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lunes, 17 de agosto de 2020

Jorge Luis Borges

"Dos personas me han hecho la misma pregunta: ¿para qué sirve la poesía? Y yo les he dicho: bueno, ¿para qué sirve la muerte? ¿para qué sirve el sabor del café? ¿para qué sirve el universo? ¿para qué sirvo yo? ¿para qué servimos? Qué cosa más rara que se pregunte eso, ¿no?" 

Jorge Luis Borges

viernes, 8 de febrero de 2013

Jorge Luis Borges


El amenazado

Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. 

La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única.
¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras,
la vaga erudición, el aprendizaje de las palabras que usó el
áspero Norte para cantar sus mares y sus espadas, la serena 
amistad, las galerías de la Biblioteca, las cosas comunes, los 
hábitos, el joven amor de mi madre, la sombra militar de mis
muertos, la noche intemporal, el sabor del sueño?
Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se
levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran
por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz,
la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo.
Es el amor con sus mitología, con sus pequeñas magias inútiles.
Hay una esquina por la que no me atrevo a pasar.
Ya los ejércitos me cercan, las hordas.
(Esta habitación es irreal; ella no la ha visto.)
El nombre de una mujer me delata.
Me duele una mujer en todo el cuerpo. 

Jorge Luis Borges
El oro de los tigres (1972)

jueves, 7 de abril de 2011

CHEBORGES

Borges es de derecha. Por supuesto, nadie lo duda. Ahora bien, si usted se conforma con esa mirada, no siga leyendo, aproveche el tiempo para cosas más importantes. Pero si usted integra la ínfima legión de los hombres curiosos, espero no defraudarlo con estas reflexiones. Digo, porque para mí Borges y el Che, en un punto, son casi lo mismo.

Escuchemos primero al maestro:



O directamente puede leerse lo siguiente:

BORGES Y YO

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo xviii, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Seria exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mi podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos escribe esta página.

(Este texto pertenece al libro El HACEDOR, de Jorge Luis Borges, que puede conseguirse consultando en inpazlibros@gmail.com )


Si acaso existe algo así como un cielo, y hay una minima posibilidad de que usted, Borges, pueda leer lo que sigue, le pido disculpas. Por favor, no lo considere como un texto literario, es sólo una torpe reescritura a efectos didácticos, con la simple intención de desarrollar una idea:


EL CHE Y YO

Al otro, al Che, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por la selva y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar algún árbol o escuchar el sonido de un pájaro; del Che tengo noticias por la radio y veo su nombre en los reportes militares. Me gustan los poemas de Vallejo, el mate, los habanos, el traje de fajina y los gorros con una estrella en el frente; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un modelo fotográfico. Seria exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que el Che pueda hacer revoluciones y esas revoluciones me justifican. Nada me cuesta confesar que he ganado algunas batallas, pero esas batallas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino de los pueblos y los hombres que sueñan. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mi podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su terca costumbre de insistir aunque todo parezca perdido. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Che, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en su fusil que en estas palabras o en algún poema perdido de Jorge Luis Borges. Hace años yo traté de librarme de él y me fuí de Cuba al Congo, y ahora Bolivia, pero Bolivia ahora es el Che y yo tendré que seguir mi camino. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos, hoy, en esta escuelita perdida, escribe esta página.



" Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mi podrá sobrevivir en el otro. "

Ernesto Guevara, como Jorge Luis Borges, como Vincent Van Gogh, fue uno de esos hombres extremos que dejan de ser, para transformarse en algo supremo (llamese literatura, arte, revolución). Ernesto, como tantos otros, pudo haber escrito estas palabras.

Andrelo

sábado, 2 de abril de 2011

2 de Abril (feriado)


JUAN LOPEZ Y JOHN WARD


Les tocó en suerte una época extraña.


El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los catógrafos, auspiciaba las guerras.


López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.


El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte.

Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.


El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.


Jorge Luis Borges, Los Conjurados, 1985

jueves, 31 de marzo de 2011

ARTE POETICA - JORGE LUIS BORGES


Arte Poetica

Mirar el río hecho de tiempo y agua

y recordar que el tiempo es otro río,

saber que nos perdemos como el río

y que los rostros pasan como el agua.


Sentir que la vigilia es otro sueño

que sueña no soñar y que la muerte

que teme nuestra carne es esa muerte

de cada noche, que se llama sueño.


Ver en el día o en el año un símbolo

de los días del hombre y de sus años,

convertir el ultraje de los años

en una música, un rumor y un símbolo,


ver en la muerte el sueño, en el ocaso

un triste oro, tal es la poesía

que es inmortal y pobre. La poesía

vuelve como la aurora y el ocaso.


A veces en las tardes una cara

nos mira desde el fondo de un espejo;

el arte debe ser como ese espejo

que nos revela nuestra propia cara.


Cuentan que Ulises, harto de prodigios,

lloró de amor al divisar su Itaca

verde y humilde. El arte es esa Itaca

de verde eternidad, no de prodigios.


También es como el río interminable

que pasa y queda y es cristal de un mismo

Heráclito inconstante, que es el mismo

y es otro, como el río interminable.