sábado, 27 de noviembre de 2010

Diana Divaga



Diana Divaga ( Los abuelos de la nada, 1968)

Compositores: Miguel Abuelo - Pipo Lernoud

Diana es la niña que besa las flores
Saluda a los pájaros y canta.

Diana divaga, yo acaricio su piel
Ella me da un beso, y escapo con él.

Tiene una historia verde y amarilla
Con una guitarra y un pan.

Diana, vienen hombres hacia acá,
Diana, no te pongas a llorar
Diana, que no es hora de llorar
Diana, a tus flores pisarán

Diana divaga, yo acaricio su piel.
Ella me da un beso, yo escapo con él

Tiene una historia mi Diana divaga
Que cuando la miro con ansias sonríe
Y cuando anochece...

Diana Divaga es el primer sencillo del grupo de rock argentino Los Abuelos de la Nada, lanzado en 1967 por CBS Discos.
La historia de Los Abuelos comienza cuando un joven llamado Miguel Ángel Peralta se las ingenia para convencer a un productor de que tenía una banda. Resultó ser muy convincente al mencionar el extraño nombre de Los Abuelos de la Nada, ya que el productor le dio fecha para grabar. El problema es que esa banda no existía, pero Miguel y su amigo Pipo Lernoud se las ingeniaron para reclutar músicos. Así fue como dieron con el baterista Héctor Pomo Lorenzo, el tecladista Mayoneso, Alberto y Micky Lara se ocuparon del bajo y la guitarra, y además contaron con guitarristas que luego serían fundamentales en la historia del rock: Norberto Pappo Napolitano y Claudio Gabis.
La canción que da título al sencillo es bastante particular para la época. Son cuatro minutos de psicodelia pura (tanto en la letra como en la música), con arreglos de violonchelo y sonidos de truenos, explosiones y campanas.
Cuando la discográfica lanza el sencillo edita Diana Divaga, transformándola en una canción que no llega a los tres minutos, con la intención de que logre difusión radial. La noticia obviamente no le agradó a los músicos.
Diana Divaga es considerado por muchos el primer single progresivo del rock argentino.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

IZCOR de Yaki Setton

Poema visual de Yaki Setton.

Versión audiovisual del último poema de Nombres propios, Yaki Setton, Buenos Aires, Editorial Bajo la luna, 2010.

Voz de Osvaldo Bossi, música original de Marcelo Moguilevsky.

sábado, 20 de noviembre de 2010

la vuelta del malón, el ritmo de una kumbia zombie




Escribir acerca de La vuelta del malón permite decir unas palabras acerca de Ángel Della Valle. Es interesante destacar que mientras el cuadro y la serie de cuestiones que allí se ven anudadas son en mayor o menor medida conocidas, su autor resulta en cambio un personaje intrascendente para la historia argentina. Podríamos extremar esta posición diciendo que, en rigor, todo autor es en principio intrascendente -excepto que haga de su propia vida su propia obra-.

Entonces, una cuestión con relación a La vuelta del malón refiere a la firma que allí se inscribe y a la pregunta por su importancia; más específicamente ¿qué valor podemos asignarle a la intencionalidad del autor a la hora de acercarse a La vuelta del malón?

Es conocido y hasta paradigmático el caso de Jonathan Swift y Los viajes de Gulliver, una obra escrita a los fines de denunciar, con la violencia de un Rousseau, la vileza de la civilización y el absurdo del positivismo, una obra que con el paso de los años se ha transformado en un libro ineludible de cualquier biblioteca universal infantil que se precie de tal. No se discute la importancia de tal género, sólo interesa en este punto señalar la vertiginosa distancia existente entre la intención inicial del sujeto empírico Swift y lo que las lecturas posteriores han hecho de su obra.

En nuestro caso, ¿qué imaginamos que buscaba Della Valle? Podemos entrever una militancia autoproclamadamente civilizatoria, y el ensalzamiento de sus más altas virtudes por intermedio de nada menos que una inversión: el cuadro muestra el accionar barbárico, una dinámica del saqueo que no respeta ninguna propiedad privada -la valija, la mascota, las reliquias, la cautiva-, que profana todos y cada uno de los cuerpos de la civilización y los desmembra. La inversión consiste entonces en que aquello que busca ser configurado como deseable emerge a partir de su ausencia: lo que no aparece justamente es la civilización. Pero, La vuelta del malón vista desde la intencionalidad del autor, implica incluso una inversión en otro sentido, en tanto se apuesta a no mostrar lo deseable sino su opuesto, para reafirmar aún más la sed de progreso civilizatorio, como quién le pone unas fichas a la campaña de Roca. Y al igual que con cualquier otro caso de inseguridad, de lo que se trata es de una falta que intenta agujerear la conciencia del receptor llevándolo hacia un territorio incuestionable, la imperiosa necesidad de llenar un vacío. La vuelta del malón es otro caso de inseguridad y podemos indignarnos al preguntar ¿dónde estaba la policía para proteger a esa pobre gente? En particular para proteger al señor de la cabeza cortada, dueño, poseedor de cuanto le fue desposeído. En ese ¿dónde? Respira el deseo de una aparición, con todo el pulso religioso que de esta súplica y reclamo se deriva. Por lo que puede verse, y al contrario de lo que se piensa, la generación del 80 era también una generación eminentemente religiosa.

Se trata de tópicos característicos: La vuelta del malón se asemeja al Facundo en tanto ambos recorren el tema de la civilización y la barbarie. Pero no sólo por esto, sino también porque en ambos casos la creación estética implica el controvertido procedimiento que consiste en vindicar la civilización a partir de su ausencia, a partir de tomar como objeto del relato determinados elementos de la barbarie -la vida de Facundo Quiroga, la vuelta del malón-. Y en ese proceder, los autores han corrido un riesgo altísimo al crear personajes peligrosos. Personajes que son peligrosos en tanto son encantadores. Han caído así en la misma paradoja que los viejos folletines criminales del estilo Rocambole, toda una literatura policíaca que tiene como protagonistas a los delincuentes y que por una necesidad del relato -una cuestión de buen gusto- requieren, reclaman para sí una configuración seductora. El otro se ve heroificado.

Buscando entonces denunciar la barbarie para hacer notar la necesidad del avance civilizatorio, Ángel Della Valle pinta de hecho un cuadro inolvidable en dónde la felicidad suda vitalismo, es vigorosa y puede verse en cada uno de esos cuerpos saqueadores en movimiento, que violan, que ultrajan la propiedad privada de dos maneras: en tanto de hecho la hurtan y se roban maletines, perros y cautivas; en tanto resignifican objetos, como por ejemplo los religiosos, devenidos ahora boleadoras y lanzas. La vuelta del malón también nos incita a pensar a la gauchesca como parte de un género más amplio: la literatura policial, cuyos máximos exponentes en el siglo XX argentino han sido Jorge Luis Borges y Rodolfo Walsh.
Un trabajo posible consistiría en descolonizar ese género, hoy territorio dominado en gran medida por la masa mediática.

