martes, 29 de diciembre de 2015

Rilke - Cartas a un joven poeta (fragmento)



Carta I

Paris, 17 de Febrero de 1903

Muy distinguido señor:

Hace sólo pocos días que me alcanzó su carta, por cuya grande y afectuosa confianza quiero darle las gracias. Sabré apenas hacer algo más. No puedo entrar en minuciosas consideraciones sobre la índole de sus versos, porque me es del todo ajena cualquier intención de crítica. Y es que, para tomar contacto con una obra de arte, nada, en efecto, resulta menos acertado que el lenguaje crítico, en el cual todo se reduce siempre a unos equívocos más o menos felices.

Las cosas no son todas tan comprensibles ni tan fáciles de expresar como generalmente se nos quisiera hacer creer. La mayor parte de los acontecimientos son inexpresables; suceden dentro de un recinto que nunca halló palabra alguna. Y más inexpresables que cualquier otra cosa son las obras de arte: seres llenos de misterio, cuya vida, junto a la nuestra que pasa y muere, perdura.

(…)

Usted pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mí, como antes lo preguntó a otras personas. Envía sus versos a las revistas literarias, los compara con otros versos, y siente inquietud cuando ciertas redacciones rechazan sus ensayos poéticos. Pues bien -ya que me permite darle consejo- he de rogarle que renuncie a todo eso. Está usted mirando hacia fuera, y precisamente esto es lo que ahora no debería hacer. Nadie le puede aconsejar ni ayudar. Nadie... No hay más que un solo remedio: adéntrese en sí mismo. Escudriñe hasta descubrir el móvil que le impele a escribir. Averigüe si ese móvil extiende sus raíces en lo más hondo de su alma. Y, procediendo a su propia confesión, inquiera y reconozca si tendría que morirse en cuanto ya no le fuere permitido escribir. Ante todo, esto: pregúntese en la hora más callada de su noche: "¿Debo yo escribir?" Vaya cavando y ahondando, en busca de una respuesta profunda. Y si es afirmativa, si usted puede ir al encuentro de tan seria pregunta con un "Si debo" firme y sencillo, entonces, conforme a esta necesidad, erija el edificio de su vida. Que hasta en su hora de menor interés y de menor importancia, debe llegar a ser signo y testimonio de ese apremiante impulso. Acérquese a la naturaleza e intente decir, cual si fuese el primer hombre, lo que ve y siente y ama y pierde. No escriba versos de amor. Rehuya, al principio, formas y temas demasiado corrientes: son los más difíciles. Pues se necesita una fuerza muy grande y muy madura para poder dar de sí algo propio ahí donde existe ya multitud de buenos y, en parte, brillantes legados. Por esto, líbrese de los motivos de índole general. Recurra a los que cada día le ofrece su propia vida. Describa sus tristezas y sus anhelos, sus pensamientos fugaces y su fe en algo bello; y dígalo todo con íntima, callada y humilde sinceridad. Valiéndose, para expresarse, de las cosas que lo rodean. De las imágenes que pueblan sus sueños. Y de todo cuanto vive en el recuerdo.

Si su diario vivir le parece pobre, no lo culpe a él. Acúsese a sí mismo de no ser bastante poeta para lograr descubrir y atraerse sus riquezas. Pues, para un espíritu creador, no hay pobreza. Ni hay tampoco lugar alguno que le parezca pobre o le sea indiferente. (…) Intente hacer resurgir las inmensas sensaciones de ese vasto pasado. Así verá cómo su personalidad se afirma, cómo se ensancha su soledad convirtiéndose en penumbrosa morada, mientras discurre muy lejos el estrépito de los demás. Y si de este volverse hacia dentro, si de este sumergirse en su propio mundo, brotan luego unos versos, entonces ya no se le ocurrirá preguntar a nadie si son buenos. Tampoco procurará que las revistas se interesen por sus trabajos. Pues verá en ellos su más preciada y natural riqueza: trozo y voz de su propia vida.

Una obra de arte es buena si ha nacido al impulso de una íntima necesidad. Precisamente en este su modo de engendrarse radica y estriba el único criterio válido para su enjuiciamiento: no hay ningún otro.

(…)

martes, 15 de diciembre de 2015

Natalia Leiderman




cómo le respondo al chico que me pregunta
por qué siempre te atás y desatás el pelo

es una pregunta de chico que mira
atento hasta el brillo
hasta la combustión

pregunta qué misterio hay
atrás de ese gesto metódico, innecesario

o se burla

sea como sea
yo tengo una respuesta abrumadora:
se trata de una estrategia
para no quedarme sin aire

cuando me ato el pelo
me vuelvo a atar
al mundo, me doy luz
agua y comida

todo eso en el rápido gesto
de las manos: tirar hacia atrás, arriba
sostener y envolver
en una pelusa pulcra y engordada

pero mejor le respondo: a vos qué te importa
o le digo: porque sí
y cambiamos de tema.


* * * * *


el tiempo en tu casa es un brillo
una pulsión alegre
un organismo que respira
en el aire y en el agua

cocinás mientras leo
en tu cama y mezclo
tus libros y los míos

no se trata esta vez de forzar
una gran maquinaria
ruidosa y pesada

somos una mano llena
de peces de colores
a veces nos abrimos
y dejamos que caigan
de a poco.


