Mostrando entradas con la etiqueta Patricio Foglia. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Patricio Foglia. Mostrar todas las entradas

lunes, 14 de abril de 2014

Patricio Foglia



José

Al principio, no hubo para mí ninguna buena nueva.
Yo estaba en el taller, preocupado por mi trabajo.
Cuando llegó, supe que algo había cambiado.
Dudé. Sentí miedo. Pensé en los vecinos:
Ahi va José, el carpintero,
su esposa espera un hijo que no es de nadie.
Sigo sin entender que pasó
pero tampoco me importa: mi señor es justo y misterioso.
Soy un hombre sencillo, prefiero no hacer demasiadas preguntas.
Confío en mi corazón, y también en mi esposa.
Y si tengo dudas, 
sigo trabajando, golpeo fuerte, sin decir nada,
atento a mi trabajo con la madera.

*  *  *  *  *  * 

Theo

Johanna dice que la pintura es una excusa
para vivir sin trabajar, como lo hacen los vagos.
pero quedate tranquilo.
yo sé que no es así,
todo se va a arreglar pronto,
de una u otra forma, vamos a poder armar un taller,
en una esquina luminosa, a pocos minutos del campo,
pero eso sí, te pido un favor: dejá de disculparte.
Dejá de disculparte, no es necesario,
soy yo el que está agradecido,
el que destina con alegría una parte de su esfuerzo
para que puedas, en nombre tuyo
pero también en el mío,
observar desde lo alto, como en un sueño,
el amarillo de la campiña y la verdad oculta en los campesinos,
como aquel globo aerostático
que flotó sobre nuestras cabezas,
la tarde en que nos escapamos de casa,
cuando éramos chicos: aquela vez salí corriendo,
tuve miedo del castigo. Pero vos te quedaste,
hasta bien entrada la noche, mirando cómo el sol se iba,
cómo cambiaba el color de cada cosa.
Vincent, hermano, no vuelvas nunca de aquella tarde,
no escuches a nadie, seguí pintando,
no te olvides que sos
nuestra única esperanza.

Textos pertenecientes a la serie "Papeles secundarios", del libro Lugano 1 y 2, recientemente publicado por Viajero insomne editora.


lunes, 7 de abril de 2014

Viernes 11 de Abril - CASA DE LA LECTURA (Buenos Aires)


Este Viernes 11 de Abril
se presentan los libros:

- Pequeños botes cruzando lo negro del río, de Martín Vazquez Grillé
- Los perros también se van, de Varónica Yattah
- Lugano 1 y 2, de Patricio Foglia

El evento será en Casa de la Lectura, Lavalleja 924, Buenos Aires

Más información en www.viajeroinsomne.com.ar


lunes, 5 de noviembre de 2012

Patricio Foglia


Fútbol 5

El partido es de noche o con lluvia
o es una tarde de sol o necesita
de los reflectores al máximo, y hace frío
o mucho calor; el partido
es un rito que nos resguarda, es
el opio de los pueblos
que fumamos sonrientes; no tanto la razón
por la que el capitalismo triunfa en la tierra
sino el pequeño amparo
la casa en el árbol, al margen de la tormenta.

jueves, 3 de mayo de 2012

El Pescador


El ruido de los ríos, de Andrés Lewin
(En el aura del Sauce. 2011) 

Según el escritor Eduardo Galeano, quién escribe lo hace para reunir sus retazos. Durante nuestra infancia, la iglesia, la familia y la escuela nos enseñan a divorciar el alma del cuerpo, y también, la razón del corazón. Frente a esto, Galeano nos recuerda a unos pescadores de la costa colombiana quienes, al parecer, inventaron la palabra sentipensante. Esta palabra busca nombrar la verdad completa. El ruido de los ríos bien podría formar parte de este dialecto mítico que soñaron los pescadores colombianos, porque abreva en una forma sentipensante de percibir el mundo. Como dice el epígrafe de Yupanqui, al inicio del libro: lo que adentra la cabeza / de la cabeza se va / lo que adentra el corazón / se queda y no se va más.

Andrés Lewin nació en Buenos Aires en 1978, y éste es su primer libro. Desde El ruido de los ríos, a partir de su título incluso, podemos pensar que la figura del poeta asume la máscara de un pescador. Se trata, creo, de un pescador tranquilo, sentado a la vera de su propio afluente emocional y en plena celebración; lo que hacemos al leerlo es escuchar su silbido, su canción atónita. ¿Y qué celebra ese ruido? No quiere alabar lo excelso sino más bien lo incompleto, un modo de ser imperfecto que tiene -si observamos con atención- todo lo que realmente existe; en El ruido lo imperfecto emerge con parsimonia, refulgente en su pequeñez, como en estos versos del poema “El artesano”:

Ángel estrella
se rasca la espalda.

Le duelen
las cicatrices heredadas

resabios 
de un legado de derrotas.

No se resigna
Escapa.

Como toda estrella
se sabe sólo un punto

pequeño
muy pequeño.

Pero el brillo
esa es su revancha.

A partir del cauce que van configurando los versos, es posible escuchar el rumor de un continuo anhelo: una sed de reconciliación. Hay brillo, y también revancha: el yo lírico aparece como una voz pausada, eminentemente oral, que desea redimir de su nimiedad a los curiosos personajes para quienes canta sus poemas. Y llega, en esta especie de búsqueda inmóvil, en esta pesca de personajes y redenciones, a gestar un pueblo entero, un pueblo con Tadeos y con Aúnesposible, con Trankipankis y Jacintos, con Ángeles Estrellas, amparados bajo el aura de su eco indulgente. 

Hay quien busca en un río la compasión y la compañía de un espejo. De alguna forma, en El ruido de los ríos los personajes que el autor rescata se asemejan también a ciertos lectores de poesía, o mejor aún, a cierto modo de acercarse al género: la poesía para quien la lee como el amparo del eco indulgente. Aunque sea terrible el subject, como por ejemplo en el drama y los chirriantes estertores de ese artefacto imposible que es la familia, a la manera de Sharon Olds, ó incluso en los poemas malditos de Lautremont; los leemos -entre otras cuestiones- porque nos sentimos menos solos. Cierto modo de acercarse a la poesía me hace acordar a las voces de este libro, y también a aquel capítulo de Band of Brothers: we stay alone together

También, podemos pensar El ruido como una imagen. Habría que imaginar en primera instancia un cuaderno, un viejo cuaderno de notas. En él, Figuras, paisajes de libreta personal, reunidas un poco azarosamente, dibujadas a los fines de un rescate emotivo. Escribo esto y me viene en mente Ricoeur, cuando hablaba de Lo Dicho en el decir. Ricouer sugería una forma de la memoria, que es también una forma de escritura: como si todo lo que ocurriese alrededor nuestro no hiciera más que desbordarnos, una y otra vez, y nosotros, de ese enorme continuum que nos supera -cada cosa que vemos ó escuchamos, incluso las más superfluas: el decir, incesante- no pudiésemos sino elegir algunos pocos fragmentos, que aparecen resaltados, fluorescentes en nuestra memoria, justamente Lo Dicho del decir. El ruido son esos fragmentos dispuestos en clave poética y a la vez la chance de espiar ese cuaderno de bosquejos, de imágenes garabateadas. En este caso en particular, lo que para otros puede ser un mero ruido, una nimiedad más o menos insignificante, en El ruido surge en cambio celebrado y enaltecido, ocupando el centro de la escena. Como si nadie se ocupase de esos personajes, esas voces que el libro bosqueja y protege del olvido. El libro remixa la selección cotidiana, que suele excluir a los Jacintos y Tadeos. 

En definitiva y a la larga, en El ruido de los ríos un pescador se revela como un oculto demiurgo. A la vera de cada poema, el poeta deviene un creador de voces en la orilla, como en aquel verso de Gómez Jattim: Soy un dios en mi pueblo y mi valle / no porque me adoren sino porque yo lo hago. Si el poeta es un pescador, y el pescador un pequeño y piadoso dios, digamos a su vez que este río de los ruidos es una demorada travesía sonora que recorre y nombra a su paso un modo de dibujar y de escuchar, un particular modo de percibir nuestra América Latina.