En definitiva, quizás importe la intencionalidad del autor y en este punto el interés estético haya predominado por sobre el interés político en la obra de Ángel Della Valle. Un pintor se deja llevar por esa voz extraña que le habla a veces a los poetas y por ende desoye ciertos requerimientos del orden de lo político. Lo cual tiene por supuesto consecuencias tanto políticas como estéticas.

Cuando el arte triunfa, la obra sale definitivamente del cauce de los intereses del autor, cualesquiera que estos sean. Como un artefacto rabioso, se escapa de las manos. Toda obra verdaderamente valiosa nos recuerda a Frankestein, adquiere una monstruosa e infinita vida propia hasta que llega ese momento de resplandor en dónde termina de matar lo que en ella restaba de intencionalidad del autor.

La firma de Della Valle puede entonces ser pensada como un hecho anecdótico, o no, pero más allá de esa pregunta La vuelta del malón encuentra por fin su modo de existencia actual: deviene a nuestros ojos una excelente película clase B, un film de zombies en dónde los indios masacrados durante siglos -y con ellos todos los otros de la historia- se transforman en muertos vueltos a la vida, dispuestos a alcanzar la victoria, o por lo menos a comerle los sesos a los dominadores, a recordarles de manera atormentante la servidumbre y la barbarie que ha sido necesaria para la consecución y el mantenimiento de su maloliente dominio. Un espectro colectivo se cierne así sobre todo lo establecido y se mixtura con el, hasta volverse indiscernible cualquier diferencia. Las cruces a la altura de las lanzas, las lanzas como cruces. Esa mezcla se produce entonces al calor del hipnótico ritmo de una kumbia zombie. Tal vez, la más maravillosa música.

Cf. Kumbia Queers, Kumbia Zombie
http://www.youtube.com/watch?v=McL6m5Tx3EA

domingo, 14 de noviembre de 2010

Este Miercoles en La Ratonera


Pipo Lernoud



Nada en la televisión

Nada en la televisión
Nada en la calle.

Una ciudad es otra ciudad
es otra ciudad.

Gente apurada, atosigada
desesperada.
Envuelta en la niebla de manchas y colores
que no dicen nada.

Diarios vacíos, caras muertas.
¿Es esto lo que somos ?

Nada más que un instante
en el mar de la energía
en viaje hacia un agujero negro.
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Pipo Lernoud, nombre artístico de Alberto Lernoud (n. 1946 en Buenos Aires) es poeta, compositor, periodista y precursor de la agricultura ecológica en Argentina.
Conocido principalmente como escritor y letrista de los inicios del rock argentino, compositor junto a Tanguito, Moris y Miguel Abuelo, Pipo Lernoud viene escribiendo textos y poemas paralelamente a su actividad como periodista y activista del movimiento de agricultura ecológica.
Como compositor, es autor de la letra de una de las canciones clásicas del rock nacional argentino, Ayer nomás, con música de Moris.
Como periodista fundó las revistas Expreso Imaginario en los 70 y Cantarock en los 80, y dirigió la exposición y Enciclopedia de los Treinta Años de Rock Nacional en 1996. Actualmente forma parte del consejo de dirección de la revista La Mano y da clases y conferencias sobre la cultura rock.
Como activista ecológico, Pipo fue durante años uno de los primeros productores orgánicos de Latinoamérica, y hoy es Vicepresidente de la Federación Internacional de Movimientos de Agricultura Orgánica (IFOAM), con sede en Alemania.
Estas experiencias -la música, la ecología, la agricultura- y los muchos viajes alrededor del planeta le han dado a Lernoud una visión que se refleja en su poesía, escrita a lo largo de cuarenta años, y que muestra una búsqueda espiritual continua, un permanente preguntarse que somos y de qué formamos parte.
"Sin tiempo, sin memoria" (2007) es su primer libro de poemas publicado.
Textos y reflexiones suyas pueden apreciarse en el blog
http://calandriasygratebus.blogspot.com

viernes, 12 de noviembre de 2010

Ayer nomás.




Ayer nomás
en el colegio me enseñaron
que este país
es grande y tiene libertad

Hoy desperté
y vi mi cama y vi mi cuarto
en este mes
no tuve mucho que comer

Ayer nomás,
mis familiares me decían
que hay que tener
dinero para ser feliz.

Hoy desperté,
y vi mi cama y vi mi cuarto,
ya todo es gris y sin sentido,
la gente vive sin creer.

Ayer nomás,
ví una chica en mi cuarto
y la besé sin fundamento.

Hoy ya la chica ya no está.

Ayer nomás
ví una chica en mis brazos.

En este mes
no tuve mucho que comer.

Ayer nomás
salí a la calle y vi la gente
ya todo es gris y sin sentido,
la gente vive sin creer.

Sin creer. Sin creer. Sin creer.


pipo lernoud,
este miercoles 17 a las 21:30 en Papeles Blancos:
Corrientes 5552, esq. Serrano.

martes, 9 de noviembre de 2010

Dilema. Poema inédito de Osvaldo Bossi.

Papeles Blancos publica a continuación un poema inédito de Bossi. Se trata de un poema escrito a fines de los ochenta: Dilema.

De acuerdo con Bossi
"el mérito de Dilema, a mi entender, es el que le otorgó Diana Bellessi cuando, después de leerlo, escribió un prólogo extraordinario y relampagueante que hizo la espera de su publicación (20 años exactamente) menos ardua y desalentadora. Recuerdo haber leído Dilema en público muchas veces y que su recepción fuera siempre muy animosa".

"Ahora, al releerlo, siento que son las palabras de un chico que trazaba el primer signo de una encrucijada que, de ser resuelta correctamente, iluminaría el resto de las cosas que yo escribiría después. A partir de eso me produce cierta simpatía (y un poco de rubor, admito)".

"El lenguaje de la poesía es metonímico y creo que fui resolviendo ese “dilema” de una manera o de otra. Para acompañarlo, y para que no se sienta tan expuesto, el pobre, adjunto un fragmento de un texto que escribió Diana hace muy poco para una publicación española, en dónde se hace mención de este poema".



Dilema


Cómo hablar de una verga
sin que el señor o la señora
se ruborice de sólo verga?

Cómo hablar de una verga
sin que murmuren para sí:
Esta verga no es verga
Es error tipográfico?

Cómo hablar de una verga
sin que verga el censor,
cualquier censor,
con su espada de verga
y la verga de un tajo?

Y finalmente, con qué verga
de la palabra universal
sustituir tu verga tangible?


Osvaldo Bossi - Septiembre de 1988




Transcribimos ahora parte del texto escrito recientemente por Diana Bellesi. El mismo fue extraído de la publicación Cuadernos Hispanoamericanos, abril 2010. El artículo en cuestión se titula: “Poesía argentina contemporánea: la lírica vuelve a casa”. Allí se destacan las figuras de Beatriz Vignoli, Osvaldo Bossi y Sonia Scarabelli. Con relación a Dilema y a la poesía de Bossi, puede leerse lo siguiente:


"Osvaldo Bossi centra su poesía en el discurso amoroso con una lírica arrasadora. Lo perturbador, lo anómalo de esta escritura, parece ser el objeto de este amor: otro varón. Y la topografía donde se alza, que son las barriadas pobres, las villas miserias de la infancia y la adolescencia de Bossi. La concentración lírica de sus poemas es carnal y encendida; pocas veces he leído un texto como el abría aquel libro, donde en quince líneas sostenidas aparece once veces la palabra verga, semantizada de manera mútliple, como una maquinaria lúdica que ametralla rítmica, aliterativamente al Censor para caer, como un guante sobre el cuerpo amado, sobre su verga tangible.

