
viernes, 27 de marzo de 2015
Osvaldo Bossi

lunes, 7 de abril de 2014
Viernes 11 de Abril - CASA DE LA LECTURA (Buenos Aires)
lunes, 16 de diciembre de 2013
jueves, 21 de marzo de 2013
BUENO ZAIRE

último Bueno Zaire!
Leen
Andrés Lewin
Martín Vázquez Grillé
Tom Maver
Osvaldo Bossi
+ Bedji
+ El viaje de Galen
LA RATONERA CULTURAL
Perón 1422
Miércoles 27 -19.30 hs.
Entrada libre!
martes, 12 de febrero de 2013
lunes, 29 de octubre de 2012
jueves, 19 de julio de 2012
Ni la noche ni el frio - Osvaldo Bossi
lunes, 21 de mayo de 2012
La Pared (Irene Gruss)
lunes, 16 de enero de 2012
sábado, 14 de enero de 2012
sábado, 31 de diciembre de 2011
lunes, 31 de octubre de 2011
Clínica de Poesía (Córdoba Capital)
domingo, 24 de julio de 2011
Bueno Zaire, temporada de invierno
domingo, 17 de julio de 2011
EL MUCHACHO DE LOS HELADOS
( www.muchachodeloshelados.blogspot.com ), una deliciosa selección de poesías, con todo el cariño y buen gusto del amigo Osvaldo Bossi.
A modo de anticipo, les mostramos la última entrada del blog, que es un poema de Tony Salazar (Chaco, 1980):
y yo pensé no,
él no entró en la droga
la droga entró en él
y con mi chiste estúpido en la lengua
encallando en las tierras de lotófagos
no es mal comienzo.
Ulises tuvo que atarlos al barco,
hermano,
a los que probaron del loto
y ya no querían volver a casa.
Pero dirás que yo no soy Ulises
y no hay destino en este barrio muerto.
Tenés razón, y todos sus soldados
igual murieron, te digo.
atado a la derecha de papá
sus muñecas mordidas por la fiebre
las convulsiones y el impulso hacia la merca,
su cama de hospital no era metáfora
ni su alucinación literatura.
La droga es sólo un momento, hermano
y nadie te va a atar con ejemplos patéticos,
te escribo sólo porque mamá estaba despeinada
que quiere decir desesperada
y sabemos que encuentra excusas, siempre
para hundir sus ojos en almidón de sangre.
y en el barrio viste cómo en pieles durísimas
sacó las mejores cicatrices
cómo hizo música, risas y hasta negocios
viste cómo transformó en gatito de pabellón
El cuerpo es lo único verdadero que nos lleva
a humedecer el hocico en el deseo.
pero qué desear más que el goce inmediato
en una casa que se hunde
en un barrio que se derrumba,
un recipiente en que caíste
y no una Ü como la ves
una risa imposible de acabar
pero no olvides que mamá
es VIUDA, y en ese recipiente estamos.-
yo estaba también sin caminos
y ya no sé cómo llegué hasta acá,
únicamente sé que no paré
le armé porros a los amigos
amé el olor en frío de la marihuana
comí fideos de hierba
con tecitos de floripondio
pero no paré.
La droga es un momento solo
la ataraxia un estado envidiable
sólo desde acá
Somos y estamos
sujetos a la deriva, hermano
y acá estoy para bracear con vos
atados a una madre que se despeina
que nos lleva del llanto
al amor
domingo, 15 de mayo de 2011
Presentación Libro CASA DE VIENTO - Osvaldo Bossi

Presentación Editorial - por Martín Maigua
· Presentación del libro a cargo de Andi Nachón y Anahí Mallol
· Diapositivas y audiovisuales “Casa de viento” - por Lucas Moreno y Juan Cruz Sánchez
· Lectura a cargo del autor
· Vernissage
Casa de viento es el quinto título que presenta Editorial Nudista dentro de su catálogo. Se trata de una exquisita selección de la obra poética, realizada por el autor. El libro contiene un CD con lectura de los poemas, a cargo del mismo Osvaldo Bossi. En el prólogo, Silvio Mattoni refiere: Respirar, suspirar, expirar cuando parece que tocamos y somos tocados, ante la inminencia del contacto, son modos espirituales, maneras del viento. ¿Y acaso no proviene de esa gama de palabras la vieja inspiración poética? Movido por una pasión, guiado por una maestría expresiva y un sobrio despliegue narrativo, atento a lo que respiró a su lado, el poeta Bossi encuentra el aliento que lo hace escribir, ese movimiento continuo de un aire mental que sopla en las palabras y las vuelve eficaces. Bossi, como el coyote, “podría haber buscado/ el consuelo de las palabras”, pero prefiere dirigirse a la vida misma, a lo que pasa, a las palpitaciones incesantes de un cuerpo en contacto con otros, aun cuando eso lo aleje de aquello mismo que sigue persiguiendo.
