-I-
Nunca lo dije
pero hay un momento
asombroso en que
el tiempo se detiene
y es durante ese
segundo interminable
cuando puedo
tocar aquellas canciones
que están
girando en el viento oscuro
al fondo del
océano. Algunas noches
no puedo dormir
y me quedo oyendo
el extraño
zumbido de las ballenas
rondar cada
milímetro de este barco
como un canto
monocorde: un sonido
concentrado, que después puedo
desplegar cuando
estoy en el piano
y me siento el
hombre más solo
del universo.
Nunca bajé a tierra
porque desconfío
de todos aquellos
que se amarran a
algo. En definitiva,
jamás supe qué
era lo mejor para mí
pero aún
recuerdo esa madrugada
cuando de mi
viejo piano emanaron
una tras otra
aquellas melodías
que me dieron un
llanto sonriente
porque comprendí
que si tocaba
cada tecla con
el pulso acuático
de mi corazón,
podría descubrir
el
resplandor secreto de mi música.* * * * * *
-II-
Voy a dar un
concierto y pienso en vos:
hace tantos años
estuvimos en este sitio
caminando de la
mano, atravesando
la costanera una
y otra vez, enamorados
de la luz que
emanábamos hacia cada
baldosa que
resplandecía contra el sol
y nuestros ojos.
Pero esta noche ya está
preparado el
escenario, la luz es suave
porque hay sólo
un reflector redondito
que cae sobre
mis largos rulos y -quizá-
antes de empezar
a cantar mi voz tiemble
en medio del
bailoteo de la melodía lenta
de los saxofones
y yo no quisiera estropear
las canciones
con un tono desafinado.
Nunca ensayamos
tanto como esta vez
y el pianista me
dijo que estaba cansado,
pero en verdad
sentí que su voz traslucía
miedo. Después
se quedó un instante
callado y por el
ventanal se filtraba
la ventosa
música del mar, la blanda
oscuridad de
cada ola que horadaba
nuestro cuarto,
donde nos vestíamos
con trajes
carísimos para la ocasión,
y yo buscaba el
regreso de las viejas
canciones a mi
voz, desde aquella tarde
en que te las
tarareé por primera vez.
-III-
Una vez más la
redondez del sol
reventando el
mediodía, mis ojos
desorientados
buscan una sombra
donde
recostarse, pero debo ultimar
la lista de
canciones para el concierto
de esta noche,
por eso camino, doy
un paso y otro y
retrocedo, buscando
con mis manos el
swing de los acordes
que compuse hace
ya tantísimos años.
La música era
todo cuando éramos
jóvenes. Ahora,
mi voz está gastada
y cantar es un
trabajo difícil: afinar
correctamente,
tomar una jarra entera
de agua y dormir
la siesta para estar
bien descansado
para la noche. Todos
se fijan en mí,
pero éste ya no soy yo.
Lo que queda de
vos está en todas esas
canciones, me
susurra la corista negra
y sonríe amarga
en una larga reposera.
Un rato después
de ensayar, duermo
y sueño a
intermitencias con pedazos
de solos de
guitarra, cuerdas estiradas
y aullidos de
cantantes farragosos.
Ya no quiero ser
como ellos; ni viejo
ni desprolijo,
por eso me cuido tanto
que ya nadie
cree que sea una estrella
de rock, y ya
estoy harto de las giras,
extraño a mis
hijas: sus voces tristes
en los teléfonos
del hotel son ahora
las canciones
que más me gustan.
Juan Pablo Bonino nació en Marzo de 1984. Es licenciado en letras y trabaja como docente en escuelas secundarias.
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