Dilema pertenecía al libro Del coyote al correcaminos, donde Bossi construye, con los residuos de una mitología televisiva, un libro de amor. Teje y asume a sus héroes desde el revés de la trama visible, haciéndolos comparecer por sus rostros secretos y cargados de una dulce humanidad que deshace los paradigmas de cartón y rehace la magia del cartoon".

domingo, 7 de noviembre de 2010

Martín Sanchez




Martín Sánchez nació en Buenos Aires el 16 de agosto de 1975. Cursó estudios de Ciencias de la Comunicación en la UBA. Periodista web, actualmente trabaja como editor para un portal de noticias.


***


Los incendios forestales arrasan con todo en verano, las lluvias generan aludes en invierno… erosión masiva, fuego y barro, y un terremoto anunciado para abril. Pero a nadie le importa un carajo.

Hunter S. Thompson.


***


A mis espaldas cae la tarde bonaerense
bonaerense
esa palabra impura
anudada en la unión de la “e” con la “a”
a mitad de camino entre Buenos Aires y…

Rayos anaranjados me atraviesan
se reflejan en la pantalla del monitor
(ya no puedo identificar a las palabras
que parecen hacer agua).

Las chicharras sobre los tilos mal podados
ejecutan sus cuerdas
se superponen no me dejan oír
la música que sale de los altoparlantes.

en eso suena el timbre
atiendo por la ventana
un hombre me ofrece baratijas
dice que prefiere salir a golpear puertas
en lugar de hacer “cosas malas”
para comprarle leche a la nena.


***


Afuera la pampa atrevida
cuela su barro por las grietas del concreto
evapora sus aires húmedos
que infantilizan mi percepción.

Ahora puedo verlo, sos una mujer rota
especialmente cuando arrojás en parábola el cigarrillo
a las vías.

El tren nos deja en el bar del Retiro
donde nuestras alternativas se reducen
a fingir amabilidad con los turistas
o putear al ingeniero y su coro juvenil
transmitidos por TV en Cadena Nacional.

***

Por mi parte prefiero más negros lindos como esos
que se visten con prendas deportivas
mal combinadas.

Van fumando en el tren
con las ventanillas abiertas en invierno
escuchan el eco del convoy contra las paredes
(de esos opacos muros surgen los trazos
de nuestros más salvajes sueños).

Ellos se paran se marean hace equilibrio
en el pasillo del vagón no precisan esquivar a los pasajeros
les abren el paso con un temor reverencial.


***


Expulsados cada uno por su lado
quedamos fascinados con el calado de las veredas del Paraíso
pisamos los frutos contra las baldosas
son microbombas libertarias
que nos embarran cada vez más.

A contramano de las flechas pintadas en las paredes
ponemos el grito en un lado y los huevos en otro
oímos a los grillos del pavimento
la luna es nuestro referente.

Nos tropezamos unos con otros
en las calles circulares de Ciudad Jardín
y todos vivimos bajo la amenaza de una lluvia púrpura.


***


El Servicio Meteorológico Nacional
emitió un alerta
por “sudestada”.

Un viento frío, fuerte, mojado
pega de costado por debajo
a esta ciudad desmesurada
que (discúlpenme el lugar común)
se expande como una mancha de aceite
sobre la llanura.

Hidrocarburo incontinente
avanza y avanza a su ritmo
tornasolando lo que se le interponga

Dinosaurios
pasturas, guanacos, ciervos,
querandíes, puelches, españoles, franceses, ingleses, criollos,
gauchos, tanos, gallegos, judíos, turcos, gitanos
estancias, industrias, edificios, departamentos, oficinas
casas, ranchos
y cabecitas negras.

El viento colabora con el revuelto
empuja y empuja
su fuerza centrífuga nos arroja
por la borda a un río furioso, levemente resentido que
devuelve a lo que quedó de nuestras costas
botellas plásticas, bolsas de nylon, deposiciones
ofrendadas en forma sistemática
hasta apenas minutos antes de la advertencia oficial.


***


Este calor en otoño
provocado dicen por los gases que emanamos
me brinda el combustible necesario
para salir a probar mi disciplina urbana.

Pertrechado con la indispensable cantimplora, altas botas y
demás artículos de camping
fugué hacia un recorte de bañados y pantanos

Dentro de ella me entregué a sus recorridos establecidos
que tiene por destino una frescura psicológica
creada por bombas que regurgitan el agua
y los patos del lago artificial.

Al borde de los adoquines
admiré la sinergia de las palomas
se desplazaban de aquí para allá sin chocarse
(y hasta compré comida para esos bichos).

Pero cuando se acercaron empujados por la gula
logré patear a algunos miembros de la bandada
lo hice –que quede claro– por su atrevimiento
y el mal olor que tenían.


***


Finalmente
un malón mezcla de Querandíes y Puelches
me agarró desprevenido y se llevó
la hacienda mental junto a mi alma.

Ahora estoy fresco y tibio
enterradito en el Midland
el subsuelo del lodazal.

Es un éxtasis la carnadura que logro con esta tierra
a la que nunca le di la oportunidad del arraigo.

Pedía todo de mí
y cuando lo consiguió me gratificó de tal manera
que no pude transmitir la experiencia.

martes, 2 de noviembre de 2010

Entrevista con Alicia Genovese. 2da parte.



formas del exilio


P.B.: ¿Funcionaba en cierta medida como un diario?

A.G.: No era exactamente un diario, pero creo que pretendía dar cuenta de algo, que era mi vida, y lo hacía de ese modo. Pero no tiene un tono confesional, son poemas breves. Son poemas muy apretados que buscaban la palabra exacta. Y ahí hay imágenes que hablan de la época. Por ejemplo, hay un poema que se llama exilio, cuando –y esto me lo recordaba la crítica chilena- no se hablaba todavía de exilio. Es verdad, el exilio vino inmediatamente después. Los exilios. Pero ya vivíamos un exilio, que era el exilio social porque todo se había cerrado, toda esa vida de intercambio, de mucho café, de mucho encuentro en los bares que teníamos se había terminado. Te pedían documentos a cada paso, era riesgoso.


P.B.: Sí, siguiendo un poco la retórica de La hybris, había una suerte de ostracismo.


A.G.: Claramente. En Puentes, escrito mucho después pude narrar algo de eso. Pero no era el ostracismo de vivir en una burbuja, recibía información a veces de primera mano en cuanto a la represión. Vivía en una redacción, haciendo notas. En esa época le hice un reportaje a Héctor Oesterheld, y a los pocos meses desapareció. Fijate el momento en el que vivíamos, esa cercanía constante con los acontecimientos. Un amigo decía nos rozaban las balas y no nos dábamos cuenta. O nos dábamos cuenta pero decíamos bueno, fue un roce. Por eso me acuerdo del reportaje a Oesterheld y de que a los pocos meses desaparece.