Patricio Foglia

Reseña aparecida en la recomendable revista virtual "NO RETORNABLE" (http://www.no-retornable.com.ar/v11/nuevo/foglia.html)

jueves, 10 de noviembre de 2011

Temperley (Patricio Foglia)


sobre Temperley, de Patricio Foglia.
(En el aura del sauce, Buenos Aires, 2011)


Temperley es el primer libro de poemas de Patricio Foglia. Un libro breve donde las palabras aparecen estalladas. Un fuego artificial que explota su sentido una y otra vez, al infinito. Con un elogioso prólogo de Osvaldo Bossi, Temperley se divide en cuatro series bien diferenciadas, aunque todo el conjunto hace eco con lo que podría ser un poemario iniciático. Sin embargo, la voz joven que dice los poemas no persigue aquí la adultez ni sus estereotipos ni maneras: más bien traza un camino propio, rebelándose contra las reglas que imponen el mundo del trabajo y los mayores, el barrio y la educación sentimental.

Huir de lo conocido. Crecer hasta volverse chico otra vez. Conocer y perder el amor o la guerra. Los poemas de Foglia dan cuenta del recorrido de un yo por diferentes tiempos y espacios. El encierro, aparentemente eterno, del empleado de un locutorio en una ciudad arrasada y hecha de escombros, que vive más en su imaginación que afuera de ella; el sueño infantil de la nave espacial con viaje a la luna incluido; el recuerdo del amante perdido y una guerra absurda que, se sobreentiende, es Malvinas.

En esas peripecias de la voz, la casa y la lengua paternas quedan atrás. También lo-que-se-debería-haber-sido, porque gana la batalla el yo que da el salto y, entonces, pierde el cliché: “retumba ahora en el vacío/ porque somos de temperley, y nadie/ es astronauta en temperley/ porque la gente se dedica a otras cosas/ me decían: si te gusta viajar,/ podés ser/ camionero ,/ y yo escuchaba esa clase de crueldades/ que sólo circulan entre amigos/ muy amigos/ pero yo tenía claro que no podía seguir viviendo/ en temperley/ en la casa de mis viejos/ en el barrio de mis amigos”.

¿Cómo hacer para convertirse en otro? ¿Qué lugar nuevo ocupar? ¿Cómo alejarse de lo que todos esperan de uno? Ser distinto -o jugar a serlo- (astronauta, bailarín, soldado, fantasma, son algunas de las posibilidades que el autor acumula en su libro), implica un pasaje la mayoría de las veces inquietante y doloroso. Un aprendizaje a contrapelo: “mientras releía me acordaba/ de la cara de espanto que nos ponían/ del horror en sus rostros/ cuando les decíamos que nos llamábamos igual/ y que nos amábamos tanto”.

En los poemas de Temperley , no sólo hay alguien que imagina y fantasea a la manera de un chico transformado en el protagonista de su película favorita, incluso existe quien sufre por amor y revisa su memoria en busca de fragmentos de vida compartidos, esquirlas de momentos íntimos, ya imposibles, que perforan el corazón como una herida de bala.

Verónica Pérez Arango

------------------------------------------

Verónica Pérez Arango (Bs. As., 1976): Estudió Letras en la UBA y actualmente cursa la Especialización en Procesos de Lectura y Escritura en la misma universidad. Publicó la plaqueta la desdentada (Dirección General del Libro y Promoción de la Lectura, 2002) y Camping (Vox, 2010). Poemas suyos fueron antologados en el libro Quedar en lo cantado (El fin de la noche, 2009). Obtuvo dos menciones en la convocatoria Poeta Revelación 2011 organizada por Plebella. Dicta clases y talleres de literatura.

Reseña publicada en la muy bonita revista NO RETORNABLE ( www.no-retornable.com.ar )

martes, 25 de octubre de 2011

Sobre EL RUIDO DE LOS RIOS (Andrés Lewin)


Los siguientes textos fueron leídos en la presentación del libro, Club de Arte Vuela el Pez, Miércoles 19 de Octubre de 2011.


El ruido de los míos

Mientras leía el libro de Andrés Lewin, pensaba que para oír el ruido de los ríos, primero hay que acercarse.

Hay que acercarse a ese lugar de donde viene el ruido acompasado, la voz de estos poemas. Digo esto por dos motivos. Por un lado, porque en este libro el tema del acercamiento está trabajado una y otra vez. Y por otro lado, porque esta misma presentación, esta reunión de Andrés Lewin con todos nosotros, es también, evidentemente, una manera de acercarse muy particular.

No puedo dejar de pensar que ésta es una doble presentación. Se presenta El ruido de los ríos, pero también, tan importante como el libro, y sobre todo por ser su primer libro, el Andrés que muchos de ustedes conocen como amigo, conocido, o familiar, hoy se presenta como escritor, como poeta. Y esto, créanme, no es poca cosa. Me honra ser parte de esta suerte de transformación, ver cómo, para muchos de nosotros, Andrelo va a ser de golpe Andrés Lewin, autor de un libro de poemas.

Un libro donde el tema del acercamiento es recurrente. Como en la ilustración de la tapa, creo que hay una gran horizontalidad en el libro, una mirada que intenta traerlo todo junto. Por ejemplo: vemos a personajes del campo acercarse a la ciudad y plantar su mirada extrañada, oímos una gran cantidad de diálogos entre personajes familiares, kiosqueros, cartoneros, en lugares también reconocibles, una voz que se hermana con los personajes, como si dijera: “Éste es el ruido de los míos”. También hay una aproximación a las tradiciones orales (de hecho, ésta es una poesía muy hablada, para ser oída o, en todo caso, para leer con el oído), y tiene un detallismo que hace que lo que a primera vista pueda ser marginal sea traído al centro de la atención.

Pero sobre todo hay, más que un acercamiento, la búsqueda de un lugar de refugio. Hay una frase citada en el libro que me parece que ilumina bastante lo que quiero decir, es del anarquista Simón Radowitzky y dice: “Yo integro, pese al encierro, la familia proletaria”. Acabo de hablar de refugio y sin embargo esta cita habla de encierro. No creo que sea una incoherencia. Son las dos caras de un mismo modo de concebir la poesía. Y su fuerza radica en ese pese a, pese al encierro la comunión se logra.

En El ruido de los ríos, y enfatizo el plural, hay muchas voces que se entrelazan para formar el tejido de estos poemas por donde se filtra a un tiempo lo íntimo, la conversación con uno mismo, la silenciosa reflexión, y la preocupación por el otro, la mirada social, abarcativa, (“Mi tradición / es la del hombre que se sienta a mi lado”), poemas barriales y otros de tema más latinoamericano, como si el foco se acercara y luego alejara, podemos ver tanto al Che o a Riquelme como a Tadeo Benítez, kiosquero. Digamos, si la marginalidad es una especie de encierro, estos personajes, pese a su condición, o potenciados por ella, saltan esa barrera y oímos su voz refugiada –y expuesta- en los poemas. Ese es el privilegio de esta mirada, y también su riesgo.

De alguna manera, la poesía de Andrés capta algo de lo evanescente, de los saludos al pasar, de las preguntas que nos hacen ruido al movernos del campo a la ciudad, algo del calor, de la música de la conversación, algo de todo eso lo capta la poesía y quedan los poemas. Se escribe en el encierro de la soledad pero se logra que se plasme un rumor vivo, anhelante, cadencioso que no está exento del placer, es decir, de cierto divague, de cierta pérdida de tiempo o, en todo caso, ese saber tomarse su tiempo para mirar, para decir lo que uno ve, cosas no bienvenidas en la vida cotidiana, regida por otros tiempos y pautas. Por eso, por más que leamos cosas que nos puedan parecer muy cercanas y familiares, no hay que dejar de prestar atención al trabajo de fondo que hace de esto algo que escapa a lo cotidiano por ser de otro orden, y que, en definitiva, hace que esto no sean crónicas sino poemas.

