Liliana Lukin: Bs. Aires, 1951. Libros de poesía: Abracadabra, 1978; Malasartes, 1981; Descomposición, 1986; Cortar por lo Sano, 1987; Carne de Tesoro,1990; Cartas, 1992; Las preguntas, 1998; retórica erótica, 2002, Construcción comparativa, 2003, Teatro de Operaciones-Anatomía y Literatura, 2007, Obra reunida:1978-2008, 2009 y Libro de buen amor, 2010.
Recibió Primer Premio ECA, Secretaría de Cultura de la Nación, 1985, Mención Especial en Premios Nacionales 87/88, Sría de Cultura de la Nación, Subsidio a la Creación Artística Fundación Antorchas, 1989, Beca Fondo Nacional de las Artes, 1997, Subsidios a la Creación Artística Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires 2005 y 2007.
Profesora en Letras de la UBA, es docente en Crítica de Artes en el IUNA, coordina la Clínica de escritura de la Biblioteca Nacional y las Jornadas “Cuerpos Argentinos”. Su obra está publicada en antologías y es autora de ensayos y seminarios en el exterior que se pueden leer en: www.lilianalukin.com.ar
De Descomposición, Ediciones de la Flor, 1986 (textos escritos entre 1980-1982)
Pandora huele
una palabra
si se guarda mucho tiempo
larga heces
materias hirientes
al ojo y al oído
humedades
hace
sangre por varias de sus partes
no se pudre
dada su condición
de testigo de cargo
pero apesta
De Cortar por lo sano, Ediciones Culturales Argentinas, 1987
debe haber caído: la mano abierta
guardando en el centro asco de sí
saliva de la costumbre alrededor
debe haber visto
la miseria del acto
que no mejoraba la vida
una pierna arqueada levemente
cayendo según
la gravedad
habrá modificado las sombras
el testimonio
que la superficie ofrece
la tristeza: un esfuerzo inútil
sobre la pequeñez de las formas
donde las palabras ensayan componer
la historia es
un cuerpo sin explicación sobra la escena
su carne expuesta
al amor y la duda
el lugar
que engendrará leyendas
en relación inversa a la posibilidad
de tocar su rostro por última vez
De Carne de tesoro, Ed.Sudamericana, 1990
cumple
cayendo en tul de plumetí
la serpentina
sarcófago de la tarde esas cuatro torres
y en el medio: patio de leche ornado por la fiesta
serpentinas papel crepé guirnalda el aire
un techo de figuritas huecas sobre el juego
agudo jirón de piernas tristes y
esa mancha escondida en el charol
media de puntillas y el vacío del cuerpo:
algo de ya estar solos en la hebilla
la madre se afana el padre mira
tocados de cotillón para reinar la mesa:
utilería de canapés el reino
simulacros la condición:
alegría alegría
risitas murmullan gritos gritan
ay se nombra el goce
pozo de la piedad esas cuatro paredes
los hermanos bailan posando delgadeces
de edad: ausencias
sobre escenografía dísnei a la témpera
según pasan los años
cartulinas que tapan el descascare de la cal
cayendo en serpentina sobre el patio
que los cumplas feliz
semilla
Madre ha sabido dejarnos solos
y nada que yo escriba ahora
será como habernos sabido dejar
(lo suficiente es siempre escaso
no colma la sed un solo vaso
cuando lo difícil es beber)
Madre ha podido con nosotros
y del montón hizo nuestra soledad
De Cartas, Ediciones de la Flor, 1992.