P.B.: Hablábamos y me acorde de Clarice Lispector: está muy presente el mundo femenino en todos tus trabajos; hay una especie de militancia feminista que sin embargo no recae en lo feminista , como así también una militancia con la naturaleza

A.G.: Bueno, soy feminista. Escribí un libro que tiene una perspectiva que es la de la crítica literaria feminista. Mis años en EEUU influyeron mucho, fue en el período en el cual más estudié temas de género. Me atrajo el feminismo como perspectiva que cuestiona, por ejemplo, al sujeto universal, que aparece como masculino. Cuando empecé a leer aquellos textos me reconocí a mí misma y empecé a reconsiderar ciertas cosas que escribía, todo lo cual transformó la lectura que yo hacía de mi propio lugar de enunciación. Pensemos que yo llegué a EEUU habiendo publicado acá ya dos libritos: El cielo posible y El mundo encima. Ese viaje me abrió la cabeza, me permitió ver una serie de cuestiones para mí nuevas del campo social e intelectual en el cual me movía. Molestias que yo tenía y que no entendía todavía qué eran exactamente. Cuando volví de EEUU el libro que salió cargado con ese bagaje fue Anónima.

P.B.: Es interesante porque así como en tus primeros libros vos señalabas que no hablabas directamente de lo que estaba pasando, tal vez aparecía en forma indirecta, también en los escritos posteriores aparece lo feminista sin ser un discurso directamente militante.

A.G.: No hay militancia, ni política ni feminista, dentro de los poemas. La militancia, en todo caso, está en otro lugar, está fuera, aunque claro la poesía es la caja de resonancia de nuestra subjetividad, en definitiva de todo lo que nosotros somos. Pero no tengo poemas con mensaje (risas). Siento que mi escritura no está al servicio de nada, que va por otros caminos y a veces se cruza con algo que es la historia misma. Habría que decir que en un sentido menos estricto y referencial toda la poesía es política. Creo que mi poema más político, en ese sentido referenciado es Las erinias, porque ahí la voz está atravesada por lo que han significado y significan las Madres de Plaza de Mayo. Después el poema en su dinámica propia se abre hacia otro lado, hacia otras significaciones.

P.B.: ¿Y con respecto a la naturaleza?

A.G.: La naturaleza, o mejor, el paisaje y todo aquello que el paisaje abierto ofrece es el lugar que elijo para escribir, escriba de lo que escriba, a veces su referencia es innegable. Escribo desde ahí. Si trato de recordar cuál fue mi primer lugar de escritura, la escena que yo recuerdo es la de un rinconcito en el jardín de la casa donde vivía, que quedaba en Llavallol. Hago un paréntesis acá: Lamborghini en El solicitante descolocado, menciona Llavallol de manera bastante despectiva: qué hago acá / en el culo del mundo, se pregunta. Ese poema está escrito en la misma época que yo refiero ahora, la de mi niñez en Llavallol. Para mí en cambio, a diferencia de lo que decía Lamborghini, ese lugar era el paraíso, no era el culo del mundo. Era un barrio con chalecitos y casitas hechas en la época de Perón, con esos créditos hipotecarios a cuarenta años que se daban por entonces, mis padres compraron la casa y la terminaron de pagar con ese crédito. Recuerdo las calles de tierra cuando iba a la escuela, y la escarcha de la mañana y los ciruelos florecidos en la primavera, el olor de los jazmines. Ese fue mi primer lugar. Ahora planté mis ciruelos en casa, y me remiten proustianamente a aquellos otros ciruelos del barrio.

P.B.: Hablás de tu primer lugar de escritura, pero está claro que tuviste varios. Y es una imagen que aparece mucho en tus poemas, esta idea de puente y de ida y vuelta que permite pasar de uno a otro lugar. Pero se me ocurre preguntarte a dónde querés volver a partir de esos puentes.


A.G.: Creo que en ese discurrir interno donde la memoria trae y lleva cosas uno siempre vuelve a su lugar de origen. La imagen del puente con la que trabajo en ese largo poema que se hizo libro es el lugar de la memoria y a través de la escritura, de ese monólogo interior, que es más un discurrir interno, hay una volver al origen. Mi origen lo ubico en ese espacio un poco al margen, en el lugar donde nací que es el conurbano. Cada vez me olvido menos que yo vengo de ahí, de un lugar pobre, de una casa que no tenía biblioteca, que estudiar fue todo un acontecimiento. La poesía me conecta fácilmente con eso porque tiene una conexión muy estrecha, con lo elemental, con lo primario que nos constituye. No es la única conexión claro, está también todo lo que se haya podido absorber de la cultura. Hay épocas, en las que a veces se niega el origen, uno quiere ser otra cosa, y hay que ser otra cosa, si se quiere escribir, pero yendo y viniendo. Por eso la imagen del puente para mí es tan importante.


el borde es un puente



P.B.: Es que en la imagen del puente está ese transcurrir, ese ir y venir, ir y volver. Y hay al mismo tiempo una situación nómade, aunque se termina volviendo.

A.G.: Yo me sentí muy nómade en una época: viví cinco años afuera del país, en EEUU. Pensé en quedarme allá en un momento. Pero poco antes de estar embarazada decidí que no quería criar a mi hijo o hija en otro lugar que no fuera el mío. Esa fue una razón de mucho peso para planear la vuelta. De cualquier manera, me sentí nómade entonces quizás porque viaje mucho, nunca antes lo había hecho. Creo que es y lo fue para mí una sensación muy liberadora la de los viajes, perderse en otra geografía y otra cultura, olvidarse de dónde uno viene, hasta que en algún momento aparece como necesario reencontrarte con quién sos, reubicar de dónde venís, ahí comienza el retorno. Ahora bien, con los puentes me pasó una cosa muy curiosa. Volví de EEUU, mis padres vivían en Lomas de Zamora y a poco de llegar voy en auto a visitarlos; al cruzar Puente Pueyrredón sentí algo inexplicable, intraducible quizás, como si entendiese por qué había vuelto. Una sensación entrañable y extraña a la vez que me justificaba en mi ida y en mi regreso. Para los que somos de la zona sur el cruce del puente significa ir hacia el centro de la ciudad, o sea principalmente dejar el terreno conocido. Durante años tuve esa identidad extranjera en el centro de la ciudad. Siempre digo que Lomas de Zamora, aunque parezca tan cerca de la ciudad de Buenos Aires, es África. A veces en el interior del país, me identifican como porteña porque hace años que vivo aquí, pero ser de Lomas de Zamora es como ser africana en una ciudad europea: París o Madrid.


P.B.: David Viñas dijo en la CC de la Cooperación que la tradición de los argentinos era subirse al caballo por la izquierda y bajarse por la derecha. Y la salvedad que hizo, ya que recorrimos tu historia durante la dictadura, fue Rodolfo Walsh ¿cómo te marca Walsh como referente de la literatura argentina?