* * * * *

me repliego como una niña, quiero
que me lleven al cine, a la plaza
que me pregunten por qué no como
quiero ahora que tengo
el cuerpo inmóvil, quiero
ahora que no tengo
nadie que me haga el amor
quiero el amor de los padres
espantosamente fiel
y grande
entre mis manos pequeñas.



* * * * *


avanzás como un chico obediente
desde mi boca
hacia abajo

fosforescés el territorio
te apropiás
de a poco

decís que te gusta mi piel
que soy hermosa

bajás con ansiedad como
si te esperara
algún tesoro

te dejo hacer te regalo
la vibración perfecta
de un gemido

creés que esto es sagrado
que conmovemos la historia

Dios se aburre infinitamente.


* * * * *


esto de que me mandes
a la concha de mi madre
me parece inofensivo.

¿nunca quisiste regresar
a la noche tibia y sencilla?
¿no quisiste invertir el camino ir
apoyándote despacio
en la forma blanda de los objetos conocidos
hasta llegar a cero?




miércoles, 2 de diciembre de 2015

Lydda Franco Farías




No nací para ocupar un espacio y nada más.
Ignoro cuál será mi participación.
Me tocó ser mujer y no me quejo,
me tocó caer en la humedad del tiempo,
en la inhóspita sequedad de los caminos
pero aquí me quedo
entre escombros y desperdicios.
Destruyan mi epidermis resentida,
despedacen mis sueños, mi alegría,
aniquílenme
mas no pretendan sancionarme
porque un día aparecí sobre la tierra
y tuve voz y grité
y tuve fronteras y no quise despertar sin ellas
y tuve armas y allí están
perfiladas, inmóviles, ariscas.
 

* * * * *

quedé para ser la última invitada
estoy alegre de las botellas sordas
puedes beberme soy todos los licores
no distingo
y si respondo es
para ligar placeres inimaginables contra el tiempo
a una temperatura en que tampoco sabes
lo que haces

* * * * *

mi primer hecho de sangre
aconteció a la edad de 13 años
el odio abrió sus abanicos
puso en acción su maquinaria
cancerberos me vigilaron los sueños
se dieron a la tarea infame de tapiar
las primicias de mi cuerpo
(cuerpo del delito
prueba contundente del pecado a expiar
ab ovo in aeternum
guachimanes con ojos de argos y armados hasta los dientes
se encargaron de la custodia
de resguardar el buen nombre
el honor de la familia
la infra y la supra
el andamiaje de la moralidad
la ley y el orden
la paz ciudadana
conmigo fue creciendo el expediente amañado
de mis presuntas lacras
el desprecio del condenado a muerte ante jueces y verdugos
me erigí abogado de mi propia causa
sacrílega escupí en los templos
en los lugares sagrados y consagrados
por la beatería oficial
convertí en añicos sus ídolos baratos de fabricación casera
tallados a mano por imbéciles y desequilibrados mentales
para uso de supersticiosos y aprovechados
hice caso omiso a prédicas de sacristía
me burlé de sus tribunales del santo oficio
me oriné de risa ante la pétrea majestad de la justicia
para devolver los golpes
me armé doncella contra todos los poderes y sus sabuesos
zona de desastre
calamidad pública
he de permanecer hasta llegada la hora
de rendir cuentas

* * * * *

yo venía de los bosques húmedos
en mi equipaje la inocencia
en sí misma dobladita
olorosa a preguntas
me quitaron
bosque y humedad
el equipaje revolvieron
las preguntas me las fui respondiendo
con el tiempo y de a poquito
ahora no sé de qué sirve la inocencia
ni me importa

* * * * *

a esta hora
serás la muchacha ejemplar y enamorada
a quien engañan y maltratan
todos los hijos de puta de la tierra
lo cual no tiene la menor importancia
ellos siempre regresan
compungidos
a tus faldas
solícitos
con la cara lavada
con la excusa de siempre
con la eterna cantata
yo te perdono
yo te prometo
yo te lo juro
mi ego te besa
al final de la escena
hasta el perro es feliz 


* * * * *

Desconfía hija de esos muchachos
que te leen poemas de dudosa factura
tú que diferencias la verdadera poesía
diferénciales y conócelos a ellos
son falsos prestidigitadores
sopla sobre los castillos de arena de sus discursos
tú que crees que el sexo es regocijo
y que como el espíritu necesita ventilarse
desconfía de esos muchachos
que intercambian novias
para ellos las novias consisten
en esa economía de mercado basada
en el trueque de objetos para el uso y el abuso
ni siquiera son n e o l i b e r a l e s esos muchachos
son neolíticos y cerrados como las bóvedas de un banco
desconfía de esos muchachos
quebradizos como láminas de anime
que odian al prójimo
(especialmente si el prójimo es una muchacha)
no te enamores más nunca hija
de esos errátiles
y radicales
muchachos enmascarados. 



* * * * *
Mientras dormía me crecieron alas
al principio ni yo misma lo creí
hice cálculos sobra las ventajas y desventajas
de este suceso inesperado decidí ensayar un vuelo corto
tropecé contra los vidrios de las ventanas no me di por vencida
llegue a libélula
fui uno que otro pájaro
ave de rapiña
mi ambición no tuvo fronteras
fui escavando jerarquías hasta agotarlas todas
ahora soy un ángel
y me aburro


Lydda Franco Farías, poeta venezolana. Nace en la Sierra de San Luís, estado Falcón, en enero de 1943 y muere en Maracaibo el 2 de agosto de 2004.