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martes, 29 de septiembre de 2015

Libro Sinfonía de los Pájaros (Andrés Lewin)



Texto leído por Juan Pablo Bonino en la presentación del libro...
 

1. El libro empieza y se cierra con dos epígrafes del rock nacional. En el primero Miguel Abuelo nos remonta a nuestra propia experiencia: “…la vida es un libro útil / para aquel que puede comprender”. ¿Comprender qué? Desde el principio este libro de Andrés Lewin nos interroga como lectores por la relación entre poesía y experiencia de vida. Una vez terminado el libro o en su límite, en la última página leemos este acápite de una canción de Divididos: “...luz, luz, luz del alma / soy un hombre que espera el alba”. Entre esas dos canciones, la primera de 1984 y la segunda del 2000, se abre otra pregunta: ¿cómo es la relación de Sinfonía de los pájaros con la música? Con el rock argentino por un lado, y con todo aquello que remite a la musicalidad dentro de cada poema, eso que le da una entidad fónica, propia del sonido o de la voz, o incluso, después de leer el libro, con el silencio que hay entre página y página.

2. ¿No es acaso el anacronismo de este libro su propia singularidad? La propuesta es por un ojo que reivindica el rabillo y lo que se entrevé en ese tiempo pequeño y valioso. El autor dice: “…ver es tan distinto de mirar…”. Una mínima diferencia que se vuelve una poética de ese momento que no pasa y que propone una apertura hacia otro tipo de percepción: es la contemplación de la naturaleza, atravesada por una pupila urbana que sólo se detiene, para, como dice un poema: “…parar el mundo…”. Esa detención está en el ritmo de los poemas donde los versos caen con esa cadencia que puede oírse mejor en la lectura en voz alta del propio autor. Andrés recitando es un hombre de otro tiempo y se puede ver en sus ojos acompañando los bailoteos de su voz.

3. La continuidad de los elementos de la naturaleza la vuelve uno de los puntos ineludibles en la lectura del libro: el aire, la piedra, el agua, la tierra, el viento, la luna y los animales son intercalados con esa paciencia imperturbable de quien sabe que ahí se esconde algo. Ese algo más no es la precisión de una fotografía, sino como esas pinceladas de la pintura expresionista, pero en estos poemas no aparece la perturbación, sino una dicha suave, o como dice el poeta: “…para continuar el camino / de la tranquila alegría”. La ausencia de euforia genera un efecto de intimidad y la sencillez del lenguaje nos recuerda a esas canciones que requieren un interlocutor auténtico, porque se dirigen, al decir del yo poético, a “la llama que es nuestra / y de todos los nuestros”.

4. Si pensamos el libro en términos de colores, la luz está en un extremo que desemboca en lo callado de la noche y sólo dicho así podría parecer solemne, pero no lo es. En medio de los poemas hay referencias a Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y Moris, está el “Che” Guevara, Atahualpa Yupanqui, Lennon, Gandi y Juan Román Riquelme. La cultura popular es un espacio donde moverse porque es el lugar de los personajes del libro. Son puntos de referencia para leer los textos porque desde ahí el yo poético abre su ventana para mirar mundo. La lupa está puesta en esos personajes que descorren el velo y dicen: “…todos somos maestros alumnos / todo el tiempo que somos”. El libro de Andrés es nostálgico en la medida en que pueden empezar a sentirse aguijonazos de la finitud, pero vale la pena leerlo porque está lleno de secretos, que los dibujos de Adro Tenembaum invitan a conocer, pero bien deciden guardar.

5. Andrés hoy presenta su tercer libro de poemas y ya es programático porque tiene un universo de intereses que persisten y crecen, se mueven, pero mantienen su énfasis en la sabiduría del barrio y tienen como horizonte la naturaleza. El efecto de los poemas es que el yo poético y eso se nota, sabe de lo que nos habla. Leemos y queremos mirar el mundo como él lo ve, alejamos los ojos y vuelve el deseo de la lectura porque su honestidad tiene el mismo secreto que le dijo el zorro a el principito: “…no se ve bien, sino con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos”. Con Sinfonía de los pájaros, Andrés nos invita a repensar nuestra infancia.

Juan Pablo Bonino

domingo, 10 de agosto de 2014

Juan Pablo Bonino - Entrevista



Entrevista realizada por Diego Materyn a Juan Pablo Bonino, escritor argentino.