A.G.: No me marca mucho. Leo su obra y me produce admiración y me parece excelente, pero no me ha marcado directamente. Sí me marca su figura: viví de cerca lo que pasó con Walsh. También es una época personal de la que no hablo tanto, durante un tiempo no podía hablarse de estos temas, y después uno se acostumbra a no hablar.

P.B.: Buenísimo rescatarlo entonces.

A.G.: Si, totalmente. Yo tenía acceso a los comunicados de ANCLA, que era la agencia que funda Walsh en la clandestinidad. Recibía esos papeles rústicos escritos a máquina y fotocopiados o mimeografiados, hoy se verían como un desastre desde un punto de vista tipográfico y de presentación (risas). Luego desaparece, en realidad lo matan. Lo que viví entonces fue esa situación: primero los comunicados de ANCLA, la información que se difundía de manera clandestina, y después saber lo que había pasado con él, que lo habían matado. Creo que la postura de Rodolfo Walsh era demasiado radical, por lo menos para mí en esa época, una chica que salía de su adolescencia. Como escritor lo valoré más después.

P.B.: ¿Qué escritores o poetas te marcaron o influyeron de alguna manera?

A.G.: En esa época leía a Alejandra Pizarnik. Casi no se conseguía nada de ella, recuerdo haber encontrado La Condesa Sangrienta en una librería de viejo, pero básicamente leíamos sus poemas en fotocopias. Ella fue la poeta que me marcó en ese momento. Escuché en ella una voz con la cual me identifiqué. Después leía mucho por ejemplo a los poetas italianos, ahora pienso que mi ascendencia italiana debió haber influido para encontrar algo familiar en esos poetas, otra vez la cuestión del origen.

P.B.: Nos pasó particularmente el hecho de leerte y tener la sensación de leer a Marosa di Giorgio

A.G.: Quizás ahora esté más cerca de Marosa que de Alejandra. Ella hace otra cosa. Su figura es enorme y única por esa identificación con el mundo de las chacras del interior del Uruguay, con el mundo natural que ella vuelve fantástico sin dejar que se aleje de lo natural. Alejandra en cambio tiene un vínculo muy pesado con la muerte, la noche y tenía asimismo algo muy autodestructivo, todas cosas con las que ahora claramente no me identifico. Soy más diurna, me gusta mucho la luz del día, me levanto muy temprano y las primeras luces de la mañana son para mí las mejores. La noche tiene su magia, su secreto y su atractivo pero no me identifico tan fácilmente con esa nocturnidad de Pizarnik.
Creo además que cuando uno pasa los cuarenta se ubica en otro lugar. Quizás para el mundo de la adolescencia terrible y perturbador, Alejandra sea una gran lectura identificatoria, una puerta de entrada a la poesía. Ante un espacio que uno supone que es solo suyo, ella nos descubre que esa zona tan turbia y opaca, es una zona que compartimos, allí es donde se mueve como pez en el agua. Ahora no puedo o no elijo entrar en esa zona.


poesia argentina, poesia latinoamericana


P.B.: ¿Cómo ves hoy la producción y la expansión de la poesía argentina en Latinoamérica o el mundo?

A.G.: Por lo que yo leo y conozco, la poesía que se produce en Argentina es muy buena, tiene un nivel muy alto comparado con Latinoamérica. En cantidad y en calidad no veo otro lugar donde se produzca tanto, acá levantás una piedra ¡y salen diez poetas!

P.B.: Y a partir de esa cantidad y calidad de la que hablas, ¿encontrás un denominador común en todos ellos o un signo de esta época en esta renovación?

A.G.: Creo que sí, en ese sentido estamos en un momento de inflexión. Los noventa se terminaron y efectivamente hay nuevas voces.

P.B.: ¿Cómo te sitúas ante tanta explosión de lanzamientos editoriales y espacios de expresión en Internet como los blogs por ejemplo?


A.G.: Tengo una posición ambigua, porque por un lado me atrae muchísimo y no soy una negada. Pero por otro lado creo que aunque es un medio de difusión impresionante que lo vamos a ir aprovechando, ahora estamos como en una prehistoria que nos trae mucha confusión porque los canales son demasiados y hay muy poco filtro. Estamos muy poco preparados intelectualmente para el análisis de esa masa informativa que te trae Internet. Creo que de aquí en más, lo que va a ocurrir es que nos vamos a alfabetizar de acuerdo a estas nuevas tecnologías y vamos a aprender a seleccionar más.

P.B.: Coordinas talleres desde hace mucho tiempo, nos gustaría saber que es lo que te llevas de esa experiencia y que esperas que los participantes se lleven?


A.G.: Yo quiero que se lleven su propia escritura, poder situarlos frente al acto de escribir y sentirse en contacto con lo que está escribiendo. Que sientan que han establecido una conexión consigo mismos y con lo que querían decir pero no sabían que querían decir, esa es la mejor experiencia que yo he tenido.
Para mi dar talleres es algo muy hermoso, establezco una situación de diálogo con la gente que trabaja conmigo que para mí es un alimento. Siempre la relación enseñanza - aprendizaje es una relación entre dos y el que enseña también aprende, sin que esto vaya en desmedro de la la responsabilidad que le compete a cada uno.
Desde el lugar de "dar talleres" una también se deja permear por el otro, ese diálogo es el trabajo más cercano a la escritura que yo puedo hacer y me deja muy conforme. Es un cable a tierra muy bueno para quien escribe.

P.B.: La última pregunta siempre tiene que ver con el nombre de nuestro grupo, "Papeles Blancos" y consiste en saber, en un ejercicio de libertad absoluta, que te sugiere o despierta justamente ese nombre?

A.G.: Bueno veo la referencia casi obligada al "papel blanco" al que, dicen, se enfrenta todo escritor. No lo sufro como un trauma, quizás porque en una época escribía en el colectivo de memoria, porque cuando se viaja parada es la única manera. Así, siempre tenía los primeros versos antes de escribir. Eso sigue siendo así no me pongo a escribir si tener al menos unos versos o una intuición o dos palabras que me resuenen. Creo que lo que puede enfrentar ese supuesto bloqueo que genera el papel blanco es ponerse a escribir cuando ya es irrefrenable la sensación de escritura. No creo que la escena tan temida sea enfrentar el papel blanco, a veces el papel blanco es ese papelito en la cartera, esa servilleta que se consigue y ante la cual una piensa "que suerte que conseguí esta servilleta para anotar y que no se me pase esto". No tengo rechazo frente al papel blanco, todo lo contrario.



(Agradecemos la fotografia que acompaña esta segunda parte, tomada por Estela Fares y elegida por la propia Alicia Genovese)

lunes, 1 de noviembre de 2010

Lo Nación, lo Revolución, lo Nuevo, lo Esencia. Por Alan Martín Ulacia.

Quiero que algo nuevo brote de estas tierras.
Y si no brota que acontezca…

¿Será tiempo ya?