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Acerca de Osvaldo Bossi
Vive en Caseros, provincia de Buenos Aires y es autor de los siguientes libros de poemas: “Tres” ( Bajo la Luna, 1997), “Fiel a una Sombra” (Siesta, 2000), “El muchacho de los helados y otros poemas” (Bajo la Luna, 2006), “Ruego por el Tornado” (Sigamos enamoradas, 2007), “Del Coyote al Correcaminos” ( Huesos de Jibia, 2007), y en narrativa, la editorial Bajo la Luna, en su colección Breves y buenos, acaba de publicar su primera novela, “Adoro”. Obtuvo el primer premio en el Concurso literario “Córdoba 2009” con su obra “Esto no puede seguir así”. Dedicado a la tarea de formación en el campo de la escritura, coordina talleres de poesía en el Centro Cultural Ricardo Rojas y en forma particular.
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Nudista es un proyecto editorial y de producción cultural, autogestionado, que nació en Córdoba en junio del 2010. Hasta el presente ha publicado los títulos: Despiértenme cuando sea de noche (cuentos – Fabio Martinez), 1027 (poemas – Eloísa Oliva), El mundo no es más que eso (poemas – Martín Maigua), y Vida en común (poemas – Pablo Natale).-
Más información en www.editorialnudista.blogspot.com
Evento en Facebook:
http://www.facebook.com/event.php?eid=100710133351997
jueves, 5 de mayo de 2011
temperley, presentación de Osvaldo Bossi
1.-
Apenas una palabra cae, atrapada por el campo magnético de la poesía, todo se transfigura. Y sobre todo, el sentido, esa ilusión de continuidad que solemos buscar entre la cosa y el nombre que la representa. La palabra Temperley, por lo tanto, que da título a este primer libro de Patrico Foglia, no podía ser una excepción. Alude a una localidad, a un remotísimo equipo de fútbol cuya camiseta es blanca, con una franja transversal de color celeste, y a un poeta más o menos famoso que, cada vez que venía de comulgar, decía, a la manera de los místicos, estar en éxtasis. Vengo de comulgar y estoy en éxtasis, decía ¿se acuerdan? Y ahora, misteriosamente, a este libro, y adentro de este libro, a un poema en particular, donde un niño decide romper definitivamente con esa palabra (Temperley) y aventurarse, convertido en un resplandeciente astronauta, en el espacio exterior.
Como si las palabras nunca terminaran de solidificarse, y al entrar en contacto con nuestra boca, se transformaran en algo que no podemos definir, salvo por la repetición en voz alta de ese sonido, que acarrea sentido, y que es la base de todo poema. La palabra Temperley, entonces, como una polifonía, como un espejo que nos devuelve una imagen de nosotros mismos, también multiplicada, como la de ese poeta que es una localidad del conurbano bonaerense, que es un equipo de fútbol y es, además, cuando acercamos el oído, ese monstruo plural, donde la palabra tiempo y la palabra ley resuenan de una manera inconfundible.
De ahí la sensación de ruptura, de batalla campal que se respira, de una manera o de otra, a lo largo de todo el libro.
2.-
Escapar del barrio, escapar de la casa de los padres, de las leyes del tiempo y del espacio (y sobre todo de la ley, a secas) convierten este libro en un intento —pequeño o inmenso, según se lo mire— de insurrección, donde un niño poeta se ve envuelto, desde la primera página hasta la última, en toda clase de batallas imaginarias. Como si este chico hubiera quedado encandilado con La guerra de las galaxias, o mejor aún: como si hubiera leído, palabra por palabra y en sueños, ese maravilloso poema que algunos confunden con un libro de ciencia ficción y que se llama Las crónicas marcianas. De cualquier forma, este niño decide ser un astronauta (o un poeta, para el caso es lo mismo) y alejarse lo antes posible de la realidad, como si el mundo, tal cual lo reconocemos, fuera el verdadero escenario de ese relato de ciencia ficción.
