martes, 11 de febrero de 2014

Octavio Prieto


Algunas chicas

Hay chicas que se mueven como ninfas cuando suena la canción que usaron para vestirse. Hay chicas que hablan muy bien inglés. Hay chicas consumidas por la anorexia y por los años perdidos frente a canales de aire. Hay chicas que nacieron, crecieron y pasaron su adolescencia con ganas de hacer pis. Hay chicas que no se dan por vencidas ni aunque les deseen suerte. Hay chicas sin aros ni cicatrices. Hay chicas sin pestañas. Hay chicas que no creen en la cola del diablo.

Hay chicas que piden perdón cuando cambian de tema. Hay chicas que brillan si apagás la luz. Hay chicas griegas, romanas, hay todo tipo de chicas. Hay trescientas chicas recién bañadas que practican sonrisas frente al espejo para ocultar un poco la encía. Setecientas esperan en la sala del doctor para cambiar venas y arterias por redes de fibra óptica. ¡Hay chicas que nacieron de a dos! Hay mil doscientas que se atan el pelo ahora mismo, y un rato más tarde, cuando yo chasquee los dedos, se lo van a soltar. Hay chicas con mucha saliva en la boca, y hay chicas con bigotito. Hay chicas con la certeza de que nadie va a quererlas porque no están depiladas. Hay chicas que no leyeron a Clarice Lispector o la leyeron sin paciencia, y se están perdiendo de algo. Hay chicas roncas, exhaustas, desangeladas. Hay chicas divinas, divinas, y no porque estén locas. Hay chicas que aprendieron a fumar por la boca y a largar el humo por la vagina.

Hay chicas que una noche en una terraza, a un costado de la fiesta, entendieron realmente el contenido de un refrán. Hay chicas que pegaron un buen corte de pelo. Un grupo de chicas que yo conozco discute de política exterior y habla de capitalismo cristiano-occidental. Conozco a la chica que inventó la expresión pasarse de vivo. Hay algunas con cara de tener feo apellido, y otras que escuchan heavy metal, y otras que hacen bungee-jumping. Hay chicas que desarrollan con su perra una compleja relación de hermanas. Hay chicas que aguantan y aguantan y aguantan hasta que Argentina mete un gol, y entonces van a la ventana y gritan por todo lo que pasó y lo que no pasó en estos cuatro años. Hay chicas que se asustan en puntas de pie. Hay chicas increíbles. Hay chicas que se pintan los labios antes del juego de la copa. Hay chicas increíbles.

Doscientas veinte mil ya tienen su propia cara tatuada en el hombro. Cuatrocientas mil encontraron la forma de echarles talco a sus conciencias. Setecientas ochenta mil saben una técnica modernísima que permite ver a la gente en carne viva. Hay chicas con agarrables, besables, acariciables y plegables piernas de chica. Hay chicas que cuando dicen ‘mío’ es como si maullaran. Hay algunas ambiciosas, y tal vez algo románticas, y en el fondo algo machistas, que se casan con el bombero y lo engañan con el policía. Hay chicas a quienes el maquillaje se les tiene que correr en algún momento de la noche. Algunas son medio pizpiretas y no se acuerdan cuál es latitud y cuál es longitud, y hay algunas que si leen esto van a ir corriendo a sacarse la duda. Hay chicas capaces de decir cosas horribles sin darse cuenta. Hay chicas que robarían un banco o subirían un impuesto. Esta semana vi a una chica sacar dos monedas de veinticinco, elegir la menos brillante y ofrecérsela a un millonario. El otro día vi nacer a una chica que no soltaba el cordón umbilical: se aferraba con las dos manitos y tironeaba de él, como quien hace sonar una campana. Hay chicas atravesadas por la literatura que cuentan las sílabas de un haiku en los ratos más insólitos. Hay muchas con la garganta inflamada de tanto tomarse las cosas en serio. ¡Hay chicas que se acuerdan de cada cosa! Hay chicas puntillosas. Hay chicas que no encuentran un jean que les quede bien. Hay chicas en busca de la metáfora exacta para su época.