Juan Pablo Bonino nació en Marzo de 1984. Es licenciado en letras y trabaja como docente en escuelas secundarias.

viernes, 24 de enero de 2014

Juan Pablo Bonino


-I-

Nunca lo dije pero hay un momento
asombroso en que el tiempo se detiene
y es durante ese segundo interminable
cuando puedo tocar aquellas canciones
que están girando en el viento oscuro
al fondo del océano. Algunas noches
no puedo dormir y me quedo oyendo
el extraño zumbido de las ballenas
rondar cada milímetro de este barco
como un canto monocorde: un sonido
concentrado,  que después puedo
desplegar cuando estoy en el piano
y me siento el hombre más solo
del universo. Nunca bajé a tierra
porque desconfío de todos aquellos
que se amarran a algo. En definitiva,
jamás supe qué era lo mejor para mí
pero aún recuerdo esa madrugada
cuando de mi viejo piano emanaron
una tras otra aquellas melodías
que me dieron un llanto sonriente
porque comprendí que si tocaba
cada tecla con el pulso acuático
de mi corazón, podría descubrir
el resplandor secreto de mi música.


           *  *  *  *  *  *


-II-

Voy a dar un concierto y pienso en vos:
hace tantos años estuvimos en este sitio
caminando de la mano, atravesando
la costanera una y otra vez, enamorados
de la luz que emanábamos hacia cada
baldosa que resplandecía contra el sol
y nuestros ojos. Pero esta noche ya está
preparado el escenario, la luz es suave
porque hay sólo un reflector redondito
que cae sobre mis largos rulos y -quizá-
antes de empezar a cantar mi voz tiemble
en medio del bailoteo de la melodía lenta
de los saxofones y yo no quisiera estropear
las canciones con un tono desafinado.
Nunca ensayamos tanto como esta vez
y el pianista me dijo que estaba cansado,
pero en verdad sentí que su voz traslucía
miedo. Después se quedó un instante
callado y por el ventanal se filtraba
la ventosa música del mar, la blanda
oscuridad de cada ola que horadaba
nuestro cuarto, donde nos vestíamos
con trajes carísimos para la ocasión,
y yo buscaba el regreso de las viejas
canciones a mi voz, desde aquella tarde
en que te las tarareé por primera vez.

           *  *  *  *  *  *


-III-

Una vez más la redondez del sol
reventando el mediodía, mis ojos
desorientados buscan una sombra
donde recostarse, pero debo ultimar
la lista de canciones para el concierto
de esta noche, por eso camino, doy
un paso y otro y retrocedo, buscando
con mis manos el swing de los acordes
que compuse hace ya tantísimos años.
La música era todo cuando éramos
jóvenes. Ahora, mi voz está gastada
y cantar es un trabajo difícil: afinar
correctamente, tomar una jarra entera
de agua y dormir la siesta para estar
bien descansado para la noche. Todos
se fijan en mí, pero éste ya no soy yo.
Lo que queda de vos está en todas esas
canciones, me susurra la corista negra
y sonríe amarga en una larga reposera.
Un rato después de ensayar, duermo
y sueño a intermitencias con pedazos
de solos de guitarra, cuerdas estiradas
y aullidos de cantantes farragosos.
Ya no quiero ser como ellos; ni viejo
ni desprolijo, por eso me cuido tanto
que ya nadie cree que sea una estrella
de rock, y ya estoy harto de las giras,
extraño a mis hijas: sus voces tristes
en los teléfonos del hotel son ahora
las canciones que más me gustan.

Juan Pablo Bonino nació en Marzo de 1984. Es licenciado en letras y trabaja como docente en escuelas secundarias.

lunes, 20 de mayo de 2013

Idea Vilariño



A continuación copiamos nota de Juan Pablo Bonino alrededor de la poeta uruguaya Idea Vilariño, publicada originalmente en la revista virtual DAMISELAS EN APUROS (http://damiselasenapuros.blogspot.com.ar/2013/05/nada-de-cruces-para-idea-vilarino.html).