Dentro de la marginalidad de la poesía en el mercado editorial y dentro de la marginalidad de la literatura respecto del mercado global, hoy podemos celebrar esta nueva voz que nos dice:

Yo sí tengo algo para decirle al mundo
no sé muy bien qué es
ni si existen las palabras adecuadas
pero alguien tiene que hacerlo
esto se cae, se cae

Sé que hablé de algo así como una horizontalidad, pero ¿ven? este movimiento vertical aparece a cada rato, como un trastabilleo seguro, un saber tropezarse y deleitarse en la demora de la caída.

Como para terminar, en uno de sus textos, Saer dice que “… la poesía no es río majestuoso y fértil sino una piedra firme en medio de la corriente que se deja pulir por el agua”. Por un momento se me ocurrió pensar que El ruido de los ríos podía ser ese, el del agua raspando, tocando, acariciando las piedras invisibles, esa dura maravilla al fondo de las cosas, el sonido de un trabajo perfecto y continuo.

Empecé diciendo que para oír el ruido hay, primero, que acercarse. Fui demasiado medido. Nosotros nos hemos acercado y llegamos a la orilla. Ahora les pido que, como un buscador de tesoros, como un cartonero, hundan sus manos en el agua, como dice Andrés

porque seguro en el fondo
muy al fondo

algún silencio encontraremos
.

A lo mejor el lugar donde el silencio de la piedra que se deja pulir y el ruido de los ríos, coincide.

Tomás Maver


------------------------------------------------------------------------------------------------


Pescadores

Según Eduardo Galeano, quién escribe lo hace para juntar sus pedazos. Durante nuestra infancia, la iglesia, la familia, la escuela, nos enseñan a divorciar el alma del cuerpo, y también, la razón del corazón. Frente a esto, Galeano nos recuerda a los pescadores de la costa colombiana. Al parecer, fueron ellos quienes inventaron la palabra sentipensante, y con esa palabra buscan definir al lenguaje que desea decir la completa verdad. El ruido de los ríos bien podría formar parte de ese lenguaje mítico que soñaron esos pescadores colombianos. En poesía, esta simultaneidad es posible: en última instancia, abrevan todos de una misma forma sentipensante de percibir el mundo. Y como dice el epígrafe de Yupanqui: lo que adentra la cabeza / de la cabeza se va / lo que adentra el corazón / se queda y no se va más.

En este primer libro de Andrés Lewin, podemos pensar entonces que la figura del poeta asume la máscara de un pescador. Se trata, creo, de un pescador tranquilo, sentado a la vera de un afluente emocional ¿Y qué celebra con su silbido, con su canción de pescador atónito? Si no me equivoco, no quiere alabar lo excelso sino más bien lo incompleto, un modo de ser imperfecto que tiene todo lo que realmente existe, y que aparece en El ruido de los ríos refulgente en su pequeñez, en la falta incluso, como en estos versos del poema “El artesano”, en dónde puede leerse:

Ángel estrella
se rasca la espalda.

Le duelen
las cicatrices heredadas

resabios
de un legado de derrotas.

No se resigna
Escapa.

Como toda estrella
se sabe sólo un punto

pequeño
muy pequeño.

Pero el brillo
esa es su revancha.

En el cauce que van configurando los versos, es posible escuchar el rumor de un anhelo continuo: una sed de reconciliación. Hay, como dice el poema que acabo de leerles, brillo y también revancha: el yo lírico aparece como una voz pausada, eminentemente oral, que desea redimir de su nimiedad a los curiosos personajes para quienes canta sus poemas. Y llega, en esta especie de búsqueda inmóvil, en esta lenta pesca de personajes y redenciones, a gestar casi un pueblo entero; un pueblo con Tadeos y con Aúnesposible, con Trankipankis y Jacintos, con Ángeles Estrellas, amparados todos bajo el aura de un eco indulgente.

Ese pescador que atraviesa cada uno de los poemas del libro se revela, en definitiva y a la larga, como un oculto demiurgo, un creador de voces en la orilla: y si el poeta es un pescador, y el pescador un pequeño y piadoso dios, digamos entonces también que el río, el río de los ruidos, pareciera atravesar algún conocido barrio, y en ese trayecto sonoro, nos invita a tener siempre presente a ese otro gran barrio que, en realidad, no es ni más ni menos que nuestra América Latina.

Patricio Foglia


Más información: andreloweb.blogspot.com

El libro puede conseguirse en librería INPAZ (Av. Gaona 3125), o contactando al autor al e-mail: adlewin@gmail.com

martes, 24 de mayo de 2011

Hablemos sólo de las cosas que nos gustan. Hoy: El cisne negro.


El cisne negro. Bajo un oscuro halo de suspenso, con ritmo de cine de terror oriental, Aronovsky propone una reflexión sobre el arte como anhelo, como sed -de perfección, pero no solamente, sino en general: como deseo-; pero también una reflexión sobre la Ley y el infinito peso del deber-ser arrastrado desde la familia; y aún sobre la construcción de la realidad y el modo concreto en el cual ésta es vivida por cada uno de nosotros: y a decir verdad, todos sabemos que lo real es mucho más parecido a un cuadro de Munch o a un cuento de Kafka que cualquier obsoleta e insípida forma del realismo: la realidad -podemos pensar desde El cisne negro- no es vivida de manera real, lo que vemos se ve constantemente atravesado por nuestros fantasmas personales.

Y gira, en su hipnótica danza, sobre sí misma: como toda película medianamente interesante, propone un cierto modo de contestar a la pregunta "¿qué es el cine?", y saben qué es lo divertido? no contesta nada. O lo que responde es, felizmente, un círculo que no cierra, algo hermoso en tanto que contradictorio. O mejor, antes que la figura de un círculo -eternamente perfecto y, por ende, asfixiante- la figura de una espiral: una escritura sobre otra, como hacer una película en dónde la protagonista participa en una versión renovada del Lago de los Cisnes.

Natalie Portman encarna, brillante, ambas figuras, y es una y doble a un mismo tiempo. La dulce nenita de mamá, my little sweetheart se memorfosea y pierde capas y capas de porcelana, que se parten -en una lenta y sostenida estridencia- contra el piso. Una mariposa se transforma en gusano ante la indignada mirada de la Ley; quizás el gran mérito de esta película consista en eso justamente, en contaminar cada punto con su opuesto: el ballet clásico a la manera de una rave furiosa, en dónde ya nadie sabe bien quién es quién y las identidades se desvanecen como la noche cuando falta poco para que amanezca.

Para ese entonces, para cuando la película llega a su fin, uno recuerda que existe, que uno es uno y que -por desgracia, o no- el mundo está ahí. Dejamos de ser ese trapo estrujado, en permanente tensión; esa piltrafa anhelante de más y más y más en que nos convirtió, otra vez, Aronovsky.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Noches Espaciales (de Canciones y Poesia) // este Viernes 24 hs en la Ratonera


Este viernes 20 de Mayo.... preparen los trajes Espaciales...para salir a nadar... para ir de paseo y visitar los Baobabs... Con...


