Algunas chicas
Hay
chicas que se mueven como ninfas cuando suena la canción que usaron
para vestirse. Hay chicas que hablan muy bien inglés. Hay chicas
consumidas por la anorexia y por los años perdidos frente a canales
de aire. Hay chicas que nacieron, crecieron y pasaron su adolescencia
con ganas de hacer pis. Hay chicas que no se dan por vencidas ni
aunque les deseen suerte. Hay chicas sin aros ni cicatrices. Hay
chicas sin pestañas. Hay chicas que no creen en la cola del diablo.
Hay
chicas que piden perdón cuando cambian de tema. Hay chicas que
brillan si apagás la luz. Hay chicas griegas, romanas, hay todo tipo
de chicas. Hay trescientas chicas recién bañadas que practican
sonrisas frente al espejo para ocultar un poco la encía. Setecientas
esperan en la sala del doctor para cambiar venas y arterias por redes
de fibra óptica. ¡Hay chicas que nacieron de a dos! Hay mil
doscientas que se atan el pelo ahora mismo, y un rato más tarde,
cuando yo chasquee los dedos, se lo van a soltar. Hay chicas con
mucha saliva en la boca, y hay chicas con bigotito. Hay chicas con la
certeza de que nadie va a quererlas porque no están depiladas. Hay
chicas que no leyeron a Clarice Lispector o la leyeron sin paciencia,
y se están perdiendo de algo. Hay chicas roncas, exhaustas,
desangeladas. Hay chicas divinas, divinas, y no porque estén locas.
Hay chicas que aprendieron a fumar por la boca y a largar el humo por
la vagina.
Hay
chicas que una noche en una terraza, a un costado de la fiesta,
entendieron realmente el contenido de un refrán. Hay chicas que
pegaron un buen corte de pelo. Un grupo de chicas que yo conozco
discute de política exterior y habla de capitalismo
cristiano-occidental. Conozco a la
chica que inventó la expresión pasarse
de vivo. Hay algunas con cara de
tener feo apellido, y otras que escuchan heavy metal, y otras que
hacen bungee-jumping. Hay chicas que desarrollan con su perra una
compleja relación de hermanas. Hay chicas que aguantan y aguantan y
aguantan hasta que Argentina mete un gol, y entonces van a la ventana
y gritan por todo lo que pasó y lo que no pasó en estos cuatro
años. Hay chicas que se asustan en puntas de pie. Hay chicas
increíbles. Hay chicas que se pintan los labios antes del juego de
la copa. Hay chicas increíbles.
Doscientas
veinte mil ya tienen su propia cara tatuada en el hombro.
Cuatrocientas mil encontraron la forma de echarles talco a sus
conciencias. Setecientas ochenta mil saben una técnica modernísima
que permite ver a la gente en carne viva. Hay chicas con agarrables,
besables, acariciables y plegables piernas de chica. Hay chicas que
cuando dicen ‘mío’ es como si maullaran. Hay algunas ambiciosas,
y tal vez algo románticas, y en el fondo algo machistas, que se
casan con el bombero y lo engañan con el policía. Hay chicas a
quienes el maquillaje se les tiene que correr en algún momento de la
noche. Algunas son medio pizpiretas y no se acuerdan cuál es latitud
y cuál es longitud, y hay algunas que si leen esto van a ir
corriendo a sacarse la duda. Hay chicas capaces de decir cosas
horribles sin darse cuenta. Hay chicas que robarían un banco o
subirían un impuesto. Esta semana vi a una chica sacar dos monedas
de veinticinco, elegir la menos brillante y ofrecérsela a un
millonario. El otro día vi nacer a una chica que no soltaba el
cordón umbilical: se aferraba con las dos manitos y tironeaba de él,
como quien hace sonar una campana. Hay chicas atravesadas por la
literatura que cuentan las sílabas de un haiku en los ratos más
insólitos. Hay muchas con la garganta inflamada de tanto tomarse las
cosas en serio. ¡Hay chicas que se acuerdan de cada cosa! Hay chicas
puntillosas. Hay chicas que no encuentran un jean que les quede bien.