Como el poema que abre este libro (Locutorio, se llama) donde el muchacho que atiende, doce horas al día, ese castillo de la incomunicación, que es un locutorio, se ve convertido, de pronto, en una caja de vidrio transparente, una cabina de carne y hueso, sin voz ni voto, a quien, indiscriminadamente, le preguntan: puede ser una cabina? / puede ser / una cabina? A lo cual, él responde: puedo, creo que puedo / y de verdad soy una cabina / con su cuadrada transparencia… De esa alienación, al deseo de ser un astronauta, hay un paso, y este muchacho niño, este astronauta poeta, afortunadamente lo da.
Como ejemplo, quisiera leerles el primer fragmento de Temperley, que es, si no me equivoco, un momento culminante del libro, cuando el héroe, después de esa inquebrantable cuenta regresiva, despega de la realidad y se sumerge en ese viaje lunar y desesperado, donde el espacio exterior y el espacio interior se confunden:
comenzando ignición en tres
dos
uno
la nave avanza,
puede sentirse el furor
del despegue, el fuego
concentrado en instantes
que apuntan a la luna
y a mí
me quema pensar
cuántas cosas van quedando
atrás, abajo
después de la tierra arrasada
En estos primeros versos ya está el núcleo de lo que vendrá después: La tierra arrasada por el fuego, el fuego de los pensamientos, el furor del despegue: todo ese dispositivo que pone en marcha la decisión de dejar atrás una palabra, esa sola palabra, Temperley, con todo lo que significa.
3.-
La tercera parte del libro, que lleva por título la fecha 1982, es un descenso brusco a la realidad, un aterrizaje forzoso en medio de unas islas “demasiado famosas”, según Borges, y una correspondencia fantasma entre dos muchachos que llevan el mismo nombre y trafican, en medio de ese delirio -a todas luces suicida- su propio delirio de amor. Sin embargo, entre los estallidos de polvo y pólvora, la anécdota se vuelve borrosa, o se deposita, fragmentariamente, aquí y allá, como los restos de una experiencia cercana, y al mismo tiempo lejana, y hasta alucinatoria. Como si esos dos muchachos fueran, en definitiva, uno solo, y el sobreviviente buscara en el otro, el muerto, algún tipo de verdad que le permitiera seguir.
Voy a leerles uno de esos fragmentos escrito de un lado y otro de la misma trinchera:
alguna mañana
enciendo la radio a transistores
el único sobreviviente feliz de este conflicto
y aunque no me creas, te busco en coordenadas
que después entiendo imposibles
y me tropiezo con la fritura en los parlantes, esa
espesa lluvia
no hace más que disiparte
y se transforma en discreta agonía
ese avance de la penumbra
que combato alucinado
Del Locutorio deshumanizante del primer poema, al deseo de ser astronauta y viajar a la luna, a este combate cuerpo a cuerpo de los chicos de la guerra, entre la realidad y la ficción, la urgencia del yo lírico apoderándose de las escaramuzas del yo biográfico, con una mezcla de Guerra de las galaxias y La Batalla de San Lorenzo, Temperley es un libro íntimo y al mismo tiempo social. Pero social en el sentido que sólo pueden serlo los libros verdaderos: sin forzar los temas, sin mimetismos, sin pancartas.
Libro, por eso mismo, de una extraña unidad, sencillo y complejo a la vez. Sencillo, porque el lenguaje se desliza con fluidez, sin tropiezos; con escasos, casi invisibles efectos retóricos. Complejo, precisamente porque esa transparencia nos permite ver su trasfondo: ese núcleo de oscuridad, o de noche, que según Margaritte Durás, contienen los libros que importan.
Espero que se acerquen a leerlo. No lleva la impronta de ninguna moda ni de ninguna escuela literaria. Y esto, aunque parezca superfluo, es un gran mérito tratándose, como en este caso, de un primer y personalísimo libro de poemas.
Osvaldo Bossi
Abril de 2011
miércoles, 16 de marzo de 2011
Finalmente... los videos de las lecturas en la Biblio!
Gracias a los que leyeron y a todos los que vinieron!!!
Santiago Rouaux:
Daniela Camozzi:
Osvaldo Bossi (parte 1):
Osvaldo Bossi (parte 2):
miércoles, 12 de enero de 2011
va a estar bueno Bueno Zaire
viernes, 17 de diciembre de 2010
"Esto no puede seguir así", presentación en Biblioteca Córdoba.
En directo desde Córdoba capital.