Canciones de:
Wenceslada [www.myspace.com/wencesladanza]
Tobogán Andaluz [www.myspace.com/toboganandaluz]
Tantotiempoatras (Chile) [www.myspace.com/tantotiempoatras]

Leen:
Nahilí Jarcovsky
Fernando Graneros
Patricio Foglia

Fotos:
Silvana Lozano

Cortos:
Cristian González
www.youtube.com/user/cicatriz2


En RATONERA CULTURAL - Avda Corrientes 5552 (E/ Serrano) - 00hs
Entrada: $10

Invita: Fuego Amigo Discos [www.fuegoamigodiscos.com.ar]

jueves, 5 de mayo de 2011

temperley, presentación de Osvaldo Bossi

TEMPERLEY, DE PATRICIO FOGLIA

1.-


Apenas una palabra cae, atrapada por el campo magnético de la poesía, todo se transfigura. Y sobre todo, el sentido, esa ilusión de continuidad que solemos buscar entre la cosa y el nombre que la representa. La palabra Temperley, por lo tanto, que da título a este primer libro de Patrico Foglia, no podía ser una excepción. Alude a una localidad, a un remotísimo equipo de fútbol cuya camiseta es blanca, con una franja transversal de color celeste, y a un poeta más o menos famoso que, cada vez que venía de comulgar, decía, a la manera de los místicos, estar en éxtasis. Vengo de comulgar y estoy en éxtasis, decía ¿se acuerdan? Y ahora, misteriosamente, a este libro, y adentro de este libro, a un poema en particular, donde un niño decide romper definitivamente con esa palabra (Temperley) y aventurarse, convertido en un resplandeciente astronauta, en el espacio exterior.
Como si las palabras nunca terminaran de solidificarse, y al entrar en contacto con nuestra boca, se transformaran en algo que no podemos definir, salvo por la repetición en voz alta de ese sonido, que acarrea sentido, y que es la base de todo poema. La palabra Temperley, entonces, como una polifonía, como un espejo que nos devuelve una imagen de nosotros mismos, también multiplicada, como la de ese poeta que es una localidad del conurbano bonaerense, que es un equipo de fútbol y es, además, cuando acercamos el oído, ese monstruo plural, donde la palabra tiempo y la palabra ley resuenan de una manera inconfundible.
De ahí la sensación de ruptura, de batalla campal que se respira, de una manera o de otra, a lo largo de todo el libro.

2.-


Escapar del barrio, escapar de la casa de los padres, de las leyes del tiempo y del espacio (y sobre todo de la ley, a secas) convierten este libro en un intento —pequeño o inmenso, según se lo mire— de insurrección, donde un niño poeta se ve envuelto, desde la primera página hasta la última, en toda clase de batallas imaginarias. Como si este chico hubiera quedado encandilado con La guerra de las galaxias, o mejor aún: como si hubiera leído, palabra por palabra y en sueños, ese maravilloso poema que algunos confunden con un libro de ciencia ficción y que se llama Las crónicas marcianas. De cualquier forma, este niño decide ser un astronauta (o un poeta, para el caso es lo mismo) y alejarse lo antes posible de la realidad, como si el mundo, tal cual lo reconocemos, fuera el verdadero escenario de ese relato de ciencia ficción.
Como el poema que abre este libro (Locutorio, se llama) donde el muchacho que atiende, doce horas al día, ese castillo de la incomunicación, que es un locutorio, se ve convertido, de pronto, en una caja de vidrio transparente, una cabina de carne y hueso, sin voz ni voto, a quien, indiscriminadamente, le preguntan: puede ser una cabina? / puede ser / una cabina? A lo cual, él responde: puedo, creo que puedo / y de verdad soy una cabina / con su cuadrada transparencia… De esa alienación, al deseo de ser un astronauta, hay un paso, y este muchacho niño, este astronauta poeta, afortunadamente lo da.
Como ejemplo, quisiera leerles el primer fragmento de Temperley, que es, si no me equivoco, un momento culminante del libro, cuando el héroe, después de esa inquebrantable cuenta regresiva, despega de la realidad y se sumerge en ese viaje lunar y desesperado, donde el espacio exterior y el espacio interior se confunden:

comenzando ignición en tres
dos
uno
la nave avanza,
puede sentirse el furor
del despegue, el fuego
concentrado en instantes
que apuntan a la luna
y a mí
me quema pensar
cuántas cosas van quedando
atrás, abajo
después de la tierra arrasada

En estos primeros versos ya está el núcleo de lo que vendrá después: La tierra arrasada por el fuego, el fuego de los pensamientos, el furor del despegue: todo ese dispositivo que pone en marcha la decisión de dejar atrás una palabra, esa sola palabra, Temperley, con todo lo que significa.

3.-


La tercera parte del libro, que lleva por título la fecha 1982, es un descenso brusco a la realidad, un aterrizaje forzoso en medio de unas islas “demasiado famosas”, según Borges, y una correspondencia fantasma entre dos muchachos que llevan el mismo nombre y trafican, en medio de ese delirio -a todas luces suicida- su propio delirio de amor. Sin embargo, entre los estallidos de polvo y pólvora, la anécdota se vuelve borrosa, o se deposita, fragmentariamente, aquí y allá, como los restos de una experiencia cercana, y al mismo tiempo lejana, y hasta alucinatoria. Como si esos dos muchachos fueran, en definitiva, uno solo, y el sobreviviente buscara en el otro, el muerto, algún tipo de verdad que le permitiera seguir.
Voy a leerles uno de esos fragmentos escrito de un lado y otro de la misma trinchera:

alguna mañana
enciendo la radio a transistores
el único sobreviviente feliz de este conflicto
y aunque no me creas, te busco en coordenadas
que después entiendo imposibles
y me tropiezo con la fritura en los parlantes, esa
espesa lluvia
no hace más que disiparte
y se transforma en discreta agonía

ese avance de la penumbra
que combato alucinado

Del Locutorio deshumanizante del primer poema, al deseo de ser astronauta y viajar a la luna, a este combate cuerpo a cuerpo de los chicos de la guerra, entre la realidad y la ficción, la urgencia del yo lírico apoderándose de las escaramuzas del yo biográfico, con una mezcla de Guerra de las galaxias y La Batalla de San Lorenzo, Temperley es un libro íntimo y al mismo tiempo social. Pero social en el sentido que sólo pueden serlo los libros verdaderos: sin forzar los temas, sin mimetismos, sin pancartas.
Libro, por eso mismo, de una extraña unidad, sencillo y complejo a la vez. Sencillo, porque el lenguaje se desliza con fluidez, sin tropiezos; con escasos, casi invisibles efectos retóricos. Complejo, precisamente porque esa transparencia nos permite ver su trasfondo: ese núcleo de oscuridad, o de noche, que según Margaritte Durás, contienen los libros que importan.
Espero que se acerquen a leerlo. No lleva la impronta de ninguna moda ni de ninguna escuela literaria. Y esto, aunque parezca superfluo, es un gran mérito tratándose, como en este caso, de un primer y personalísimo libro de poemas.

Osvaldo Bossi
Abril de 2011

viernes, 29 de abril de 2011

Hoy! Papeles Blancos [Ciclo de Poesía] en Ratonera Cultural



















Leen:

Juan Pablo Bonino. Patricio Foglia. Claudia Masin. Lucas Soares

Canciones:
Feria

PlantaPapel Hecho A Mano [www.plantapapel.com.ar]

MiniTienda de Libros (Traé Tu Edición !!!)

Avda Corrientes Corrientes 5552 [Esq Serrano] - 21hs PUNTUAL - Entrada $10


Bienvenidos y Salud Universal!

jueves, 28 de abril de 2011

Acerca de "Temperley" (Ed. En el aura del sauce)

(El siguiente texto es genuina inspiración de Martín Sanchez Ocampo. Refiere a "Temperley" como bien intitula la nota, el primer libro de Patricio Foglia. Las palabras surgieron a modo de presentación de este libro, la tarde del sábado 23 de abril de 2011)

A 11 días del quincuagésimo aniversario de la hazaña del ruso Yuri Gagarin -el primer hombre en ser enviado en una cápsula al espacio exterior-, la maravillosa idea de ser un astronauta nos vuelve a interpelar, esta vez, desde el viaje simbólico que nos propone la poesía.

Con “Temperley”, Patricio Foglia traza una parábola cósmica de eso que a la mayoría se nos presenta en algún momento de nuestra vida como algo impostergable y que enfrentamos con mayor o menor temor: el “despegue” definitivo de la casa de los padres.

“…Sigo sin poder, sacarme de encima la nítida imagen de mi vieja echándome, a los gritos cual tormenta, hasta que, no sé bien cuándo, amanecí acá, en la puerta del locutorio…”, confiesa nuestro personaje en el primer poema del libro.

Esa eyección, a la que Gagarin reaccionó al final del conteo en 1961 con un “¡Poyejali!” (“¡Vámonos!”), es la coordenada inicial de una bitácora de viaje sobre la vida fuera del hogar, en la que persiste, como un acto íntimo de resistencia a la alienación, la inocente fantasía de ser el piloto de una nave.

