viernes, 29 de abril de 2011

Hoy! Papeles Blancos [Ciclo de Poesía] en Ratonera Cultural



















Leen:

Juan Pablo Bonino. Patricio Foglia. Claudia Masin. Lucas Soares

Canciones:
Feria

PlantaPapel Hecho A Mano [www.plantapapel.com.ar]

MiniTienda de Libros (Traé Tu Edición !!!)

Avda Corrientes Corrientes 5552 [Esq Serrano] - 21hs PUNTUAL - Entrada $10


Bienvenidos y Salud Universal!

jueves, 28 de abril de 2011

Acerca de "Temperley" (Ed. En el aura del sauce)

(El siguiente texto es genuina inspiración de Martín Sanchez Ocampo. Refiere a "Temperley" como bien intitula la nota, el primer libro de Patricio Foglia. Las palabras surgieron a modo de presentación de este libro, la tarde del sábado 23 de abril de 2011)

A 11 días del quincuagésimo aniversario de la hazaña del ruso Yuri Gagarin -el primer hombre en ser enviado en una cápsula al espacio exterior-, la maravillosa idea de ser un astronauta nos vuelve a interpelar, esta vez, desde el viaje simbólico que nos propone la poesía.

Con “Temperley”, Patricio Foglia traza una parábola cósmica de eso que a la mayoría se nos presenta en algún momento de nuestra vida como algo impostergable y que enfrentamos con mayor o menor temor: el “despegue” definitivo de la casa de los padres.

“…Sigo sin poder, sacarme de encima la nítida imagen de mi vieja echándome, a los gritos cual tormenta, hasta que, no sé bien cuándo, amanecí acá, en la puerta del locutorio…”, confiesa nuestro personaje en el primer poema del libro.

Esa eyección, a la que Gagarin reaccionó al final del conteo en 1961 con un “¡Poyejali!” (“¡Vámonos!”), es la coordenada inicial de una bitácora de viaje sobre la vida fuera del hogar, en la que persiste, como un acto íntimo de resistencia a la alienación, la inocente fantasía de ser el piloto de una nave.

“…Me tomó años aprender, cada una de las funciones del tablero, esa inmensa pared adornada, de botones, miles de millones, de botones de colores, que me hacen volver a ser un nene…” dice Patricio acerca de su cohete espacial, ya en la segunda serie de textos.

¿Qué diferencia puede haber entre ese tablero y los comandos para habilitar una cabina telefónica o una conexión a Internet dentro de un locutorio, en el que “diminutos chirridos” señalan “leves matices” en una “incesante clínica de lo mismo”?

Sea cual fuere la respuesta, la constricción de esa maquinaria adherida al cuerpo (“…mi traje espacial, me galvaniza, soy yo mismo…”), es la que quizás obliga al astronauta-poeta a desarrollar una percepción que le permita fugarse del tedio y reparar en los eventos extraordinarios, que se le presentan de una manera tangencial.

Así, “…unos cuantos asteroides, que andan siempre en manada, riéndose como hermosas hienas…” o “…parejas que pasan, se van al parque, a fumarse un porro, a darse unos besos…”, adquieren protagonismo y merecen una descripción que desborda a la estrecha escotilla conformada por los dispositivos telefónicos y computacionales de la tarea diaria.

Entonces, Foglia crea un nuevo artefacto a partir del lenguaje y lo usa como arma para enfrentar a esas “tecnologías de la comunicación”, en una guerra que ahora continuará por otro medio: el de los versos.

El conflicto, que tensa a todo el libro, tiene dos bandos definidos. Por un lado, el de una razón instrumental ridiculizada, compuesta por la jefa ausente que vigila con una cámara desconectada; la publicidad, encarnada en el personaje de una famosa marca de cereales que muere de sobredosis; el ejército, que disciplina al conscripto gracioso y mata al “inglesito”; la policía, el hospital, la escuela, y hasta el “higienismo” de los porteros de edificios.