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Nada de cruces para Idea Vilariño 

Con un lenguaje punzante, la enorme poeta uruguaya trastocó la experiencia en escritura con simplicidad,sosteniendo un ritmo impecablemente musical, despojado de lo accesorio. Idea Vilariño (1920-2009), aún poco conocida, quiso convertir su vida entera en literatura.
Por Juan Pablo Bonino

De su vida se dice mucho y se sabe poco: que casi no se movió de Montevideo, que efectuaba viajes solitarios a la casa en Las Toscas. También se habla de sus amores tempestuosos con Onetti, de su participación política junto a los tupamaros, de su amor por la música y el piano, las plantas y de su gusto por estar sola. En sus poemas resplandece la intensidad de aquello que es sustancial y no hay espacio para lo secundario. ¿Cuál es el hilo que atraviesa su obra, la obra de una de las poetas más importantes del siglo XX en lengua castellana? Hay algo de su voz que está en sus mejores poemas y es la sensación increíble de que siempre estuvieron ahí y que ella, en todo caso, se demoró en escribirlos. Nadie como ella para bordear esa zona riesgosa de la representación de escenas amorosas y salir intacta, porque sus textos están amalgamados por un ritmo en que la sonoridad de cada palabra forma una respiración, un tono que no precisa siquiera de comas, porque halla una perfección natural, como esas maravillas que nos permitimos olvidar por la perfección con que están hechas.

Idea nació en Montevideo en 1920 y formó parte de la generación del 45 junto a intelectuales de la talla de Ángel Rama y Emir Rodríguez Monegal, fue profesora de escuela media hasta que llegó la dictadura en 1973 y ya después, en 1985, con la vuelta de la democracia y completamente consagrada, enseñó en algunas universidades. Idea se jactaba de haber dado sólo tres entrevistas porque no sabía contar anécdotas o las olvidaba. En uno de esos reportajes que concedió, le preguntaron qué pensaba mientras escribía sus poemas y dijo que no sabía exactamente, pero aclaró: “... es algo completamente natural que en determinados momentos debo hacer...”, y después remató: “... no quiero ceder a la tentación de escribir lo que no estoy obligada a escribir...”. En sus poemas brilla ese despojamiento de lo accesorio y la potencia de aquello que eligió hacer materia de su escritura. En su estética hay una permanente búsqueda de la precisión mediante la simplicidad, sostenida por un ritmo impecablemente musical. Y las repeticiones en sus poemas se ajustan más y más a aquello que quieren decir, lo remarcan, y después eluden ese centro con variaciones que no hacen más que ahondar la ausencia de ese centro.  Que supiera tocar el piano, que supiera hacer música es un don que se transparenta en cada uno de sus poemas.

Nunca le gustó publicar porque consideraba que lo que hacía era parte de su intimidad, y se nota en su breve obra, breve –digo– para la enorme repercusión que tuvo, que hizo de su ámbito privado un espacio de escritura que ya no abandonaría nunca. Su recelo a publicar estaba vinculado a que ella no escribía con esa finalidad, quizás por eso en otra entrevista dijo: “... necesito decir algo; eso es compulsivo...”. Tal vez sin esa energía implacable que fue para ella el amor en sus diversas formas, no hubiera escrito esos poemas tan auténticos, en los que permanentemente se pone en riesgo. Sin embargo, ella resiste a través de esa voz que inventa y se desplaza de ese lugar de incomodidad al trastocar la experiencia en escritura. Nunca se quiso casar con Onetti, porque él, misógino y talentoso, exigía sumisión de una mujer, un silencio que para ella estaba demasiado lleno de palabras. Al pie de la mayoría de sus poemas figura la fecha y en algunos incluso el lugar donde fueron escritos: Las Toscas, Madrid, La Habana, Estocolmo, pero es notable descubrir la ausencia de Montevideo, su ciudad natal. Asombrosamente, en el balneario de Las Toscas, la mayoría de los habitantes desconoce dónde quedaba la casa de Idea, una casa que ella misma describió de manera continua: estaba sobre un médano, construida antes de que se hiciera la rambla. Le encantaban los médanos y sufría de asma, en sus últimos años estaba casi ciega y sus pulmones ya no le permitían respirar bien.  