“…Me tomó años aprender, cada una de las funciones del tablero, esa inmensa pared adornada, de botones, miles de millones, de botones de colores, que me hacen volver a ser un nene…” dice Patricio acerca de su cohete espacial, ya en la segunda serie de textos.

¿Qué diferencia puede haber entre ese tablero y los comandos para habilitar una cabina telefónica o una conexión a Internet dentro de un locutorio, en el que “diminutos chirridos” señalan “leves matices” en una “incesante clínica de lo mismo”?

Sea cual fuere la respuesta, la constricción de esa maquinaria adherida al cuerpo (“…mi traje espacial, me galvaniza, soy yo mismo…”), es la que quizás obliga al astronauta-poeta a desarrollar una percepción que le permita fugarse del tedio y reparar en los eventos extraordinarios, que se le presentan de una manera tangencial.

Así, “…unos cuantos asteroides, que andan siempre en manada, riéndose como hermosas hienas…” o “…parejas que pasan, se van al parque, a fumarse un porro, a darse unos besos…”, adquieren protagonismo y merecen una descripción que desborda a la estrecha escotilla conformada por los dispositivos telefónicos y computacionales de la tarea diaria.

Entonces, Foglia crea un nuevo artefacto a partir del lenguaje y lo usa como arma para enfrentar a esas “tecnologías de la comunicación”, en una guerra que ahora continuará por otro medio: el de los versos.

El conflicto, que tensa a todo el libro, tiene dos bandos definidos. Por un lado, el de una razón instrumental ridiculizada, compuesta por la jefa ausente que vigila con una cámara desconectada; la publicidad, encarnada en el personaje de una famosa marca de cereales que muere de sobredosis; el ejército, que disciplina al conscripto gracioso y mata al “inglesito”; la policía, el hospital, la escuela, y hasta el “higienismo” de los porteros de edificios.

Por el otro, el del gasto improductivo -aliado a nuestro héroe, aunque más no lo sea momentáneamente-, compuesto por el juego en el barrio con los amigos de la cuadra, la relación (y ruptura) con el otro amado, la gresca entre compañeros de escuela, una fiesta, todos funcionando como un combustible que propulsa a la cápsula desde la cual el yo poético vive su odisea contra lo establecido.

En medio de esa pelea, que da el poeta desde la escritura y en absoluta soledad, el personaje no sólo se observa a sí mismo, (“… como si Patricio siguiera vivo en cada fallo…”), sino también al campo arrasado en el que se convierte la Tierra, dominada por la explotación, el control social, la contaminación y la guerra.

Aparece entonces, al final de “Temperley”, una expresión de deseo, pesimista por cierto, de destrucción total: “…que un meteoro perfore, la superficie celeste, desde la estratósfera en caída libre, encendido devore lo terrestre, nos fulmine…” sentencia Foglia.

En cambio, Gagarin, quien también se salió del protocolo -en su caso el del sistema aeroespacial soviético-, exclamó desde su cabina 50 años atrás que “¡La Tierra es azul! ¡Es hermosa!”, y pidió a los pobladores del mundo “salvaguardar esta belleza”.

La inquietud sobre el destino de nuestra especie y su hábitat natural parece insistir cada tanto. A veces, en un poema apocalíptico que cierra un libro publicado en el siglo XXI. Otras, en la efeméride periodística de un campesino entusiasmado con la carrera espacial moderna. Lo importante, es que no desaparezca.

martes, 19 de abril de 2011

Buzz se va de casa / temperley

Buzz se va de Casa - temperley (HD) from Velcro on Vimeo.



Buzz se va de casa, trailer de temperley -ed. en el aura del sauce-.
realizado por Santiago Lorences, Patricio Foglia, Guillermo Guido, Natalia Cordoba, Clara Rival.

termperley se presenta este sábado 23 de abril, a las 18 hs, en la Ratonera Cultural, Corrientes 5552 esq Serrano. Los esperamos!!!

viernes, 15 de abril de 2011

Presentación libro TEMPERLEY




Presentacion de TEMPERLEY -ed. en el aura del sauce-
ATENTI!
cambio de horario y lugar!!!

SABADO 23 de ABRIL, 18 hs puntual en
Ratonera Cultural, Corrientes 5552
...
presentarán el libro Martín Sánchez y Osvaldo Bossi
muestra de fotos a cargo de Paula Lomonosoff, Guillermo Guido, Maia Vargas
y Julián Lorenzón
se proyectará "Buzz se va de casa", de Santiago Lorences


y despuéssss, fiesta en Alberdi 440 timbre C, favor de traer bebida
y ganas de bailar fox trot y reggaeton

lunes, 21 de febrero de 2011

una noche por los aires

viajar en avión, recorrer la ciudad desde arriba y a cientos de kilómetros por hora, como una permanente nebulosa en fuga. no puedo dormir, tengo nubes en los pies.

a cierta altura, se pueden ver las estrellas: iluminan el cielo de Belo Horizonte o de Buenos Aires o de donde sea que sea. recuerdos del olvido -un presente, después de todo- las estrellas son aquello que explotó hace rato, y no quieren reconocerlo.

las estrellas como otras luces de ciudad, que nos titilan después de una infinita telaraña eléctrica, más allá de los tubos de neón que recubren el ojo urbano.
aterrizamos. de alguna forma la luz triunfó: ni un rastro de vida. son las cuatro de la mañana, un colosal aeropuerto está vacío.

sábado, 20 de noviembre de 2010

la vuelta del malón, el ritmo de una kumbia zombie




Escribir acerca de La vuelta del malón permite decir unas palabras acerca de Ángel Della Valle. Es interesante destacar que mientras el cuadro y la serie de cuestiones que allí se ven anudadas son en mayor o menor medida conocidas, su autor resulta en cambio un personaje intrascendente para la historia argentina. Podríamos extremar esta posición diciendo que, en rigor, todo autor es en principio intrascendente -excepto que haga de su propia vida su propia obra-.

Entonces, una cuestión con relación a La vuelta del malón refiere a la firma que allí se inscribe y a la pregunta por su importancia; más específicamente ¿qué valor podemos asignarle a la intencionalidad del autor a la hora de acercarse a La vuelta del malón?

Es conocido y hasta paradigmático el caso de Jonathan Swift y Los viajes de Gulliver, una obra escrita a los fines de denunciar, con la violencia de un Rousseau, la vileza de la civilización y el absurdo del positivismo, una obra que con el paso de los años se ha transformado en un libro ineludible de cualquier biblioteca universal infantil que se precie de tal. No se discute la importancia de tal género, sólo interesa en este punto señalar la vertiginosa distancia existente entre la intención inicial del sujeto empírico Swift y lo que las lecturas posteriores han hecho de su obra.

En nuestro caso, ¿qué imaginamos que buscaba Della Valle? Podemos entrever una militancia autoproclamadamente civilizatoria, y el ensalzamiento de sus más altas virtudes por intermedio de nada menos que una inversión: el cuadro muestra el accionar barbárico, una dinámica del saqueo que no respeta ninguna propiedad privada -la valija, la mascota, las reliquias, la cautiva-, que profana todos y cada uno de los cuerpos de la civilización y los desmembra. La inversión consiste entonces en que aquello que busca ser configurado como deseable emerge a partir de su ausencia: lo que no aparece justamente es la civilización. Pero, La vuelta del malón vista desde la intencionalidad del autor, implica incluso una inversión en otro sentido, en tanto se apuesta a no mostrar lo deseable sino su opuesto, para reafirmar aún más la sed de progreso civilizatorio, como quién le pone unas fichas a la campaña de Roca. Y al igual que con cualquier otro caso de inseguridad, de lo que se trata es de una falta que intenta agujerear la conciencia del receptor llevándolo hacia un territorio incuestionable, la imperiosa necesidad de llenar un vacío. La vuelta del malón es otro caso de inseguridad y podemos indignarnos al preguntar ¿dónde estaba la policía para proteger a esa pobre gente? En particular para proteger al señor de la cabeza cortada, dueño, poseedor de cuanto le fue desposeído. En ese ¿dónde? Respira el deseo de una aparición, con todo el pulso religioso que de esta súplica y reclamo se deriva. Por lo que puede verse, y al contrario de lo que se piensa, la generación del 80 era también una generación eminentemente religiosa.