Ayer, jueves 16, en la Biblioteca Córdoba , se presentó el libro Esto no puede seguir así , ganador del premio de poesía provincia de Córdoba 2009, de Osvaldo Bossi. Reproducimos a continuación el texto escrito por Pablo Natale para la ocasión.
La guerrilla de los coyotes enamorados
“Éramos cowboys de la impermanencia
Más rápidos que nuestra propia sombra
Ahora me ves. Ahora no me ves”.
(LeRoy S. Davis)
* Recuerdo un atardecer de Enero en Salta. Habíamos ido con varios amigos de “gira poética” por el norte, algo que a priori sonaba dudosamente exitoso. Recuerdo que llegamos al bar donde íbamos a leer y era enorme, había sillas y mesas y olor de madera, un entrepiso con sillones, una pantalla enorme donde pasaban videos de los noventa. Se hacía de noche, estábamos en plena peatonal salteña, cercados por paseantes y turistas. Recuerdo que Osvaldo Bossi estaba sentado afuera del bar, que me acerqué a él, recuerdo que hablamos un poco, como dos desconocidos que tienen algo en común y que de pronto, surgida de la nada, parecida a una profecía o un recuerdo, surgió esa frase: “uno escribe en el desierto”. Como dije, estábamos en pleno verano salteño, por entrar a un bar enorme a leer, había paseantes, y nosotros dos ahí afuera, y luego viajaríamos todos a leer a un bar en Purmamarca y luego algunos seguirían viaje y otros no. Como se ve, nada parecido al desierto. Sin embargo, aquella frase me persigue desde entonces. Una frase increíblemente irreal, artificiosa, una frase en coma, soñando, lejos de mí, sumergida en su propia vida. Es desde ese magnífico enero norteño que conozco a Osvaldo Bossi: pero no es eso lo que importa ahora, sino su último libro.
* “Esto no puede seguir así” es, en principio, un poemario con un título desconcertante: puesto en relación con los otros libros del autor (“Adoro”, “Del Coyote al Correcaminos”, “El muchacho de los helados”) suena poco “Osvaldista”. ¿Por qué semejante título? La frase entre apocalíptica, militante (y pienso, incluso, papal) no trae buenos augurios. ¿Se trata de un anuncio exclusivamente poético, un “no va más estilístico”? ¿Se trata acaso de una condena al mundo contemporáneo y a la vez de un giro en la poesía de Osvaldo, que no suele ser declamatoria, directa, sino sutil y huidiza? ¿Qué significa, al fin y al cabo, el “esto” de “esto no puede seguir así”? ¿Qué es lo que no puede “seguir así”? La tapa del libro no ayuda a responder estas preguntas. Lo que se ve es la frase, ese mandato edípico, partidario o papal, repetido, escalonado en la hoja. Desdibujándose, desvaneciéndose, existiendo de ese modo. Como si fuese una frase suspendida en un abismo. Otra frase (ya van dos) suspendida en el abismo.
* Pero dejemos de lado el título y leamos los poemas escritos por Osvaldo o por la voz que duerme en Osvaldo. En el primer poema una persona sueña que está en el desierto, sueña que es un camello, no sabe si es de día, o de noche, pero sabe que el desierto no se acaba, sabe que tiene que beber, nos dice, de su cantimplora interior, y está allí casi detenida, esperando (esperando vaya a saber qué cosa) hasta que un muchacho-legionario (que representa el amor y a la vez la guerra) aparece en el horizonte y, podemos pensar, lo alimenta y, acaso, lo salva. En el segundo poema (otro poema de amor y de combate) un tal Facundo no quiere dormir: no quiere dormir, nos dice la voz del poema, porque el tiempo avanza y dormir es cederle tiempo al tiempo y el tiempo es –parece pensar el tal Facundo– irrecuperable e ilegible: exactamente lo contrario de un poema. Pero tarde o temprano Facundo se rinde al sueño, y el poema se desvanece mientras la voz, como si fuese el camello del poema anterior, nos recuerda que otra vez se ha quedado sola. Y esa voz que languidece y que persigue, que ama y que a su modo combate, esa voz y los versos susurrados por esa voz bien podrían ser los pensamientos del famoso coyote, aquel coyote al que alguna vez Osvaldo le escribió un libro, ese coyote, encerrado, atrapado en la historia.