Idea conocía con mucha precisión cómo alumbrar los espacios vacíos, aquellos en donde puede hallarse la huella de una carencia. Así lo dijo en un poema que la pinta de cuerpo entero: “Ya no tengo / no quiero / tener ya más preguntas. / Ya no tengo / no quiero / tener ya más respuestas. / Tendría que sentarme en un banquito / y esperar que termine”. Hay en su voz una sensualidad combinada con una resignación aligerada por la brevedad del poema. Dicen que su obra es su autobiografía, dicen que era coqueta y que, cada vez más, coqueteaba con la idea de quitarse la vida.

Idea murió en voz baja, sin ningún revuelo: dicen que a despedirla a su funeral no fueron más de diez personas y casi nadie recordó que sus poemas ahondaban en aquellos momentos cuando las personas enmudecían o se quedaban con palabras imposibles en la punta de la lengua. Dicen que ella inventó un personaje, que se disfrazaba de Idea para escribir, que quiso convertir su vida entera en literatura, pero ¿acaso no hay un deseo más genuino que hacer de la literatura el lugar de una vida? En un poema del 2 de diciembre de 1985, cuando en Montevideo aún se respiraba el olor de la reciente primavera democrática, ella embiste con un poema lacónico y desencantado: “Qué queda / dos tres años / cuatro cinco / no más. / Y eso habrá sido / todo”. Vivió casi veinticinco años más y en su escritura hay hallazgos notables, casi siempre dialogando con un interlocutor imposible que es cada uno de sus lectores. Ella bordea lo indecible con un lenguaje punzante y breve como un haiku. Casi después de un lustro, el 14 de enero de 1990, escribe un poema en el que dialoga con dos de sus interlocutores más secretos, la muerte y su amante. Dice así: “Tanto que estuve amando / tanto tiempo / tanto que amé / que tuve / y que ya dejo / porque este mundo mío / ya no es mío / porque ahora abandono / y resigno / y me voy / y doy la espalda”. Si pudiera elegir una foto para la solapa de sus libros, foto que no tiene, por ejemplo, su obra completa editada por Lumen, debería ser una en la que ella estuviera de espalda: no porque no diera la cara, sino justamente porque dio la espalda.

Corrían los últimos días de abril de 2009 y poco antes de morir, Idea le escribió una nota a Selva, su empleada doméstica, en la que decía: “Si muero, nada de cruces. No morí en la paz de ningún señor, etc. Empresa Forestier Pose o Martinelli. Decir allí murió Idea Vilariño. Cremar”. Fue lo último que escribió, su propio destino de cadáver: convertirse en polvo, en cenizas, como Onetti, de quien dijo al enterarse que lo habían cremado en Madrid: “La persona que yo amé, ahora es sólo un poco de polvo”.  Lacónica y precisa, así se fue, como una estrella volviéndose polvo.

Sabés

Sabés
dijiste
nunca
nunca fui tan feliz como esta noche.
Nunca. Y me lo dijiste
en el mismo momento
en que yo decidía no decirte
sabés
seguramente me engaño
pero creo
pero ésta me parece
la noche más hermosa de mi vida.

(La Habana, 1968)


O fueron nueve

Tal vez tuvimos sólo siete noches
no sé
no las conté
cómo hubiera podido.
Tal vez no más que seis
o fueron nueve.
No sé
pero valieron
como el más largo amor.
Tal vez
de cuatro o cinco noches como ésas
pero precisamente como ésas
tal vez
pueda vivirse
como de un largo amor
toda una vida.

(La Habana, 1968)

Ambos poemas están incluidos en Idea Vilariño, Poesía completa, Lumen, 2010, Barcelona.


Juan Pablo Bonino (1984) es Licenciado en Letras (UBA), docente de escuela secundaria y en junio sus poemas formarán parte de la antología Ropa vieja, editada por Textos intrusos.

martes, 5 de junio de 2012

La administración del fuego (Jorge Nuñez)




El pasado 25 de Mayo, algunos afortunados fuimos testigos de la presentación "sorpresa" del libro "La administración del fuego", del poeta Jorge Nuñez.
En una emotiva presentación, se leyeron los siguientes textos alusivos al recomendable libro "La administración del fuego":