Se trata de tópicos característicos: La vuelta del malón se asemeja al Facundo en tanto ambos recorren el tema de la civilización y la barbarie. Pero no sólo por esto, sino también porque en ambos casos la creación estética implica el controvertido procedimiento que consiste en vindicar la civilización a partir de su ausencia, a partir de tomar como objeto del relato determinados elementos de la barbarie -la vida de Facundo Quiroga, la vuelta del malón-. Y en ese proceder, los autores han corrido un riesgo altísimo al crear personajes peligrosos. Personajes que son peligrosos en tanto son encantadores. Han caído así en la misma paradoja que los viejos folletines criminales del estilo Rocambole, toda una literatura policíaca que tiene como protagonistas a los delincuentes y que por una necesidad del relato -una cuestión de buen gusto- requieren, reclaman para sí una configuración seductora. El otro se ve heroificado.

Buscando entonces denunciar la barbarie para hacer notar la necesidad del avance civilizatorio, Ángel Della Valle pinta de hecho un cuadro inolvidable en dónde la felicidad suda vitalismo, es vigorosa y puede verse en cada uno de esos cuerpos saqueadores en movimiento, que violan, que ultrajan la propiedad privada de dos maneras: en tanto de hecho la hurtan y se roban maletines, perros y cautivas; en tanto resignifican objetos, como por ejemplo los religiosos, devenidos ahora boleadoras y lanzas. La vuelta del malón también nos incita a pensar a la gauchesca como parte de un género más amplio: la literatura policial, cuyos máximos exponentes en el siglo XX argentino han sido Jorge Luis Borges y Rodolfo Walsh.
Un trabajo posible consistiría en descolonizar ese género, hoy territorio dominado en gran medida por la masa mediática.

En definitiva, quizás importe la intencionalidad del autor y en este punto el interés estético haya predominado por sobre el interés político en la obra de Ángel Della Valle. Un pintor se deja llevar por esa voz extraña que le habla a veces a los poetas y por ende desoye ciertos requerimientos del orden de lo político. Lo cual tiene por supuesto consecuencias tanto políticas como estéticas.

Cuando el arte triunfa, la obra sale definitivamente del cauce de los intereses del autor, cualesquiera que estos sean. Como un artefacto rabioso, se escapa de las manos. Toda obra verdaderamente valiosa nos recuerda a Frankestein, adquiere una monstruosa e infinita vida propia hasta que llega ese momento de resplandor en dónde termina de matar lo que en ella restaba de intencionalidad del autor.

La firma de Della Valle puede entonces ser pensada como un hecho anecdótico, o no, pero más allá de esa pregunta La vuelta del malón encuentra por fin su modo de existencia actual: deviene a nuestros ojos una excelente película clase B, un film de zombies en dónde los indios masacrados durante siglos -y con ellos todos los otros de la historia- se transforman en muertos vueltos a la vida, dispuestos a alcanzar la victoria, o por lo menos a comerle los sesos a los dominadores, a recordarles de manera atormentante la servidumbre y la barbarie que ha sido necesaria para la consecución y el mantenimiento de su maloliente dominio. Un espectro colectivo se cierne así sobre todo lo establecido y se mixtura con el, hasta volverse indiscernible cualquier diferencia. Las cruces a la altura de las lanzas, las lanzas como cruces. Esa mezcla se produce entonces al calor del hipnótico ritmo de una kumbia zombie. Tal vez, la más maravillosa música.

Cf. Kumbia Queers, Kumbia Zombie
http://www.youtube.com/watch?v=McL6m5Tx3EA

domingo, 10 de octubre de 2010

outlet de papeles




El bolsillo aprieta cada vez más, al calor de la inflación y también del deseo; como suele pasar, los salarios suben por escalera y los precios por ascensor. Vuelve entonces a resonar aquel viejo tango: ¿dónde hay un mango, viejo Goméz? Y sin embargo, todavía nos resulta del todo placentero darnos algún pequeño gustito: alguna salida, comprarse un libro por ejemplo. Desde Papeles Blancos comenzamos esta sección outlet con un muy breve y antojadizo punteo de lugares del centro, acá en capital, en dónde es posible conseguir muy buenos libros a un excelente precio. Porque no tenemos la menor idea de dónde hay un mango, pero sí de dónde es posible gastarse esos morlacos una vez que, felizmente, los tengamos.


HOY: POR EL CENTRO



Todo el mundo sabe que Avenida Corrientes es, en sí misma, una librería prácticamente infinita. Y a veces, se transforma también en un laberinto en dónde resulta muy sencillo perderse. Subrayamos como punto estratégico Sudeste libros, en Av. Corrientes 1117, obviamente esquina Callao. Además de ofrecer ediciones antiguas de libros clásicos, tiene una más que interesante oferta cuasi-secreta: un increíble sector en dónde es posible llevarse tres libros por sólo diez pesos. A modo de ejemplo, les contamos que conseguimos bajo esa modalidad una Antología del formalismo ruso, prologada por Beatriz Sarlo -que reproduce los textos más relevantes de la antología de Todorov- ; El Capote de Gogol, traducido por Centro Editor, y justamente analizado por los formalistas; y La Vida de Chacho y otros textos, de José Hernández. Todo, por diez pesos.

Librería Terramar queda en Av. de Mayo 1110. Cuenta con una serie de colecciones que la propia editorial Terramar viene trabajando con mucho éxito desde hace un tiempo. Entre ellas resaltan las colecciones Letras argentinas Siglo XX y Pensamiento Argentino Siglo XIX. Ambas series reeditan textos nacionales un tanto difíciles de conseguir. En estas colecciones, que cuentan entre otros con el imprescindible Plan de Operaciones de Mariano Moreno, un cierto libro brilla por su desparpajo pero también por su importancia y su cuidada edición. Se trata de ¿A mí me lo vas a contar?, que compila el trabajo de Enrique Santos Discépolo y su recordado –y desde acá celebrado y defendido- personaje que discutía con el contrera Mordisquito. También es digno de mención el conocido Cajón de Sastre//Saldos que se encuentra hacia el final de Librería Terramar, en dónde es posible encontrar por $5 muy buenas ediciones de Sucesivas y Coordenadas, de Lezama Lima; Los heraldos negros, de César Vallejo; Una excursión a los indios ranqueles, de Lucio V. Mansilla (en dos tomos, es decir ¡por diez pesos!) También es posible encontrar allí La vida es sueño, de Calderón de la Barca. Podría incluso darse este gran momento: compramos esta obra de teatro un día miércoles y vamos directo hasta el San Martín en dónde nos espera, por $25, la excepcional puesta dirigida por el catalán Calixto Bieito y protagonizada por la bellísima Muriel Santa Ana y Joaquín Furriel. Lo cual sería a todas luces una salida memorable… y por un par de morlacos que ahora tan sólo hace falta que aparezcan.


Por Patricio Foglia

viernes, 8 de octubre de 2010

Horacio Gonzalez. Visita al MNBA. 29/09/2010. Primera parte.




