lunes, 14 de abril de 2014

Patricio Foglia



José

Al principio, no hubo para mí ninguna buena nueva.
Yo estaba en el taller, preocupado por mi trabajo.
Cuando llegó, supe que algo había cambiado.
Dudé. Sentí miedo. Pensé en los vecinos:
Ahi va José, el carpintero,
su esposa espera un hijo que no es de nadie.
Sigo sin entender que pasó
pero tampoco me importa: mi señor es justo y misterioso.
Soy un hombre sencillo, prefiero no hacer demasiadas preguntas.
Confío en mi corazón, y también en mi esposa.
Y si tengo dudas, 
sigo trabajando, golpeo fuerte, sin decir nada,
atento a mi trabajo con la madera.

*  *  *  *  *  * 

Theo

Johanna dice que la pintura es una excusa
para vivir sin trabajar, como lo hacen los vagos.
pero quedate tranquilo.
yo sé que no es así,
todo se va a arreglar pronto,
de una u otra forma, vamos a poder armar un taller,
en una esquina luminosa, a pocos minutos del campo,
pero eso sí, te pido un favor: dejá de disculparte.
Dejá de disculparte, no es necesario,
soy yo el que está agradecido,
el que destina con alegría una parte de su esfuerzo
para que puedas, en nombre tuyo
pero también en el mío,
observar desde lo alto, como en un sueño,
el amarillo de la campiña y la verdad oculta en los campesinos,
como aquel globo aerostático
que flotó sobre nuestras cabezas,
la tarde en que nos escapamos de casa,
cuando éramos chicos: aquela vez salí corriendo,
tuve miedo del castigo. Pero vos te quedaste,
hasta bien entrada la noche, mirando cómo el sol se iba,
cómo cambiaba el color de cada cosa.
Vincent, hermano, no vuelvas nunca de aquella tarde,
no escuches a nadie, seguí pintando,
no te olvides que sos
nuestra única esperanza.

Textos pertenecientes a la serie "Papeles secundarios", del libro Lugano 1 y 2, recientemente publicado por Viajero insomne editora.


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