lunes, 21 de enero de 2013

STEFANO


Notas alrededor del libro “Stefano” (Maria Teresa Andruetto), catalogado como “novela juvenil”, y que cuenta sobre un inmigrante italiano que escapa del hambre, sobrevive a un naufragio, llega a la Argentina y recorre el país junto a un circo.




1.
Hay veces en que uno busca a los libros, y otras tantas en que los libros lo buscan a uno. “Stefano” estaba en el exacto lugar de la librería donde mis ojos fijaron la vista. Ni un centímetro adelante, ni uno atrás, exactamente ahí.
“Stefano” es la historia de un joven inmigrante italiano que viaja de Italia hacia nuestra Argentina escapando del hambre. Pero “Stefano” no es sólo un libro sobre una persona llamada Stefano Pronello que escapa del hambre, sino que es un libro sobre inmigrantes europeos escapando del hambre en la primera mitad del siglo XX. O sea, mis abuelos entre tantos otros.
“Pinta tu aldea y pintarás el mundo”... “Stefano” es también mi bobe Maria, mi bobe Masze, mi zeide Aizik, mi zeide Enrique, parte de lo que yo mismo soy.
Al leer el libro, no puedo dejar de pensar en mis abuelos, su generación, que por un lado escapan de Europa por judíos, por las persecuciones, por la vieja Europa que no los respeta, sino que además están huyendo del hambre.
Stefano Pronello es un joven hijo único, huerfano de padre, que mantiene el siguiente diálogo con su madre:
Yo le pedía que viniéramos a América...
Pero ella decía: No.
Decía: Ésta es la tierra de tu padre.
Allá se puede hacer dinero, dije yo.
¡Cosas que inventan! Pero nadie regresa para contar...
(…)
Ella decía:
No me iré. Ésta es la tierra de tu padre.
Y yo, no sé por qué le dije: La tierra de mi padre nos mata de hambre.
Ella gritó: ¡No insultés!, y escondió la cara para que no la viera llorar.
Y yo me eché a sus pies, y le besé las manos, y le pedí:
Perdoname, mamá.
Ella me deja decirle lo que le digo. Después acomoda la voz y habla:
Te irás si quieres, pero debes esperar.
(…)
Yo preguntaba: ¿Esperar, cuánto?
Hasta que seas grande, me decía.
Tengo doce años.
Tienes que esperar más.
Cuando finalmente la madre le dice “está bien, te irás si quieres”, recién ahí Stefano emprende el viaje en barco, luego sobrevive a un naufragio, y al llegar a Buenos Aires, pasa unos días en el Hotel de Inmigrantes, donde en la puerta hay un cartel con la siguiente frase: se trata de un sacrificio que dura poco.
El país Argentina, en ese momento disponía de un hotel para recibir a los recién llegados, y no sólo eso, sino que además los gobernantes tenían la delicadeza de escribir carteles para apaciguar un poco los dolores.

* * * * * *

2.
Además de una historia de desarraigos, “Stefano” es también la historia de un niño que se hace hombre, y en ese acelerado camino, no sólo que hubo hambre, naufragio, destierro, sino que también hubo un saxo.
El primer día feliz de Stefano Pronello en Argentina es tocando el saxo.
Por simple curiosidad, hace poco estuve investigando en Internet la etimología de la palabra “Felicidad”. Aparentemente -nunca hay que creerle demasiado al dios Google- , la palabra felicidad proviene del latín felix (plural, felices), que tiene la misma raiz que el verbo felare (o fellare), que significa chupar, mamar. Se supone entonces que la palabra “felicidad” se relaciona con el acto femenino de dar de mamar. Si esto fuera cierto, para los romanos, la primer referencia alrededor de la “felicidad” es una madre amamantando. 
“Pura vida”, como dicen en Costa Rica.
La inquietud pasa por entender si esa “felicidad” que vieron los romanos, está en la madre, en el bebé, o en el acto en sí de amamantar.
No lo tengo muy claro, no soy romano, ni madre, lo único que puedo decir es que alguna vez he sido bebé.
Desde mi propia experiencia, como únicamente fuí bebé, y tomando ese punto de vista, ¿no sería interesante pensar que la felicidad, en Stefano o en cualquiera de nosotros, trata simplemente de volver al estado originario en que nuestra única preocupación era alimentarnos de la leche materna? ¿No es ese estado originario el único lugar no contaminado por los pensamientos?
Las preguntas son preguntas, las respuestas son respuestas, siempre insuficientes, y los filósofos especialistas en preguntarse y responderse.
Nietzche, filósofo, decía que la madurez del hombre es haber vuelto a encontrar la seriedad con la que jugaba cuando era un niño.
El niño, quien mejor se aproxima al bebé que alguna vez fuimos, tiene la sabiduria de comprender el juego de máscaras del que se trata la vida, juega cuando juega, llora cuando necesita algo, come cuando hay que comer, y duerme cuando se le cierran los ojos.
Stefano, también un niño, también un hombre, vive cuando hay que vivir, sufre cuando los golpes lo acomodan, y juega cuando tiene un saxo en la mano.

* * * * * *

3.
“Stefano” es un libro catalogado como novela juvenil, planteando una diferencia de género con la novela adulta. Personalmente, no me queda muy clara la distinción, donde termina lo joven, donde empieza lo adulto.
Para intentar comprender, otra vez acudí al dios Google, busqué “literatura infantil”, y me encontré con una frase de Martin Amis, escritor adulto si los hay. La frase es la siguiente: "sólo una lesión cerebral haría que escribiera literatura infantil... nunca escribiría sobre algo que me obligara a hacerlo en un registro más bajo del que puedo".
Albert Einstein decía que hay dos cosas infinitas, el universo y la estupidez humana... y sobre lo primero no está tan seguro.
No me atrevo a ser tan categórico respecto a Martin Amis, sólo sé que generalmente en una banda musical, el bajo pasa desapercibido para los oídos no muy entrenados. Pero si falta el bajo, se siente esa falta, se necesitan los bajos registros para amalgamar los distintos sonidos.
Quizas sea porque necesitamos volver a ser bajos, muy bajos, para así juntar las distintas piezas, amalgamarlas, volver al estado originario en que sólo nos preocupábamos por comer, dormir, y las sonrisas venían dadas por músicas y colores.
Como Stefano, que recién es feliz el día en que toca el saxo, o como mi sobrinito el Titi, el hijo de mi amigo Damián, que hoy tiene tres meses, y su vida es comer, dormir, y sonreir con los juguetes compuestos de músicas y colores.
Músicas, colores, o esos mínimos instantes en que la vida queda suspendida y logramos ser lo que somos.
Andrés Lewin


Fuente: www.barlapelotanosemancha.blogspot.com

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