Y no lo quiero gracias a la mística invocación del chamán, no quiero que lo esculpan las palabras y lo planten allí donde no es su lugar. Quizá nombrando, señalando la esencia, se manifieste, cobre verdor. Ojalá…

Y si lo nuevo no aparece, porque la esencia indicada deviene mero artificio, simple consuelo metafísico, vano arcano estético, entonces sí: a inventar, a crear, a mentir sueltos y alegres porque no hay nada que perder salvo la posibilidad de sembrar nuevas formas vitales.

Esperanzas.

Entonces sí: el arte y la política tendrán una noble misión.

¿Cómo?

¿Que una excavación genealógica de la esencia argentina huele al más rancio objetivismo?

¿Qué la invención de nuevas mitologías pone al descubierto otro ensueño pomposo, impotente, del subjetivismo moderno?
Dos talveces… ¿Pero qué importa?

Esto quiere ser literatura, no ciencia. El pensar de este intento no se va a acobardar frente a “ismos” tan gastados, antes esas disputas somníferas, mezquinas, esas siempre prestas para aplanar las montañas y sus insólitos relieves, todos únicos.

Voy a tomar un camino absurdo, contradictorio, múltiple, tan osado como tal vez estúpido, tan inútil como acaso sugestivo.
Todo sea porque algo nuevo brote o acontezca en estas tierras.
Y desde ya le pido perdón a lo Nuevo por encarcelarlo en una “geografía”, por darle esos arbitrarios límites llamados “fronteras” y obligarlo a dar cuenta de “lo argentino”.

Perdón, pero existe un sentir poderoso, excluyente… se llama pertenencia, y es egoísta, como todo amor.

El camino que me seduce quiere escuchar lo dicho por varios pensadores argentinos, quiere rumiar sus obras con la ayuda de un cuarteto compuesto por lo Nación, lo Revolución, lo Nuevo y lo Esencia. Así, las aristas colisionarán en el centro del cuadrado, y darán un punto de visión, una perspectiva vital determinada, según el pensador que allí se ubique. Las formas intuidas esperan contribuir a una reflexión que empuje hacia un pensar de lo posible, hacia un actuar esperanzante.
Todo sea porque algo Nuevo brote o acontezca en estas tierras.

¿Será que en la Argentina lo Nuevo se oculta, justamente, por su manifestación continua, indivisible como el silencio mismo?

¿Esencial brotar una “serenidad del alma” o el acontecer de lo nuevo es lo que necesitamos como pueblo para enfrentar la responsabilidad de nuestra historia?

∞∞∞∞

¿Pero qué significa, al menos para mí, lo Nación y lo Revolución?
No se puede hacer hablar a los pensadores sin al menos explicitar una noción mínima de aquello de lo cual creemos nos están hablando: el maldito milagro de la hermenéutica.

Entonces, dos caracterizaciones preliminares “puras”, acaso “instrumentales”:
Lo Nación es fuerza aglutinante, constituyente, centrípeta. Esta potencia se vuelve efectiva cuando la unión suturante de lo diverso se manifiesta bajo una forma identitaria fácilmente reconocible, nombrable. Lo Nación concreta y expresa la solidificación de algo cuya unicidad exige la dignidad de lo estable, el pétreo honor de aquello que resiste el tiempo y su naturaleza erosiva, porque cuando el Tiempo dice ser emisario de la Historia en tanto contingencia huérfana de telos, lo que permanece se destaca como una excepción digna de veneración.

Desde nuestro punto de vista moderno, lo Nación, en su forma auténtica, no artificiosa ni violentamente instaurada, es la resistencia de un pueblo y su tierra contra la posibilidad del retorno a la fragmentación originaria, el temor histórico que teme por la desintegración de la totalidad re-forjada, la primacía orgánica de las partes: mera atomística sin rumbo ni destino, esa que es terror de lo moderno.
Lo Revolución, en cambio, es el coraje histórico. Es la fuerza que irrumpe para trastocar lo que se cree a salvo permaneciendo y progresando, una respuesta a eso que, campante, transita siempre idéntico a sí mismo una pre-trazada línealidad temporal.

Lo Revolución, quizá paradójicamente, es el heroico freno, tan incierto como posibilitador, a la consumación del horizonte estatal-nacional de las sociedades humanas. Lo Revolución encarna un papel histórico-destructivo porque su misión es la de contrarrestar el compartimentado orden de las sociedades en torno a su nuevo ídolo: el Estado.

La modernidad le teme, y por eso rechaza, la revolución comunista. Porque ella atenta contra la tabulación estatal de las sociedades humanas. En su interpretación no deudora de una Filosofía de la Historia, la revolución comunista, el marxismo, supone la posibilidad de jaquear la concepción progresivo-lineal del tiempo histórico moderno: sí, sociedad comunista es el fin último, pero su forma es misteriosa e incierta. He aquí la incierta responsabilidad histórica de poner en juego a la política como agente creador de una otredad social más allá del horizonte capitalista.

Hipótesis: la modernidad reacciona contra su propio anticuerpo (el comunismo) porque este habilita, si triunfase, la posibilidad de transformarla en lo que no es, en lo que no quiere ser: algo que sobrepase los límites de su propia proyección histórico-subjetiva.

Ahora bien, en los fragmentos del pensamiento argentino que voy a explorar, lo Nación y lo Revolución a veces se funden, a veces se contraponen, a veces, lo uno significa lo otro, o ambas cosas. De este modo, mi inocente conceptualización preliminar se muda a la rígida dimensión de lo formal, pues la realidad histórica que intenta contener la desborda y la transfigura, de lo bello a lo grotesco, de la noble promesa a la más cruda infamia. Nuestras tierras son testigo: la oportunidad de diferenciar lo Nación de lo Revolución se disuelve en un cuadro surrealista insólito, único, irónico y paradojal, llamado historia argentina.
Pero creo que de este caos algo muy nuevo pugna sediento por ser, o bien algo muy viejo lucha por brotar de la entraña esencial.

¿Y si ambas cosas, no tan “muy”?

En asuntos humanos, lo múltiple siempre es lo más probable.
Por ello, aquí van cuatro atolondradas líneas de investigación.

∞∞∞∞

Con Mariano Moreno, y más especialmente en su Plan de Operaciones, el cuarteto de lo Nación, lo Revolución, lo Nuevo y lo Esencial quizá regala sus formas más nítidas, pues la relación entre los términos es tan conflictiva como signada por una pasión mítica: la vida del hombre iguala o supera su obra y los pensares que de ella puedan destilarse.

Moreno algo nos dice acerca de lo Nuevo porque su obra derrama vida, la excita.
Siguiendo la lectura de David Viñas, se puede decir que el Plan de Operaciones trasciende la caótica ambigüedad que lo vio nacer. En el plano del personaje histórico, encarna la superación de la escisión moreneana, la que se debate entre la “representación” de los intereses de la burguesía porteña y el rebasamiento de dichos intereses en pos del libertario amor hacia una Patria tan anhelada como engarzada al poder de la Corona española.