La administración del fuego

No hace falta llevar la cuenta. En estas setenta y siete páginas, la palabra ‘noche’ aparece varias veces, muchas veces, lo cual sin interpretar demasiado nos empuja a hablar de un libro nocturno. ¿Y de qué noche se trata? ¿De la simple franja horaria que media entre un día y otro día? ¿De la noche vacía y constante del hiperespacio? ¿La verdadera noche oscura del alma, donde, según Fitzgerald, son siempre las tres en punto de la mañana?
Tendrán que disculparme. Se me metió en la cabeza. No puedo dejar de ver en los poemas de Jorge Núñez una escritura que habla de la escritura, del acto mismo de escribir, de estar escribiendo, pasar un rato con la conciencia agazapada, frotando el lenguaje contra la realidad o contra sí mismo hasta sacarle alguna chispa. Oigo una voz que parece hablar de la noche como si ésta fuera suya, y creo que efectivamente lo es: la noche del poeta, noche privada, construida por él mismo a base de una espera... delicadísima. Así por lo menos leo yo uno de los poemas que abren el libro:

de murciélagos
que se hacen los muertos
para vivir
aprendí a esperar
a ver qué decide
sobre mí la noche
quieto tendido
como la empuñadura de un arma

Estado de atención (alguien escucha los ruidos de una casa vacía), de alerta minuciosa que exige ante todo quietud y silencio, otras dos palabritas que reaparecen a lo largo de estas páginas. Por otro lado, habla una voz. ¿De qué clase? Tal vez sea parsimoniosa, contenida, por momentos cavernosa y terrible, pero no nos olvidemos: es una voz en éxtasis, fascinada y espantada por su descubrimiento: el estado de escritura, una actividad que es también un lugar (pero fuera del espacio) y es también un tiempo (pero fuera del horario). Está fascinada por su propia capacidad de ejercer la paciencia. Está espantada como un chico que vuela de fiebre por primera vez y piensa “esto también soy yo”. Y para colmo está solo, solo, solo, sin grupos de gente alrededor y ni siquiera el recuerdo de una compañía, porque esta condición, para el poeta, es indispensable en su calidad de esperador. Es que no basta quedarse solo para alcanzar la soledad. A la soledad hay que perfeccionarla. Apretarse en un nicho donde quepa una sola conciencia. Esta carta de Rilke podría haberla escrito Jorge: “hace semanas que no pronuncio una palabra; al fin, mi soledad se cierra, y estoy en el trabajo como el carozo en el fruto”.
Los poemas de Jorge tienen para mí una virtud alucinante: dan ganas de ponerse a escribir. No para pedirle prestado un tema o copiarle una fórmula, sino porque acercarse su libro a la nariz es ya sintonizar con ese, llamémoslo así, estado nocturno que propone, y que no es sino un estado de atención receptiva a los menores movimientos del espíritu. Leemos, y ya estamos a un paso de estar escribiendo nosotros. Con el libro de Jorge en una mano y un lápiz en la otra nos volvemos ese francotirador del poema Las armas, aquél que tiende frente a sí un reguero de silencio y se dedica a esperar, insomne. (Habría que inventar el cuaderno y el lápiz que permiten escribir bajo el agua, para aquellos que únicamente bajo la ducha se admiten solos.) ¡Quién hubiera pensado que una espera podía cultivarse tanto! Es que tal vez haya palabras que aprendimos de niños y en las que aún se puede, aún hoy, descubrir un nuevo pliegue. ¿Hasta dónde puede significar una palabra? Esperar... esperar... esperar. Según Kafka, por la impaciencia perdimos el Paraíso, y por la impaciencia es que no volvemos a él. ¿Andará por ahí la ambición de Jorge y de todos los escritores que aguantan sin parpadear? ¿Recuperar algunas gotas del rocío del Edén? ¿Qué revelaciones traerá la noche? En el poema Otro incendio se dice esto: “llegar a ver entre rendijas / (una sola vez y para siempre) / la luz inescrita que se reduce a cero.”
Y parece que algo vio. Las secciones cuarta y quinta (Esquirlas y Corazonadas) son las más luminosas del libro. Antes, el poeta se vistió de minero, de marinero y de soldado, acostumbró sus ojos a la oscuridad y sus oídos al silencio, bajó a regiones subterráneas y se internó en montañas de basura. Ahora vuelve atiborrado de hallazgos, pepitas de belleza que hacen guiños sin que nadie las mueva. Y si no miren, miren este árbol que es y no es de este planeta:

recuerdo un árbol
recortado en el horizonte
y con estruendo su copa
desintegrarse en el vuelo
de cientos de pájaros espantados
fue la primera vez que vi
a un espíritu abandonar su cuerpo