Por el otro, el del gasto improductivo -aliado a nuestro héroe, aunque más no lo sea momentáneamente-, compuesto por el juego en el barrio con los amigos de la cuadra, la relación (y ruptura) con el otro amado, la gresca entre compañeros de escuela, una fiesta, todos funcionando como un combustible que propulsa a la cápsula desde la cual el yo poético vive su odisea contra lo establecido.

En medio de esa pelea, que da el poeta desde la escritura y en absoluta soledad, el personaje no sólo se observa a sí mismo, (“… como si Patricio siguiera vivo en cada fallo…”), sino también al campo arrasado en el que se convierte la Tierra, dominada por la explotación, el control social, la contaminación y la guerra.

Aparece entonces, al final de “Temperley”, una expresión de deseo, pesimista por cierto, de destrucción total: “…que un meteoro perfore, la superficie celeste, desde la estratósfera en caída libre, encendido devore lo terrestre, nos fulmine…” sentencia Foglia.

En cambio, Gagarin, quien también se salió del protocolo -en su caso el del sistema aeroespacial soviético-, exclamó desde su cabina 50 años atrás que “¡La Tierra es azul! ¡Es hermosa!”, y pidió a los pobladores del mundo “salvaguardar esta belleza”.

La inquietud sobre el destino de nuestra especie y su hábitat natural parece insistir cada tanto. A veces, en un poema apocalíptico que cierra un libro publicado en el siglo XXI. Otras, en la efeméride periodística de un campesino entusiasmado con la carrera espacial moderna. Lo importante, es que no desaparezca.

domingo, 24 de abril de 2011

sábado, 23 de abril de 2011

Letra y Música

Otoño

Con los vientos limpia el otoño su propia casa.
Bajo los arces vuelve a lucir el fulgor
que nos hemos acostumbrado a ver año tras año:
la deliciosa manera de caer luminosamente del follaje,
la ingravidez de los montones de hojas que descansan en la tierra.
Sus apariencias no ocultan nada.
Su resplandor llena de vida a los sentidos, les regala
un alivio incluso después de haber prestado su servicio.
No prometen nada
y eso es agradable.
Su honesta ausencia de promesas
resplandece con sus propias brasas de belleza.

Harry Martinson

martes, 19 de abril de 2011

Buzz se va de casa / temperley

Buzz se va de Casa - temperley (HD) from Velcro on Vimeo.



Buzz se va de casa, trailer de temperley -ed. en el aura del sauce-.
realizado por Santiago Lorences, Patricio Foglia, Guillermo Guido, Natalia Cordoba, Clara Rival.

termperley se presenta este sábado 23 de abril, a las 18 hs, en la Ratonera Cultural, Corrientes 5552 esq Serrano. Los esperamos!!!

viernes, 15 de abril de 2011

Presentación libro TEMPERLEY




Presentacion de TEMPERLEY -ed. en el aura del sauce-
ATENTI!
cambio de horario y lugar!!!

SABADO 23 de ABRIL, 18 hs puntual en
Ratonera Cultural, Corrientes 5552
...
presentarán el libro Martín Sánchez y Osvaldo Bossi
muestra de fotos a cargo de Paula Lomonosoff, Guillermo Guido, Maia Vargas
y Julián Lorenzón
se proyectará "Buzz se va de casa", de Santiago Lorences


y despuéssss, fiesta en Alberdi 440 timbre C, favor de traer bebida
y ganas de bailar fox trot y reggaeton

jueves, 7 de abril de 2011

CHEBORGES

Borges es de derecha. Por supuesto, nadie lo duda. Ahora bien, si usted se conforma con esa mirada, no siga leyendo, aproveche el tiempo para cosas más importantes. Pero si usted integra la ínfima legión de los hombres curiosos, espero no defraudarlo con estas reflexiones. Digo, porque para mí Borges y el Che, en un punto, son casi lo mismo.