Al enmarcar el Plan en la clave interpretativa del cuarteto, surge lo siguiente:
Por un lado, lo Nación se expresa (de aplicarse y triunfar el Plan) en el éxito de la incipiente burguesía porteña con respecto a la puesta en práctica de su nacionalismo político, siempre subordinado a su liberalismo económico constitutivo. Por otro lado, si bien el Plan hermana a lo Nación con la acción revolucionaria en un nivel operativo, lo Revolución, en su potencia, sobrepasa la pulsión nacionalista porque cada una de sus líneas destila el amor del guerrero hacia su Patria inmanente, ansiosa de nacer. El patriotismo de Moreno, en su empuje sanguinario-astuto-revolucionario, es de una vitalidad superior al casi inexistente deseo de consolidación nacional, lo antecede como la sana locura del instinto primitivo antecede al refinado impulso civilizatorio: lo excede dado lo relampagueante de sus posibilidades.

Moreno no apela a ninguna esencia argentina subterránea (sí se inspira teóricamente en la tradición iluminista francesa), ve en la acción política revolucionaria la chance de liberar a esa Patria que no existe sino en el anhelo. Así su amor anhelante, siempre disruptivo y luminoso, da vida, en este caso, al ideal de la Patria.

Sin dudas, en el festejo de dicho amor, que es simple, habita algo que nos habla de lo Nuevo por acontecer.

∞∞∞∞

Alberdi es el más fiel exponente de la fuerza centrípeta de lo Nación hecho proyecto político. La introducción a sus Bases dice así:

“Quebrantadas las barreras por la mano de la revolución, debió esperarse que este suele quedase expedito al libre curso de los pueblos de Europa; pero, bajo los emblemas de la libertad, conservaron nuestros pueblos la complexión repulsiva que España había sabido darles, por un error que hoy hace pesar sobre ella misma sus consecuencias”.

Alberdi no comulga para nada con lo Revolución en sus emergencias anti-estatales y utópicas y guerreras, siempre antagónicas con respecto a lo Nación en el sentido de los tipos conceptuales puros que componen las aristas de nuestro cuarteto.

“El socialismo europeo es el signo de un desequilibrio de cosas, que tarde o temprano tendrá en este continente su rechazo violento, si nuestra provisión no emplea desde hoy los medios de que esa ley se realice pacíficamente y en provecho de ambos mundos”.

Sin embargo, sería erróneo pensar que las formas del cuarteto se estructuran de modo tal que lo Nuevo sólo es consecuencia de la acción histórica concreta de lo Revolución.

El pensamiento alberdiano es creador, por tanto, a su modo, le canta a lo Nuevo. En él no existe esencia nacional, sino un crudo dato: somos producto del triunfo de la pólvora europea y sus valores civilizatorios. Nuestro futuro depende del peso de esta realidad y de la “imperfecta libertad” de una autonomía relativa que de a poco vaya socavando la foraneidad del dato en pos de una construcción propia. En la medida en que el influjo invasor se mezcle armoniosamente con el suelo americano, en equilibrada relación con los estratos colonio-nativos, lo Nación podrá constituirse, y tendrá el sello “distinguido” de la Civilización.
La disputa de Alberdi con Sarmiento luego de Caseros grafica esta concepción histórica.

Una vez derrotado el Restaurador, Alberdi ve en Sarmiento el resabio de elementos propios del mismo Rosas, supuestamente su alter. Dichos elementos, en efecto, son facúndicos, por tanto, están en conflicto con el impulso de la modernidad occidental. Lo que en Sarmiento es la tensión irresoluble entre la Civilización “y” la Barbarie, en Alberdi se transforma en una indubitable “o” que se decide por uno de los polos, una “o” que sueña con crear una estructura institucional capaz de fundir la nación argentina hispano-colonial con la nación anglo-republicana.

“Ante la exigencia de paz, ante la necesidad de orden y de organización, los veteranos de la prensa contra Rosas han hecho lo que hace el soldado que termina una larga guerra de libertad, lo que hace el barretero después de la lenta demolición de una montaña. Acostumbrados al sable y a la barreta, no sabiendo hacer otra cosa que sablear y cavar, quedan ociosos e inactivos desde luego. Ocupados largos años en destruir, es menester aprender a edificar”.

Nada es propiamente argentino, lo argentino es lo que hay por construir, nada es esencialmente argentino, ni siquiera el suelo que sintió la caricia ancestral de los pies originarios, tampoco inocentes, como se quiere creer por culpa de una comparación que se vale de una vara parcial que entiende como sinónimo de benigno al exterminado.

Sin embargo sí, todo exterminador es reprochable.

Continúa Alberdi derrochando una ambigua lucidez:

“Y sin embargo, es menester caminar en la obra de la organización contra la resistencia del gaucho de los campos y de los gauchos de la prensa. Si los unos son obstáculos, no lo son menos los otros; pero si ellos son el hombre sudamericano, es menester valerse de él mismo para operar su propia mejora o quitar el poder al gaucho de poncho y al gaucho de frac, es decir al hombre de Sudamérica para entregarlo al único hombre que no es gaucho, al inglés, al francés, al europeo, que no tardaría en tomar el poncho y los hábitos que el desierto inspiró al español europeo del siglo XV, que es el americano actual, europeo degenerado por la influencia del desierto y la soledad”.

Lo Nuevo se exhibe en Alberdi como proyecto político que lucha por constituir lo Nación mediante un movimiento conciente de una fragmentación genética inicial, sólo resignificada en una unidad de realizarse la parábola de dicho movimiento. Dada su época, esto merece llamarse revolucionario, tanto o más que muchos sueños nobles y muchos fusiles, ya cansados de dispararle al horizonte.

∞∞∞∞

El prefacio de El mito gaucho, de Carlos Astrada, comienza así:

“Para un pueblo, toda posibilidad de grandeza surge de un gran comienzo, de un impulso inicial, de la tensión de un esfuerzo heroico como punto de arranque de la parábola de un destino”.

Más abajo continúa:

“Este comienzo histórico, este impulso creador no puede ser abolido ni superado por lo que viene después; no hay “progreso” que lo destruya o lo desvalore. Es un comienzo que seguirá operante e irradiando su influjo casi místico mientras exista el ser colectivo que lo ha comenzado y que con él ha advenido a la vida libre y soberana. Pero si este comienzo no puede ser abolido, puede sin embargo, ser desvirtuado, falseado, traicionado. Es necesario entonces, y se justifica, el empeño por retomar contacto crítico con ese pasado liminar, que es una esencia constante, que es germen viviente y vivificador”.

Astrada encadena el poder nucleante de lo Nación a una esencia que se manifiesta en la conmemoración metafísica del mito gaucho. En este sentido, Lo Nación y lo Esencia se concatenan mediante la noción de “sentido histórico”: se transforman en eslabones de una progresión destinal que promete futuro, pero al mismo tiempo inhabilita como “desviaciones”,”ficciones” todas aquellas nuevas formas vitales que escapen al yugo de dicho proceso histórico inmanente.
Lo Nuevo se ahoga, sí, tal vez por amor a la sabia de las raíces espirituales originales, pero también por temor a lo desconocido, siempre amigo del peligro salvante.
Se trata de una memoriosidad excesiva, ritualizante, del “sentido histórico” que:

“(…) supone, pues, una inmersión en el pasado, de la que se retorna al presente con el hilo de la continuidad efectiva de un proceso que concierne a la vida de un pueblo y su futuro. El enriquecimiento y apertura a lo universal de una determinada concepción de la vida nacional de una comunidad radica en el desarrollo, no obstaculizado por factores ficticios o intereses creados o supercherías partidistas, del sentido histórico”.