(Lo que sigue a continuación es la primera parte de un desgrabado: se trata de Horacio González en la visita realizada al Museo Nacional de Bellas Artes por parte de estudiantes y docentes de la cátedra "teoría estética y teoría política" el día 29/09/2010. Me parece que el interés que puede generar lo allí expresado supera con creces los límites acotados de quienes cursamos la materia)


Este museo era antes una toma de agua, esto creo que tiene que ser dicho en primer término. Ni siquiera el Louvre, creo, surgió como museo: era un viejo palacete. La idea de acumular objetos, ruinas y reliquias del pasado y destinarlos a la contemplación pública de modo que la comunidad encuentre cierto síntoma de identidad, esa es una experiencia que tiene cierta semejanza con las experiencias religiosas. No es exactamente una misa… es una experiencia más bien del lado laico pero no deja de ser algo que supone cierta mística comunitaria, un halo de respeto, devoción, están los guías turísticos, están palabras como éstas, hay silencio, hay guardias, de modo que la idea del arte que debe ser contemplado bajo ciertas condiciones especiales es lo que, de algún modo, caracteriza la idea de un museo. El asistente al museo piensa que se le proporcionan las condiciones adecuadas, que son condiciones de la ceremonia del silencio, del respeto, de la autorreflexión, y al mismo tiempo siente con extrañeza que se le quita algo del orden de la vida, del ruido de la ciudad. El museo tiene esa característica, y es esa la dialéctica del museo. A cambio de la vida agreste y conflictiva y violenta, en el museo se exige -como en una misa- que los dioses imaginarios que lo pueblan sean de algún modo convertidos en una experiencia de contemplación y de construcción de una comunidad imaginaria.

Este edificio siempre me pareció más interesante desde que descubrí que antes era una toma de agua. Hay un aspecto singular, desacralizado totalmente en este museo, es la vieja toma de agua de la ciudad de Buenos Aires, cuando el río llegaba muy cerca de acá. Estamos hablando de fin del siglo XIX. Cuando la toma de agua se construyó en 1880 en el edificio de la calle Córdoba, este edificio quedó desactivado y dispuesto a otros fines ¿cuáles serían esos otros fines? son los fines que una élite gobernante definió, y lo definió como museo de bellas artes. El museo de la calle Córdoba, hoy también es un museo y no es más una toma de agua, es un edificio que es la réplica de un edificio holandés, muy hermoso, traído en varios barcos desde Holanda, y se construyó tal cual el modelo originario del edificio de Ámsterdam. Pero es un tanque vacío, y también es ahora un museo, de modo tal que la relación agua-museo… no sé si es excesivo lo que digo (risas)… bueno, estamos fuera de la facultad, en la facultad nos piden ciencia, acá podemos decir otras cosas: y está lloviendo además, de modo tal que el régimen argentino de asociación libre aparece plenamente. Entonces, me pareció que la cuestión de la devoción por el pasado y la idea de lo que fluye permanentemente -como el agua- alguna relación tenía que tener. A diferencia de otros museos en el mundo -no es que conozca muchos- pero este no deja de ser una toma de agua todavía: vean esas columnatas, la fachada, el aspecto estatal descuidado que tiene, el estado no construye una toma de agua con columnas dóricas, jónicas, la construye con estas columnas abusivas, columnas que no reflexionan sobre sí mismas como lo hacen las columnas griegas, las romanas. Preámbulo para otra cuestión vinculada con los museos y los cuadros.

En mi época anterior, cuando despreciaba los museos, no se me había ocurrido pensar que la asistencia al museo y ver algún objeto de algún museo podían intervenir de alguna manera en la historia viva. En algún momento, uno con una edad anterior a la que tiene la mayoría de ustedes había leído una novela que ya no se lee más, que es El túnel, de Ernesto Sábato. Alguno la recuerda. Es evidente que nadie lo lee más, pero antes se leía. Esa novela es de 1948 y trata, si no recuerdo mal, del tema de la contemplación de un cuadro. Entonces, dentro de un cuadro se abría un mundo. Bueno, hoy esa idea también no me parece que figure en ningún programa personal de educación artística, de reflexión personal, de construcción de biografías. Creo que no es posible pensar que la contemplación de un cuadro sustituya la televisión por ejemplo, la producción de imágenes contemporáneas, para reflexionar sobre el itinerario vital, que puede ser el nuestro o el de otro o el conjunto de relaciones en el que estamos envueltos. Y descubrí que esta idea de mirar un cuadro e inventar un mundo era una idea muy fuerte. Sigue estando presente de alguna forma en la bibliografía contemporánea: en Las palabras y las cosas de Foucault es contemplar un cuadro. Creo que lo hace mejor que Ernesto Sábato. Pobre Sábato, no sabe qué hace, tiene cien años, está en Santos Lugares… Entonces, pensé que valía la pena recuperar esta idea de estrato anterior del arte, anterior a las imágenes móviles, a la televisión, y da la impresión de que se sostiene aún la idea de que contemplar un cuadro algo significa. Significa el punto de vista del flujo de la vida, de las aguas, digamos. Y la prueba es Las palabras y las cosas que es este libro que surge primero de un cuento de Borges, y en segundo término de Las meninas de Velázquez. Prácticamente extrae la tesis de que la historia de la mirada, la historia del pensamiento se divide en dos: la época clásica, y la época posclásica. Foucault divide los tiempos, y recordarán que cuando describe Las meninas hay una teoría de la percepción, una teoría del poder público, del poder político, hay una teoría de la pintura. El cuadro se situaba en un lugar en donde se cortan los temas. Y eso también parece un poco abusivo, pero ya hace de la visita al museo algo mucho más interesante, que permitiría escribir un montón de libros que, con suerte, podrán cambiar la historia de las ciencias sociales si se encuentran el cuadro adecuado y las palabras adecuadas para escribirlo. Siempre pensé que ese podía ser el momento de la visita. Una visita reveladora -risas-. Que cada uno diga acá está! El cuadro de Prilidiano Pueyrredón! ¿y a quién le ganó Prilidiano Pueyrredón? Pero cuando vean al Prilidiano Pueyrredón de las dos chicas tiradas en la cama van a ver que no se puede decir ¿a quién le ganó? Ese cuadro es superior al suplemento SOY de página/12, a los artículos de María Moreno. Y eso, en 1830. Ni sé lo que dije. Está mal lo que dije.

Hay una observación que hace Artaud. Antonito Artaud / Antonin Artaud. Que tampoco se lee mucho, se leía mucho antes, hace varias décadas en la Argentina. Sigue siendo interesante para quienes se interesan por la locura, por la extralimitación de la razón, por la idea del arte como una forma que surge más bien de la pudrición del lenguaje. Y él tiene una observación sobre los cuadros de Van Gogh, sobre el cual escribe un libro llamado Van Gogh, el suicidado por la sociedad, es decir: alguien posee un secreto y la sociedad debe suicidarlo: la otra gran teoría francesa del suicidio después de la de Durkheim, y quizás más interesante. Y no tan interesante, al suicida de Durkheim le pasa algo con el mundo colectivo, se retira de su conciencia o entra demasiado en su conciencia, y frente a eso el suicida tiene que tomar una determinación estadística: consulta las estadísticas anuales… (los presentes se empiezan a reír, a lo cual González contesta: es así! Lo dice Durkheim!) y entra dentro de las estadísticas anuales, porque las estadísticas son formas del destino. Bueno, Artaud dice que cuando va a contemplar el cuadro Los cuervos percibió también el corte de los tiempos. Hay una gran influencia de Artaud en Foucault. En ese texto Artaud señala ahí percibí que no son las guerras, las crisis económicas, los hechos que explican ese corte. Miren el salvajismo de este pensamiento para los estudiantes de sociología, es un pensamiento prohibido para los estudiantes de esta carrera. Dirían los sociólogos: los cambios suceden en el flujo de las aguas de los tiempos ¿cómo suceden? A partir de la estructura económica, a partir de las fuerzas productivas. En cambio, Artaud dice todo lo contrario, y lo dice de una manera abusiva, radical, insoportable. En las últimas décadas me pareció que era un motivo de replanteo y de dramática reeducación para estudiantes de sociología esta visita al museo. No para que dejen de pensar lo que las ciencias sociales encaminan, sino para percibir en qué lado de la reflexión está lo absolutamente contrario a lo que forma parte de la educación, preparación, pedagogía reinante. Y esto es lo absolutamente contrario, no tiene sostén este pensamiento, que el mundo se divida en el momento en que yo contemplé un cuadro: antes y después de ese hecho. Y esa descripción que hace Artaud de Los cuervos, finalmente reintroduce todo lo social: reintroduce la guerra, y describe la crisis del mundo contemporáneo sin ninguna palabra referida al lenguaje habitual para describir las crisis. Entonces, volvemos al tema que nos trae acá, si la visión de un cuadro puede efectivamente producir esos efectos desde el punto de vista de la comprensión del tiempo, de la vida, de las relaciones de todo tipo, de la elaboración de una idea de sujeto.