Escuchemos primero al maestro:



O directamente puede leerse lo siguiente:

BORGES Y YO

Al otro, a Borges, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por Buenos Aires y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar el arco de un zaguán y la puerta cancel; de Borges tengo noticias por el correo y veo su nombre en una terna de profesores o en un diccionario biográfico. Me gustan los relojes de arena, los mapas, la tipografía del siglo xviii, las etimologías, el sabor del café y la prosa de Stevenson; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un actor. Seria exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que Borges pueda tramar su literatura y esa literatura me justifica. Nada me cuesta confesar que ha logrado ciertas páginas válidas, pero esas páginas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino del lenguaje o la tradición. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mi podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su perversa costumbre de falsear y magnificar. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Borges, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en sus libros que en muchos otros o que en el laborioso rasgueo de una guitarra. Hace años yo traté de librarme de él y pasé de las mitologías del arrabal a los juegos con el tiempo y con lo infinito, pero esos juegos son de Borges ahora y tendré que idear otras cosas. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos escribe esta página.

(Este texto pertenece al libro El HACEDOR, de Jorge Luis Borges, que puede conseguirse consultando en inpazlibros@gmail.com )


Si acaso existe algo así como un cielo, y hay una minima posibilidad de que usted, Borges, pueda leer lo que sigue, le pido disculpas. Por favor, no lo considere como un texto literario, es sólo una torpe reescritura a efectos didácticos, con la simple intención de desarrollar una idea:


EL CHE Y YO

Al otro, al Che, es a quien le ocurren las cosas. Yo camino por la selva y me demoro, acaso ya mecánicamente, para mirar algún árbol o escuchar el sonido de un pájaro; del Che tengo noticias por la radio y veo su nombre en los reportes militares. Me gustan los poemas de Vallejo, el mate, los habanos, el traje de fajina y los gorros con una estrella en el frente; el otro comparte esas preferencias, pero de un modo vanidoso que las convierte en atributos de un modelo fotográfico. Seria exagerado afirmar que nuestra relación es hostil; yo vivo, yo me dejo vivir, para que el Che pueda hacer revoluciones y esas revoluciones me justifican. Nada me cuesta confesar que he ganado algunas batallas, pero esas batallas no me pueden salvar, quizá porque lo bueno ya no es de nadie, ni siquiera del otro, sino de los pueblos y los hombres que sueñan. Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mi podrá sobrevivir en el otro. Poco a poco voy cediéndole todo, aunque me consta su terca costumbre de insistir aunque todo parezca perdido. Spinoza entendió que todas las cosas quieren perseverar en su ser; la piedra eternamente quiere ser piedra y el tigre un tigre. Yo he de quedar en Che, no en mí (si es que alguien soy), pero me reconozco menos en su fusil que en estas palabras o en algún poema perdido de Jorge Luis Borges. Hace años yo traté de librarme de él y me fuí de Cuba al Congo, y ahora Bolivia, pero Bolivia ahora es el Che y yo tendré que seguir mi camino. Así mi vida es una fuga y todo lo pierdo y todo es del olvido, o del otro.
No sé cuál de los dos, hoy, en esta escuelita perdida, escribe esta página.



" Por lo demás, yo estoy destinado a perderme, definitivamente, y sólo algún instante de mi podrá sobrevivir en el otro. "

Ernesto Guevara, como Jorge Luis Borges, como Vincent Van Gogh, fue uno de esos hombres extremos que dejan de ser, para transformarse en algo supremo (llamese literatura, arte, revolución). Ernesto, como tantos otros, pudo haber escrito estas palabras.

Andrelo

domingo, 3 de abril de 2011

Letra y Música

Cualquier viento
agita el árbol
al que una vez trepamos
para dejar todo atrás

Allí los días duermen
como manzanas
que en su cansancio
se dejan caer

Parte de esta quietud
sembró un olvido
del que hoy brotan ramas
y más ramas.

Fernando Graneros

sábado, 2 de abril de 2011

2 de Abril (feriado)


JUAN LOPEZ Y JOHN WARD


Les tocó en suerte una época extraña.


El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provisto de lealtades, de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los catógrafos, auspiciaba las guerras.


López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward, en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.


El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en una aula de la calle Viamonte.

Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.

Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.


El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.


Jorge Luis Borges, Los Conjurados, 1985