domingo, 22 de noviembre de 2009

Locutorio

1
no sé bien cuándo pero
hace bastante que estoy acá, en el locutorio
y ya tengo recuerdos pixelados, voy perdiendo
piecitas de mi rompecabezas
aunque sigo sin poder
sacarme de encima la nítida
imagen de mi vieja echándome
a los gritos cual tormenta
hasta que, no sé bien cuándo
amanecí acá,
en la puerta del locutorio



2
permanezco internado doce horas, en esta especie
de hospital aeronáutico que es para mí el locutorio
que es para el que trabaja en el locutorio
el locutorio, una incesante clínica de lo mismo
aunque con leves matices con
diminutos chirridos en la maquinaria
como si bajo una estructura de hierro
respirara el error, la palabra equivocada:
como si patricio siguiera vivo en cada fallo,
a pesar de la mecánica,
tras los escombros



3
a mi jefe
nunca le vi la cara
-aunque soñé con ella dos o tres veces-
el tampoco vió jamás la mía
pero le bastaba
que yo supiera de la camarita ahí arriba,
colgada
que todo lo vigila, en penitenciario
blanco y negro todo.
hasta que descubrí que no estaba enchufada
y me reí, me reí en el trabajo
pensando en la pobreza franciscana
de su querido panóptico



4
los domingos son de sol pleno
como sonrisas de parejas que pasan
que se van al parque a fumarse un porro
y otro, a darse unos besos, y otros
y yo
cada vez más gélido
arrastro la sombra secreta
de un calabozo



5
durante horas la gente se enfilaba
para entrar, poder hablar, y me decía
puede ser una cabina?
puede ser
una cabina?
puedo, creo que puedo
y soy una cabina, con su cuadrada transparencia
de cabina
pero a veces mis mambos se disipan
devienen firuletes de un tubo de teléfono
y patricio se arroja por el tobogán espiralado:
cae cae
y cae
y al cabo de cierto tiempo la caída
deja de ser
un inocente juego



pef