Este razonamiento supone la posibilidad de un retorno porque de antemano pone, instaura artificiosamente, una linealidad gradual al calendario histórico argentino: ¿Si en Enero Fierro es un marginal que yerra por la pampa hostil, en Diciembre deberá estar calentando el sillón de Rivadavia?

Una fidelidad venerante al destino histórico y sus mitos esenciales puede devenir en ridiculez histórica, si se es rigurosamente consecuente. Porque cuando el mito pone sus esperanzas en el recuerdo ritual para el desarrollo de su energizante misterio, es de esperarse que el presente que anhela lo Nuevo lo rechace por momia, por carecer de un brío revolucionario de pulsión creadora.

En mi opinión, el mito gaucho pierde potencia vital y espiritual cuando se enmarca en el pensar de la Filosofía de la Historia, en el caso de Astrada, creo que una fuertemente inspirada en Hegel y en un Heidegger vivo, por ello demasiado reciente, demasiado contagioso.

Creo que las derivas de la dialéctica entre “lo nacional” y “lo universal” podrán ajustar la brújula de nuestro sentido histórico, lo cual es mucho, pero poco ayudarán como fuente de inspiración al cause de las potencialidades revolucionarias que desean lo Nuevo, lo impensado, lo imposible, lo incorrecto, y muchos más “ines”.
Puede que el mito gaucho, siguiendo la titánica lectura de Astrada, ilumine la cueva de nuestro origen, acuda a la comprensión de la mixtura telúrico-humana de nuestra cultura nacional, puede que indique y honre las pautas para una comunidad argentina futura, pautas que exuda la mismísima Pampa silenciosa (y su siempre húmedo sueño insurrecional), pero esta acepción del mito, en el forzado empeño por develar y promocionar lo Esencia (que sin dudas supo y sabe ser vida), obtura como un lastre la praxis siempre virgen, inocente, fresca, de lo Nuevo y sus obras políticas, artísticas…

∞∞∞∞

… Diferente es la interpretación que hace Lugones del mito gaucho, otras son las formas que concede nuestro cuarteto desde su visión.
En Lugones, el gaucho se jacta menos de su valor vital y sin embargo se expresa mejor, sugiere más: por enaltecer y reconocer su dimensionalidad estética, ésta exégesis del mito, según mi parecer, supera el intento de Astrada, que huele a sofísticación metafísica disfrazada de ontología nacionalista.
Lugones es poeta, vehiculiza el arte que lo posee y lo desborda, su cantar resuena mejor, más auténtico, menos preocupado por articular el vuelo con la veracidad y su plomo.
A pesar de una documentada argumentación historiográfica (que hasta se desliza irónica), la reconstrucción del herculíneo linaje del gaucho me parece, en su sencillez, sugerente y descarada. Si bien la idea de una genética pagana en el gaucho se siente foránea y ajena, creo que excita e invoca más a la constitución de lo nacional que muchas arqueologías desveladas por desenterrar la argentinidad esencial, esa que sería un válido criterio de proyección-decisión.
Lugones siente más cercano al semidiós heleno que al mate y al poncho, más cercano al paladín medieval que a la vaca pampeana, así lo siente porque dichas figuras irradian, más allá de toda cronología y geografía, las fuerzas instintivas que parecen encaminar nuestro destino hacia lo bello y lo libre, más que hacia el orden y lo verdadero.

En un punto, somos dionisíacos.

Por eso a Lugones no le extrañas sugerir una lluvia cobre en Buenos Aires, que los monos logren hablar, que el doctor Paulin sea capaz de destilar el pensamiento, no lo asusta la tenebrosa Viola Acherontia, pues todas estas fuerzas expresan lo absurdo, lo mágico, lo hermoso, lo terrible del ser argentino que es marginal y virtuoso como el gaucho, pero no, nunca, sólo la gauchidad misma.
Y así nos asomamos a la fatal chance de un destino condenado, para el mal de millones, al dionisiaco festival del arte hecho pueblo y Nación, harto sorpresivo, estúpido, paradojal, pero siempre bello para aquel esteta a-moral que en su estadío más empático sueña con fundar una colonia para artistas.

El cuarteto en Lugones se asemeja a una tragedia griega con sombríos ribetes cómicos:
Lo Nación apela a lo Esencia bajo una forma que deviene irónico-estetizante, esto traducido a consecuencias políticas, hacia principios del siglo XX la oligarquía dominante empuña como adorno legitimante la recuperación lugoneana del gaucho (personaje al cual ella misma se ocupó de perseguir) y la aplaude de pie en el Odeón mientras fragua un modelo de país pensado para que los muchos vivan de rodillas.
Lo Nación, que tímidamente se expande al ritmo del crescendo radical, luego se corrompe hasta el gemido de la risa más triste, ¿y lo Revolución?
Lo revolucionario, la clave en esta constelación infame, pasa a llamarse “6 de Septiembre de 1930”.

Por otro lado, la recuperación lugoneana del gaucho, en uno de sus posibles puertos, profetiza la posibilidad (¿condenatoria?) de un destino estético para lo argentino. Pagano, caballeresco, aventurero, poeta maldito de lo Nuevo. Pero de lo Nuevo que no pugna por nuevos relatos histórico-sociales, que no ama la Patria, que no construye lo Nación, que no le canta a los mitos maternales, sino lo Nuevo en su estado más puro y peligroso, salvaje: la revolucionaria indiferencia del arte por el arte mismo: la oscura búsqueda de lo bello sin que lo justo importe.

∞∞∞∞

Estos cuatro caminos ha señalado el cuarteto en esta ocasión.

Si logran inspirar al pensar de lo posible y el actuar de la esperanza, bienvenidos sean.

Si logran incitar al más furibundo rechazo, bienvenidos sean, porque algo habrán dicho.

Si no logran nada, habrán fracasado, porque el silencio de la nada es bienvenido cuando la paz del cementerio (quizá ni siquiera), hoy no tenemos paz, sino la necesidad de aunque sea apasionarnos por algo, cualquiera sea el rumbo, cualquiera con tal que la indiferencia no se erija como cómplice de los que sí creen saber y lo que sí quieren hacer, y hacen: no se que es democracia, ni se si es el infaltable horizonte de lo que debe ser, pero lo otro se que no lo quiero: es la automática carcajada de los pocos.

Si estos cuatro caminos torpes, logran al menos plantear la siguiente pregunta, el cuarteto sonreirá satisfecho, desde calma su abstracción azulada:

¿Es posible el brotar- acontecer de algo históricamente nuevo, insospechado, en la política argentina?