Versión: Patricio Foglia.

lunes, 4 de octubre de 2010

Esto no puede seguir así

Hace ya tiempo Barthes señaló la extrema soledad en que se encontraba el discurso amoroso, el cual era a un mismo tiempo hablado por miles y miles pero a la vez sentenciado o bien al olvido o bien a un furibundo rechazo por parte de los mecanismos de saber-poder. Otro tanto ocurre con lo que podríamos denominar el discurso poético, el cual parece persistir al margen de los discursos dominantes. Sin embargo, ese margen del discurso poético es el que le brinda en cierta medida un determinado poder: agazapado al costado y recostado de manera aparente en un manso sigilo, de súbito este discurso emerge directo desde su característica desolación hacia la yugular de los discursos dominantes, irrumpiendo intempestivamente contra todo lo establecido.

El discurso poético pone cada vez en escena y en cuestión no sólo sus propias condiciones de existencia sino las de todo aquello que puede ser dicho y escuchado. Entonces, este discurso al parecer al margen y marginado pero por eso mismo feroz y hambriento, se lanza como un artefacto endemoniado, como un animal metonímico hacia un más allá de sí mismo. El discurso poético se encuentra, aquí y ahora -al menos en esta ciudad-, en cierto grado hegemonizado por una serie de procedimientos que, como ya señalaba Barthes, ignoran o niegan con refinado asco las potencialidades del discurso amoroso.

En este contexto se inscribe felizmente el nuevo libro de Osvaldo Bossi, ganador del primer premio de la provincia de Córdoba 2009. Esta nueva obra da cuenta de una escritura de la resistencia y transvaloradora en un doble sentido:

Podríamos decir en primera instancia que la obra de Bossi en su conjunto se escribe justamente desde la distancia anhelante que implica todo deseo, desde ese "entre" existente entre quién desea y aquello que es deseado. Es una escritura del deseo que vuelve material literario esa distancia y la tensión que supone -y de la cual parte-, y al hacerlo corre de su habitual eje al propio discurso poético. Si en Buenos Aires lo habitual parece ser reproducir otra vez una forma mecánicamente oscurecida tal y como reza el academicismo dictado en Puán, o sino algo más o menos cool y surrealista, ó su contrario: una especie de objetivismo que opera por la negativa y dónde las máquinas que expenden gaseosas son portadoras de toda la soledad del mundo, en cambio la obra de Bossi -y esta última con particular énfasis- parece surgir desde un intersubjetivismo positivo que se crea a sí mismo como escritura y al mismo tiempo aparece motorizando todo devenir. Una literatura entonces desde y a partir de un más allá de la propia literatura: furiosos fragmentos de un discurso amoroso.

cómo puedo yo / estando ahí ese chico / terso y brillante como una espada, / seguir estudiando las disquicisiones / que cierto poeta famoso hace / sobre el verso libre, aunque sea tan / maravillosa su teoría

¡Eso mismo!

El discurso poético, extrañado de este modo por una inteligible pero perturbadora escritura del deseo realiza así su inexorable y bello gesto y toma por asalto todos los otros discursos existentes. Es este un (a)salto particularmente extraño y subversivo: se produce cuando el propio discurso poético reproduce de una u otra forma otros discursos en su interior, y al hacerlo se configura a sí mismo como el escenario de una serie de batallas. Y como bien dice el poeta: ESTO NO PUEDE SEGUIR ASÍ.

Los poemas que componen este libro destellan la oscura belleza de una piedrita encontrada a los pies de un volcán, una piedrita lanzada desde un lugar que, de manera consternadora y revulsiva, dista de ser un centro. Y que niega todo centro y toda periferia, y prefiere ese arco que se abre y tensiona entre dos -o más- sujetos de deseo. Lejos de ser un poeta del sigilo, la voz que emerge de ESTO NO PUEDE SEGUIR ASÍ es una voz entrecortada, un gémido de un placer por venir, y a esta altura -nadie lo duda- es también un estruendoso grito de guerra.


Patricio Foglia


la yapa: un fragmento de un poema que, desde las lecturas previas a la publicación del libro, ya se sabía clásico, y va directo a la única antología que importa: la mía.



DESPEDIDA

tú caminas como el incendio de un bosque
Puma, mi bienamado: cómo seguirte



Lo siento, padrecito,
pero voy a irme con mi amigo Lisandro
esta misma noche.
Todavía no sabemos bien adónde,
si a Michigan o a Hong Kong
pero no importa: miraremos la luna
desde la ventanilla del tren
y el pueblo que se aleja, pequeñito, a la distancia


Aunque Lisandro sea, como usted dice,
un borracho perdido.
Aunque parezca un poco tarde
para nosotros (siempre es un poco tarde).
/////////////////////////////// Vamos a irnos.


Estoy armando mi bolso
ahora mismo, y ninguna lágrima
me hará mirar con nostalgia
las cosas que dejo atrás.

(...)*


*fragmento de DESPEDIDA, en Bossi, Osvaldo; ESTO NO PUEDE SEGUIR ASÍ, Letras y Bibliotecas de Córdoba, Secretaría de Cultura de la Provincia de Córdoba, 2010.

lunes, 20 de septiembre de 2010

el cuerpo

(el texto que sigue fue publicado por la gente de Conjugando Saberes: reflexiones colectivas sobre el devenir de los cuerpos; tal y como señalan en su revista, Conjugando Saberes es un grupo de formación y práctica política que se propone reflexionar y construir a partir de la discusión en torno a cuestiones tales como ¿qué es un cuerpo?, ¿qué es la vida?. Este colectivo forma parte de una militancia que pretende poder generar actos que modifiquen lo tan naturalizado-cotidiano // lo que sigue entonces forma parte de un conjunto mucho más amplio de textos que trabajaron sobre la cuestión del cuerpo, aprovecho la ocasión para difundirlo con una serie de correcciones que lo vuelven un poco más perdonable)



1. Existe una metáfora muy extendida en el discurso científico, una metáfora solidificada y firme hasta el punto de volverse una verdad -aparentemente- irrefutable, la obviedad total: el cuerpo es una máquina. Y sin embargo, a mi me resulta un poquito sospechosa toda esa maquinaria.

2.
Habría que ver desde cuándo se piensa el cuerpo tal y como ahora. Supongo, adivino que a partir del Renacimiento empieza a pensárselo en términos de engranajes, o mejor aún, en términos cloacales. El cuerpo entendido como conductos, como avenidas subterráneas, oscuros fluídos que en su devenir dan cuenta de una escritura científica.

3. Es decir, si el cuerpo fue lo contrario del alma durante gran parte de la historia occidental y cristiana, en determinado momento comienza a predominar otra lectura, una lectura aséptica, objetiva: el cuerpo es lo que es, y no hay dios que valga. Pero en cierta forma un nuevo tipo de dios continúa latiendo en cada uno de sus poros. Es demasiado fácil caer en el encantamiento del positivismo, un discurso que se niega como tal y dice "esto es lo real".

4. El cuerpo, en tanto objeto de estudio, es creado por la mirada del investigador. El secreto del cuerpo no se devela, se inventa. Tomado como ficción, como mito, me siento más cómodo, y desde aquí elijo entonces otras opciones: el cuerpo parece darle cierta unidad al yo, yo soy mi cuerpo, y gozo y disfruto por su intermediación. Pero tampoco le creo ciegamente a esta lectura. Yo soy muchas cosas, y mi cuerpo, el cuerpo, no las contiene todas: también resulta problematizable aquello de que el cuerpo es una fiesta...pero es sábado a la noche, y la verdad no tengo ganas de seguir pensando. Prefiero esta versión, total, yo no estudio medicina y llegada la madrugada, casi casi no existo.


http://www.conjugandosaberes.blogspot.com/