Veinticuatro quilates de belleza, tan pura y concentrada que hasta una coma o una mayúscula podrían estropearla. Objetos de este mundo, pero vistos por dos ojos acostumbrados a la oscuridad de otro. ¿Se puede volver a ver un colibrí de la misma manera, después de haber sido invitados a verlo desde la óptica de Jorge Núñez? Pienso que estas dos secciones del libro bien podrían subtitularse como algunos de sus versos. Por ejemplo: “El sol a veces nos ilumina” o “Buscadores de tesoros” o “Fascinados por el destello” o “Todos incandescentes”. En general, son poemas celebratorios, donde se hace patente la afinidad de Jorge con su amigo Osvaldo Bossi, maestro en detectar la fragilidad de la belleza y la belleza de la fragilidad.
Observo en el poemario un movimiento que va de la oscuridad hacia la luz, no en términos anímicos o morales, sino en la lógica de un proceso. Primeramente el poeta se acomoda, nos da cuenta de un sitio que lo deja perplejo y describe también esa perplejidad. Luego, la belleza. Todos partimos de un punto único hace miles de millones de años; la mirada ultraperceptiva advierte hoy los vestigios de aquella gran explosión (de allí las “esquirlas” del título). Pero da gusto volver atrás, releer las páginas “oscuras” donde el poeta está probando, excavando, zarpando al vacío, atento a lo que quiera traer la noche de altamar que él mismo invocó. A veces también invoca tormentas, y remolinos, y naufragios. Sobre esa experiencia extrema habla el poema Bitácora: “sobreviví con lo que tenía a mano / mi idea fue verter en la botella el mar”. En la botella el mar... ¿No es ésta una descripción perfecta del hermoso fracaso de toda escritura?