Hay chicas en busca de la metáfora exacta para su época.
Hay
chicas que aprovecharon a pasar la lengua por la vagina de su madre
mientras nacían. Hay chicas alegres, chicas fáciles de hacer reír.
Están las que dejan la conversación por la mitad y se acuestan en
las baldosas de la terraza: quisieran pasar la vida en esa terraza,
mirando afiebrarse los cielos de Buenos Aires. Hay chicas que se
hacen su propia trenza. Hay chicas que se aclaran la voz y les
cuentan historias de terror a sus plantas. Hay chicas a quienes un
fin de semana puede cambiarles entera su concepción de la
literatura. Hay más de una que lleva corto el pelo para que el
cuello parezca más largo, y hay muchas otras, tantas como para
llenar un paisaje, que viajarían hasta Marte con tal de obtener el
bronceado perfecto. Son cada vez más las chicas que envidian a los
hombres por sus lazos de amistad: nos ven leales, tontamente leales,
y se muerden los nudillos. Hay varias que pelean contra el molino
equivocado. Algunas valen una mina de oro o un buen pozo de petróleo.
Hay chicas que soportan cualquier cosa menos que alguien, sin mala
intención, se acerque y les diga: ‘Vos andás boyando por la
vida’. Hay chicas celosas, pero no es eso. Hay chicas ansiosas,
pero no es eso. Hay chicas que no saben si indignarse hasta el
insulto o si estar agradecidas.
Hay
chicas adoradoras de Salinger, y no por eso van a regalarte un ramo
de paréntesis ((((())))) en cada mail que te escriben. Hay chicas
con un párpado averiado, que no se cierra ni para dormir. Hay chicas
que creen en Dios durante cinco minutos al día. ¿Qué estilo nadan
estas chicas cuando van a la pileta? Pecho, porque juntar las palmas
de las manos ya es una mínima plegaria. Hay chicas que no fueron
abanderadas aunque les daba el promedio. Hay chicas que sobrecargan
con todo tipo de cosas, pero en especial con libros, sus mochilas.
Algunas se enorgullecen de su miedo a la oscuridad. Hay chicas que no
saben qué hacer con su lástima, dónde meterla. Hay chicas
pelirrojas. Hay chicas a quienes habría que hacerles un monumento, y
un monumento a su monumento, y así.
Hay
chicas que aprendieron a imitar la letra de su madre. Hay chicas que
perdieron a gente muy querida. Hay chicas que pusieron sobre el
mostrador una bolsa de monedas de cinco y diez centavos para llevarse
un libro en su idioma original, mucho menos pesado que la bolsa. Las
rodillas de algunas chicas están hechas de mimbre. Las tetas de
algunas chicas estiran una franja de la remera que llevan puesta. Hay
chicas que media hora más tarde pensaron Así
que de esto se trataba, y se pasaron
la mano por la cabeza y por las axilas y abrieron la boca para
aspirar todo el aire que había en la playa. Hay chicas siempre a
punto de convertirse en koalas. Hay chicas para quienes tu
personalidad no es ningún misterio, redonda como un huevo duro, y
aún así te adoran. Hay chicas sabias, más sabias que cualquiera: a
los doce años ya se daban cuenta de qué era lo importante y qué
no. Hay chicas con el par de labios más lindos del mundo. Hay
chicas… ¡con una cinturita! Hay chicas que nunca se miran en
espejos que tienen a su izquierda, y que conocen la importancia
atávica de cualquier rutina. Hay chicas que una noche de verano
abren de par en par sus costillas y te dicen las cosas más lindas,
más sentidas y más aterradoras que alguna vez escuchaste. Hay
chicas que quieren vivir muchos años. Hay chicas que soñaron con el
hilo de plata. Hay chicas que valen la pena: vale la pena conocerlas
y dejar que te conozcan y construir con ellas una confianza que puede
durar o no durar y eventualmente derrumbarse, sin una explosión y ni
siquiera un gemido. Hay chicas y chicas, hay muchas chicas. Algunas
saben que hay cosas que mejor no decir.
Octavio Prieto