* En “Esto no puede seguir así” también hay un poema que habla de una traducción sin acabar, un poema donde dos personas se encuentran para empezar una cosa (llamémosla “la literatura”) y terminan en otra (llamémosla “la vida”). Hay un poema que parece una carta, una carta que un hijo le escribe al padre (o “padrecito”), en la que le cuenta que deja todo y que se va a Bolivia, o a Michigan, o a Hong Kong (no importa el destino) con un tal Lisandro, “el muchacho más lindo y vicioso del pueblo”. Hay una piedrita al pie de un volcán, hay un puma atravesando un bosque, hay un extranjero (Danilo) que en el último poema distrae a la voz y la hace soñar y se la lleva de viaje y convierte al poema en una película muy mala pero, escribe Osvaldo, “horriblemente deliciosa”. Podría decirse entonces que los poemas del libro (como suele ser la poesía de Osvaldo) son poemas de amor: el ars amatoria es su hogar, su género de residencia. Cuán lejos parece estar su escritura del cinismo, con su halo de ternura y resignación, entablando su lucha en silencio, cuerpo a cuerpo. Sin embargo, allí está todavía el título del libro, y allí está el camello, el coyote, las frases solitarias y suspendidas, el padre que es dejado, el poema que no acaba de traducirse, la tarea poética que queda postergada ante la seducción, Facundo que no quiere dormir pero que, finalmente, se duerme, dejando sola y detenida a la voz del poema. Ocurre que, quizás, el hogar del poemario de Osvaldo, su musa inspiradora, no sea el ars amatoria, sino un ars divorciatoria, un arte del divorcio (más todavía si las nuevas leyes lo permiten): en sus poemas las cosas parecen juntas pero están separadas, o están separadas y sólo en un destello (precioso) de tiempo pueden tocarse. A pesar del poema y gracias al poema, como dice Osvaldo o la voz que duerme en Osvaldo en una parte del libro: “Qué dicen estas vetas, estas líneas / minúsculas que se juntan y se separan, no lo sé. / Por momentos, parecieran interponerse / entre nosotros dos, y otras veces, en cambio / pareciera que no, que están ahí precisamente / para edificar una casa pequeña, capaz / de soportar esos magníficos terremotos”.
* Ahora bien; de existir tal cosa como una “poética del divorcio”, sería algo así como una literatura de los conflictos afectivos y allí, en éste y en los otros libros de Osvaldo está el deseo de amor, una estela que pasea por todos y cada uno de los poemas, un meteorito constante. Sucede también que no puede haber cosa tal como “el hogar donde residirían los poemas de Osvaldo”, ya que sus son poemas extrañamente solitarios y huérfanos, son poemas sin casa. Allí están, cómo no recordarlos, todos los muchachos de los poemas de Osvaldo, despidiéndose, huyendo, combatiendo cada uno contra una cosa, enfrentados a algo. Y ese algo no es “el amor”. Al igual que el personaje que representa Jim Carrey en “Te amo Philip Morris” (el papel del eterno fabulador, el mentiroso desenmascarado, el estafador, y el enamorado) esos muchachos no están ni pueden estar divorciados del amor. No están divorciados del poema. No están, como escribe la voz que vive en Osvaldo, divorciados del deseo.
* El camello, aquella frase del desierto, los amantes combatientes, todos son como coyotes detenidos ante el paisaje de un abismo. Y allí llega, quizás para empujarlos, allí aparece de nuevo esa frase enigmática y terrible del título: “esto no puede seguir así”. Para empujarlos, para tirar todos estos versos al vacío, para acabar con ellos y con los animales y loa libros. Aunque puede que sea una frase dicha más tarde: quiero decir, una de esas cosas que nos decimos cuando no hemos podido cumplir algo. Como cuando decimos “tendría que dejar de fumar”, con un cigarrillo en la mano. Es posible que ese sea el significado de la frase que titula el libro, una frase resignada, teñida de cansancio, pero también de alegría y aceptación. Y puede que, de esa manera, hayan quedado a salvo ese millar de muchachos coyote. No obstante, puede que en el libro de Osvaldo estén sucediendo ambas cosas, y a la vez otra. Puede que lo que nos estén diciendo estos poemas, lo que nos esté diciendo ese “Esto no puede seguir así” sea similar la a lo que cuenta aquella última película de Jim Carrey: que los tiempos modernos el deseo de amor (del verdadero amor) es un virus. Se multiplica, se distrae, falsifica, y nunca se detiene, llevándose todo por delante. Que está solo, huérfano, en ninguna parte. Allí van, de nuevo, los coyotes enamorados. Anónimos, desconocidos, y preparados para pegar el gran salto.
(dedicado a los militantes del federalismo cultural)