Diego Materyn




* * * * * * * * * * * * * * * * 



El relámpago que huye

Sobre La administración del fuego de Jorge Núñez

Estos poemas imaginan un espacio anterior a la música y al silencio, una arquitectura tallada a mano, en donde cada objeto que se nombra es inmediatamente velado, como si un ciego quisiera descubrirlo estirándose el párpado, y sin embargo lo único que hay son fragmentos de sombras que se deslizan y huyen. En estos poemas, la experiencia de lectura, se trastoca y se convierte, en un viaje donde se atraviesan largas distancias a una gran velocidad. Quizá se podría decir que los textos están cubiertos por una capa de hermetismo, pero cuando se desgrana cada poema en una relectura, lo que se advierte es una condensación de sentido maravillosa que elude el significado y sin embargo, lo apuntala. Por eso en uno de los primeros poemas dice: “quieto tendido / como la empuñadora de un arma”. En la estética que propone Jorge Núñez en La administración del fuego, hay un extraño equilibrio entre tensión y reposo que desemboca en algo que es difícil de atisbar. Quizá pueda ayudarnos a iluminar estos poemas y alejarlos de la oscuridad, aquello que dijo Pedro Salinas: “La poesía se explica sola; sino no se explica. Todo comentario a una poesía se refiere a los elementos circundantes a ella, estilo, lenguaje, sentimientos, aspiración, pero no a la poesía misma. La poesía es una aventura hacia lo absoluto”.
Con un tono seco y agudo que tiene reminiscencias de impresiones de viaje, Jorge Nuñez construye poemas en cuyos pequeños universos se revelan aquellas imágenes que después de un tiempo de estar atesoradas en la memoria, vuelven a emerger para ocultar su significado, y poner en primer plano la imposibilidad de decir. Así en Lejos, dice: “no creí llegar nunca / a nada tan callado / ni que alguna forma de su herrumbe / me dijera decilo”. De este modo, estamos ante los límites que impone la inmersión en el lenguaje, por eso las imágenes en este libro relampaguean en el aire y a veces es díficil asociarlas a alguna acción narrativa, porque ésta, casi siempre está diluida por la fotografía que estalla en un primer plano. Hay un poema que tal vez ilustre lo que estoy diciendo: “está probado / que la luz y el sonido se distancian / a medida que atraviesan el aire / algo parecido pasa / cuando huimos por el estruendo / y nos quedamos atrás / fascinados por el destello”. Los poemas emanan una luz que se apaga apenas intentamos capturarla con el ojo, o quizá sea lo contrario, que el brillo que resplandece en los textos, haga del ojo un lugar enceguecido.
En este libro, la poética está ligada a una economía de la tala, como si buscara despojar a los poemas de cualquier elemento que no constituya su centro. Hay un extraño virtuosismo de la escasez, y de este modo, cada palabra adquiere una relevancia extraordinaria en una estructura que se tensiona y, a medida que se desmenuzan los versos,  revela una música muy personal. Así en Las hormigas, se lee: “en épocas de poda / la ciudad se cubre con la sombra / de los edificios más altos / abajo las hormigas / se agolpan en caminos estrechos / fervientes unas sobre otras / corren detrás de incontables mercancías / mientras tanto los árboles / se repliegan como discretos invitados / llevándose a las profundidas / lo mejor de nuestra primavera”. Acá, como en otros poemas del libro que son antológicos, se presenta un paisaje urbano, pero la mirada se posa en cada objeto como una máquina de registrar analogías, y así se despliega una imagen tras otra, hasta confluir en ese misterioro repligue final, donde también se acaba el poema, ya que todo ha sido, en un movimiento doble, arrasado y guardado.
A lo largo de casi todo el libro hay una percepción muy personal del detalle, algo así como si la tarea del poeta fuera descubrir los secretos efímeros que duran apenas unos segundos en la naturaleza, pero a diferencia de ésta, en la poesía, afortunadamente, el tiempo puede suspenderse, extenderse en una continuidad, y hacer de esa pequeñez, un universo formidable. De este manera, surge un modo de mirar cuya finalidad es detener aquello que huye. La quinta parte del libro comienza con un poema titulado Colibrí, lo cito: “lo dulce en el fondo / de la flor / no tiene desperdicio / pero llegar con una mínima lengua / aprovechar toda la oportunidad / el cáliz / sin tocar los pétalos / a duras penas alcanza / para reponer lo que se pierde / en el esfuerzo de mantenerse / en vilo / ese pico curvado no sabe cantar / no dice lo que arriesga / en su lucha aérea / ni explica qué lo sostiene / más allá de sus alas / todas esas cosas suspendidas / sobre la tierra / su denodada belleza / debatiéndose por permanecer”. En este poema los versos demoran la escena, la estiran, la vuelven infinita, como si se intentara distorsionar la fugacidad de un hecho breve y hacer de él, una larga película, porque es como si quisiera decir que la duración de un instante no depende del tiempo de los relojes, sino de la intensidad de la impresión y del vínculo que tengamos con ella.
Los poemas de este libro están construidos a partir del contrapunto maravilloso entre una sintaxis cristalina y de versos generalmente breves, junto a un hermetismo que por instantes se rompe y relampaguea, y prodiga la luz donde refulge el sentido apenas un momento, para después apagarse en la espesa oscuridad que los hace retonar al misterio.

Juan Pablo Bonino


Más sobre el autor: www.jorgenunez.com.ar

lunes, 24 de octubre de 2011

BombPlan


Jueves 27 de Octubre, 20 hs.

Leen:
Juan Pablo Bonino
Fabian Iriarte (Mar del Plata)
Anahí Mallol
Ariadna Perez Ramirez (La Plata)

Bonpland 1660
Espacio Cultural Bonpland

lunes, 11 de julio de 2011

Bueno Zaire inicia la temporada de invierno





Bueno Zaire

temporada de invierno



este jueves 14 de julio 22:00...


...en esta ocasión LEEN


Juan Pablo Bonino

Diego Materyn

Patricio Foglia

Florencia Carrizo

Tom Maver



MUSICA, a cargo de...

...Alan Grinkraut



Entrada $10, Corrientes 5552, los y las esperamos!!!

viernes, 29 de abril de 2011

Hoy! Papeles Blancos [Ciclo de Poesía] en Ratonera Cultural



















Leen:

Juan Pablo Bonino. Patricio Foglia. Claudia Masin. Lucas Soares

Canciones:
Feria

PlantaPapel Hecho A Mano [www.plantapapel.com.ar]

MiniTienda de Libros (Traé Tu Edición !!!)

Avda Corrientes Corrientes 5552 [Esq Serrano] - 21hs PUNTUAL - Entrada $10


Bienvenidos y Salud Universal!