Hay chicas que aprovecharon a pasar la lengua por la vagina de su madre mientras nacían. Hay chicas alegres, chicas fáciles de hacer reír. Están las que dejan la conversación por la mitad y se acuestan en las baldosas de la terraza: quisieran pasar la vida en esa terraza, mirando afiebrarse los cielos de Buenos Aires. Hay chicas que se hacen su propia trenza. Hay chicas que se aclaran la voz y les cuentan historias de terror a sus plantas. Hay chicas a quienes un fin de semana puede cambiarles entera su concepción de la literatura. Hay más de una que lleva corto el pelo para que el cuello parezca más largo, y hay muchas otras, tantas como para llenar un paisaje, que viajarían hasta Marte con tal de obtener el bronceado perfecto. Son cada vez más las chicas que envidian a los hombres por sus lazos de amistad: nos ven leales, tontamente leales, y se muerden los nudillos. Hay varias que pelean contra el molino equivocado. Algunas valen una mina de oro o un buen pozo de petróleo. Hay chicas que soportan cualquier cosa menos que alguien, sin mala intención, se acerque y les diga: ‘Vos andás boyando por la vida’. Hay chicas celosas, pero no es eso. Hay chicas ansiosas, pero no es eso. Hay chicas que no saben si indignarse hasta el insulto o si estar agradecidas.

Hay chicas adoradoras de Salinger, y no por eso van a regalarte un ramo de paréntesis ((((())))) en cada mail que te escriben. Hay chicas con un párpado averiado, que no se cierra ni para dormir. Hay chicas que creen en Dios durante cinco minutos al día. ¿Qué estilo nadan estas chicas cuando van a la pileta? Pecho, porque juntar las palmas de las manos ya es una mínima plegaria. Hay chicas que no fueron abanderadas aunque les daba el promedio. Hay chicas que sobrecargan con todo tipo de cosas, pero en especial con libros, sus mochilas. Algunas se enorgullecen de su miedo a la oscuridad. Hay chicas que no saben qué hacer con su lástima, dónde meterla. Hay chicas pelirrojas. Hay chicas a quienes habría que hacerles un monumento, y un monumento a su monumento, y así.

Hay chicas que aprendieron a imitar la letra de su madre. Hay chicas que perdieron a gente muy querida. Hay chicas que pusieron sobre el mostrador una bolsa de monedas de cinco y diez centavos para llevarse un libro en su idioma original, mucho menos pesado que la bolsa. Las rodillas de algunas chicas están hechas de mimbre. Las tetas de algunas chicas estiran una franja de la remera que llevan puesta. Hay chicas que media hora más tarde pensaron Así que de esto se trataba, y se pasaron la mano por la cabeza y por las axilas y abrieron la boca para aspirar todo el aire que había en la playa. Hay chicas siempre a punto de convertirse en koalas. Hay chicas para quienes tu personalidad no es ningún misterio, redonda como un huevo duro, y aún así te adoran. Hay chicas sabias, más sabias que cualquiera: a los doce años ya se daban cuenta de qué era lo importante y qué no. Hay chicas con el par de labios más lindos del mundo. Hay chicas… ¡con una cinturita! Hay chicas que nunca se miran en espejos que tienen a su izquierda, y que conocen la importancia atávica de cualquier rutina. Hay chicas que una noche de verano abren de par en par sus costillas y te dicen las cosas más lindas, más sentidas y más aterradoras que alguna vez escuchaste. Hay chicas que quieren vivir muchos años. Hay chicas que soñaron con el hilo de plata. Hay chicas que valen la pena: vale la pena conocerlas y dejar que te conozcan y construir con ellas una confianza que puede durar o no durar y eventualmente derrumbarse, sin una explosión y ni siquiera un gemido. Hay chicas y chicas, hay muchas chicas. Algunas saben que hay cosas que mejor no decir.

Octavio Prieto

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