapia
me animó a gritar como el niño que era: ¡papá depertate!
Por eso mamá se acercó a la cama
sacudió un poco su brazo libre de suero
y elevando la voz
lo puso al tanto de nuestra visita
y fue ahí que abrió los ojos
y esa mirada profundamente triste
todavía hoy me visita en sueños
tratando de decirme algo
que no termino de comprender.

Alguna de las tías te acercó a la cama en brazos
para que él pudiera verte de cerca
pero vos empezaste a sentirte fastidiosa
pediste -moviéndote para todos lados-
que te bajaran al piso y cuando lo hicieron
te encerraste en el baño, apretando el btón
que estaba en la manija y trababa la puerta
logrando así, mi pizpireta hermana, que nuestro padre
no abandonara tan pronto el mundo de los vivos.

Pero fue ahí, ¿te acordás?, fue ahí
que saltó de la cama
como si saliera a cortar un centro con las manos
en el área chica de San Miguel Oeste
emulando a Agustín Mario Cejas
para rescatarte de la oscuridad.

Y vaya si lo lograste:
nuestro padre en pijama
corriendo por toda la sala
buscando desesperadamente herramientas
para destrabar la puerta
mientras vos seguías encerrada
expectante y risueña
regalando guturales aullidos de socorro
imperecederos junto al tiempo.


Poema del libro Sueño con lavadoras y otros poemas, Editorial Bajo la luna, 2013

martes, 18 de noviembre de 2014

Cómo escribir (y cómo no escribir) poesía - Wislava Szymborska





 
A lo largo de los años, Wislawa Szymborska ha contestado cartas de lectores que le piden consejo para escribir poesía. Aquí algunas de sus sugerencias, recopiladas en el blog de Jorge Santkovsky:

1.¿Qué tal si le cortamos las alas y escribimos a pie?

2. Necesitas otra pluma. La que tienes comete muchos errores. Debe ser extranjera.

3. Tratas el verso libre como si permitiera cualquier cosa. Pero la poesía (independientemente de lo que digamos) es, fue y será un juego. Y como cualquier niño sabe, todos los juegos tienen reglas. ¿Por qué se les olvida a los adultos?

4.El miedo de hablar con sencillez, los esfuerzos constantes de metaforizarlo todo, la necesidad de probar que eres un poeta en cada línea: esas son las ansiedades que atormentan al aspirante a escritor. Pero son curables, si se detectan a tiempo.

5. Los poemas que has enviado sugieren que no has logrado percibir una diferencia fundamental entre la poesía y la prosa. Por ejemplo, el poema titulado "Aquí", es meramente una descripción en prosa de un cuarto y sus muebles. En prosa una descripción así sirve a una función específica: presenta el escenario de la acción que viene. En un momento la puerta se abrirá, alguien entrará y algo pasará. En la poesía la descripción misma debe 'suceder'. Todo se vuelve significativo, la elección de las imágenes, su disposición, la forma que toma en las palabras. La descripción de un cuarto ordinario debe aparecer ante tus ojos como el descubrimiento de ese cuarto y la emoción contenida en esa descripción debe ser compartida por los lectores. De otra manera, la prosa se queda prosa, aunque te esfuerces en cortar las oraciones en columnas de verso. Y lo que es peor, nada pasa.


 
Fuente: