viernes, 8 de octubre de 2010

Horacio Gonzalez. Visita al MNBA. 29/09/2010. Primera parte.




(Lo que sigue a continuación es la primera parte de un desgrabado: se trata de Horacio González en la visita realizada al Museo Nacional de Bellas Artes por parte de estudiantes y docentes de la cátedra "teoría estética y teoría política" el día 29/09/2010. Me parece que el interés que puede generar lo allí expresado supera con creces los límites acotados de quienes cursamos la materia)


Este museo era antes una toma de agua, esto creo que tiene que ser dicho en primer término. Ni siquiera el Louvre, creo, surgió como museo: era un viejo palacete. La idea de acumular objetos, ruinas y reliquias del pasado y destinarlos a la contemplación pública de modo que la comunidad encuentre cierto síntoma de identidad, esa es una experiencia que tiene cierta semejanza con las experiencias religiosas. No es exactamente una misa… es una experiencia más bien del lado laico pero no deja de ser algo que supone cierta mística comunitaria, un halo de respeto, devoción, están los guías turísticos, están palabras como éstas, hay silencio, hay guardias, de modo que la idea del arte que debe ser contemplado bajo ciertas condiciones especiales es lo que, de algún modo, caracteriza la idea de un museo. El asistente al museo piensa que se le proporcionan las condiciones adecuadas, que son condiciones de la ceremonia del silencio, del respeto, de la autorreflexión, y al mismo tiempo siente con extrañeza que se le quita algo del orden de la vida, del ruido de la ciudad. El museo tiene esa característica, y es esa la dialéctica del museo. A cambio de la vida agreste y conflictiva y violenta, en el museo se exige -como en una misa- que los dioses imaginarios que lo pueblan sean de algún modo convertidos en una experiencia de contemplación y de construcción de una comunidad imaginaria.

Este edificio siempre me pareció más interesante desde que descubrí que antes era una toma de agua. Hay un aspecto singular, desacralizado totalmente en este museo, es la vieja toma de agua de la ciudad de Buenos Aires, cuando el río llegaba muy cerca de acá. Estamos hablando de fin del siglo XIX. Cuando la toma de agua se construyó en 1880 en el edificio de la calle Córdoba, este edificio quedó desactivado y dispuesto a otros fines ¿cuáles serían esos otros fines? son los fines que una élite gobernante definió, y lo definió como museo de bellas artes. El museo de la calle Córdoba, hoy también es un museo y no es más una toma de agua, es un edificio que es la réplica de un edificio holandés, muy hermoso, traído en varios barcos desde Holanda, y se construyó tal cual el modelo originario del edificio de Ámsterdam. Pero es un tanque vacío, y también es ahora un museo, de modo tal que la relación agua-museo… no sé si es excesivo lo que digo (risas)… bueno, estamos fuera de la facultad, en la facultad nos piden ciencia, acá podemos decir otras cosas: y está lloviendo además, de modo tal que el régimen argentino de asociación libre aparece plenamente. Entonces, me pareció que la cuestión de la devoción por el pasado y la idea de lo que fluye permanentemente -como el agua- alguna relación tenía que tener. A diferencia de otros museos en el mundo -no es que conozca muchos- pero este no deja de ser una toma de agua todavía: vean esas columnatas, la fachada, el aspecto estatal descuidado que tiene, el estado no construye una toma de agua con columnas dóricas, jónicas, la construye con estas columnas abusivas, columnas que no reflexionan sobre sí mismas como lo hacen las columnas griegas, las romanas. Preámbulo para otra cuestión vinculada con los museos y los cuadros.

En mi época anterior, cuando despreciaba los museos, no se me había ocurrido pensar que la asistencia al museo y ver algún objeto de algún museo podían intervenir de alguna manera en la historia viva. En algún momento, uno con una edad anterior a la que tiene la mayoría de ustedes había leído una novela que ya no se lee más, que es El túnel, de Ernesto Sábato. Alguno la recuerda. Es evidente que nadie lo lee más, pero antes se leía. Esa novela es de 1948 y trata, si no recuerdo mal, del tema de la contemplación de un cuadro. Entonces, dentro de un cuadro se abría un mundo. Bueno, hoy esa idea también no me parece que figure en ningún programa personal de educación artística, de reflexión personal, de construcción de biografías. Creo que no es posible pensar que la contemplación de un cuadro sustituya la televisión por ejemplo, la producción de imágenes contemporáneas, para reflexionar sobre el itinerario vital, que puede ser el nuestro o el de otro o el conjunto de relaciones en el que estamos envueltos. Y descubrí que esta idea de mirar un cuadro e inventar un mundo era una idea muy fuerte. Sigue estando presente de alguna forma en la bibliografía contemporánea: en Las palabras y las cosas de Foucault es contemplar un cuadro. Creo que lo hace mejor que Ernesto Sábato. Pobre Sábato, no sabe qué hace, tiene cien años, está en Santos Lugares… Entonces, pensé que valía la pena recuperar esta idea de estrato anterior del arte, anterior a las imágenes móviles, a la televisión, y da la impresión de que se sostiene aún la idea de que contemplar un cuadro algo significa. Significa el punto de vista del flujo de la vida, de las aguas, digamos. Y la prueba es Las palabras y las cosas que es este libro que surge primero de un cuento de Borges, y en segundo término de Las meninas de Velázquez. Prácticamente extrae la tesis de que la historia de la mirada, la historia del pensamiento se divide en dos: la época clásica, y la época posclásica. Foucault divide los tiempos, y recordarán que cuando describe Las meninas hay una teoría de la percepción, una teoría del poder público, del poder político, hay una teoría de la pintura. El cuadro se situaba en un lugar en donde se cortan los temas. Y eso también parece un poco abusivo, pero ya hace de la visita al museo algo mucho más interesante, que permitiría escribir un montón de libros que, con suerte, podrán cambiar la historia de las ciencias sociales si se encuentran el cuadro adecuado y las palabras adecuadas para escribirlo. Siempre pensé que ese podía ser el momento de la visita. Una visita reveladora -risas-. Que cada uno diga acá está! El cuadro de Prilidiano Pueyrredón! ¿y a quién le ganó Prilidiano Pueyrredón? Pero cuando vean al Prilidiano Pueyrredón de las dos chicas tiradas en la cama van a ver que no se puede decir ¿a quién le ganó? Ese cuadro es superior al suplemento SOY de página/12, a los artículos de María Moreno. Y eso, en 1830. Ni sé lo que dije. Está mal lo que dije.

Hay una observación que hace Artaud. Antonito Artaud / Antonin Artaud. Que tampoco se lee mucho, se leía mucho antes, hace varias décadas en la Argentina. Sigue siendo interesante para quienes se interesan por la locura, por la extralimitación de la razón, por la idea del arte como una forma que surge más bien de la pudrición del lenguaje. Y él tiene una observación sobre los cuadros de Van Gogh, sobre el cual escribe un libro llamado Van Gogh, el suicidado por la sociedad, es decir: alguien posee un secreto y la sociedad debe suicidarlo: la otra gran teoría francesa del suicidio después de la de Durkheim, y quizás más interesante. Y no tan interesante, al suicida de Durkheim le pasa algo con el mundo colectivo, se retira de su conciencia o entra demasiado en su conciencia, y frente a eso el suicida tiene que tomar una determinación estadística: consulta las estadísticas anuales… (los presentes se empiezan a reír, a lo cual González contesta: es así! Lo dice Durkheim!) y entra dentro de las estadísticas anuales, porque las estadísticas son formas del destino. Bueno, Artaud dice que cuando va a contemplar el cuadro Los cuervos percibió también el corte de los tiempos. Hay una gran influencia de Artaud en Foucault. En ese texto Artaud señala ahí percibí que no son las guerras, las crisis económicas, los hechos que explican ese corte. Miren el salvajismo de este pensamiento para los estudiantes de sociología, es un pensamiento prohibido para los estudiantes de esta carrera. Dirían los sociólogos: los cambios suceden en el flujo de las aguas de los tiempos ¿cómo suceden? A partir de la estructura económica, a partir de las fuerzas productivas. En cambio, Artaud dice todo lo contrario, y lo dice de una manera abusiva, radical, insoportable. En las últimas décadas me pareció que era un motivo de replanteo y de dramática reeducación para estudiantes de sociología esta visita al museo. No para que dejen de pensar lo que las ciencias sociales encaminan, sino para percibir en qué lado de la reflexión está lo absolutamente contrario a lo que forma parte de la educación, preparación, pedagogía reinante. Y esto es lo absolutamente contrario, no tiene sostén este pensamiento, que el mundo se divida en el momento en que yo contemplé un cuadro: antes y después de ese hecho. Y esa descripción que hace Artaud de Los cuervos, finalmente reintroduce todo lo social: reintroduce la guerra, y describe la crisis del mundo contemporáneo sin ninguna palabra referida al lenguaje habitual para describir las crisis. Entonces, volvemos al tema que nos trae acá, si la visión de un cuadro puede efectivamente producir esos efectos desde el punto de vista de la comprensión del tiempo, de la vida, de las relaciones de todo tipo, de la elaboración de una idea de sujeto.



Versión: Patricio Foglia.

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