carta XVI
mi querida: los hombres nos envidian el penetrante
juego de intimidades sucesivas: los ensordece
el murmullo de palomas que cambiamos
insomnes y ligeras por sobre toda obligación
envidian la obscenidad de nuestros juegos
contar y llorar como hijas de la misma madre
(que hubiéramos compartido los baños y las camas)
o como madres a punto de parir (casi desnudas
y hablando de un dolor parecido)
los hombres es sabido nos envidian
el impenetrable clima de las risas oblicuas
(como de amiguitas a la siesta en el zaguán)
y esa falta de vergüenza al mostrarnos las llagas
o hacerse vestir o acariciar el alma una por otra
ellos no saben cómo hacer para podernos
distraer de nosotras llamarnos la atención
es su pasión y su calvario: tan fuertes
somos en nuestro pacto el motivo de su deseo
desesperan de nosotras pobrecitos
y amados como el otro de nosotras sospechan:
la insuficiencia de ese modo de amar
ellos quisieran ser una más y nos envidian
lo impenetrable (el resto de adolescente que se deja
tocar sin perder nada) ese poder de ubicuidad
que nos concilia con el infierno en un salón del paraíso
en esta lucha por el amor de cada día
ellos no saben de nuestra necesidad y nos envidian
y aunque les juremos que nos son imprescindibles
sabrán que en esa frase hay una trampa:
ser el otro de nosotras es poca cosa
y ellos siempre querrán ser una más
carta XXII
mi querida: por una los hombres se enloquecen
giran como insectos en la luz alrededor
de una idea
y sus circunvoluciones son un alimento
(hilos de palabras en el aire de la necesidad)
si los hombres no estuvieran
incesantes en su diversidad
qué sería de una de la idea de una:
la inanición segura la escritura en continuo
sosiego la pátina de duda vuelta seguridad
ah! mi querida: los hombres enloquecen por una
abusan
de nuestro proverbial buen humor y encanto personal
nosotras en el aire viciado de excitación
bebemos extasiadas nos quejamos de ellos
como quien no soporta tanta dicha
pero sus abusos son nuestros excesos:
en la soledad del cuerpo encontramos y olemos
lo que dejarán cuando recuperen la cordura
por una felizmente los hombres enloquecen
y felizmente abusan mi querida de nuestra delicada
situación
De Las preguntas, Ediciones de la Flor, 1998
¿ahora que nada es
sagrado
soy para ti
el paradigma
de una vida poética?
¿es que alguna cosa
he perdido sin querer
mientras andaba
distraída
algo se me ha caído
de la cabeza
una cinta
una corona de florcitas
una idea
ganó gravedad
y se deshizo
de mí?
¿tal vez no he sabido
decir ni hacer?
¿hijos en la materia continua
no han sido suficiente?
¿qué pasó conmigo?
¿cuándo mis piernas
maravillosas
y mi preciosa vulva
dejaron de ser
una muchacha
y se convirtieron?
¿una figura lingüística
es mi erotismo?
ámame tómame
vuélveme del revés
que ahí tal vez
el secreto me sea
develado
lo sagrado no existe
ya ¿paradigma
de una vida
poética? ¿ética
del amor estética
del dolor?
sintagmas somos
la filosofía es una sábana
sobre la que me gustaría
poseerte
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¿girando detrás de un pensamiento
como una perra que muerde su cola
algo del pensamiento se hará claro y potente
como un ladrido o un celo de animal?
¿algo de la perra que hay en mí
dejará de girar detrás de sí dejará
de morder de hacerse daño
si esa luz hace claridad?
¿girar no es una gimnasia ridícula
que saca de lugar confunde
cielo y suelo y vuelve
cada cosa algo que se mueve
y algo que se deja de ver?
¿es posible así entender algo?
¿habrá que tener un pensamiento de perra
para hacer una pregunta donde se vea
cómo una mujer muerde el hueso
tras una idea de mujer
y eso la lleva a ver con otra claridad?
De retórica erótica, Asunto Impreso Ediciones, 2002
(poemas manuscritos con letra caligráfica por la autora, cada uno en relación con una foto de una mujer desnuda, elegidas entre fotos artísticas y de postales eróticas, de 1858 a 1940.)
El declive de su pecho es una figura
que su ánimo convoca para el sesgado
equilibrio de la cabeza: así el collar
circunda y cae sin dañar su fragil
idad: la fuerza.
De mirarla mirar: atrevimiento,
le dice, atrevida, y ella sabe que el crimen
se paga.
En lo breve de un anillo que desliza
de su dedo en el de él: el dedo en el anillo
como él en ella, simultáneos...en lo
breve del doble anillo, doble misterio
desenmascarado, su condena se cumple.
Tanto cuerpo y tan poco, dice ella, y lo mira
espiándole el nacimiento del lenguaje.
El no tiene, allí, más que una leve
septicemia de infelicidad.
Curaría ella su gravedad, haría de la
gracia el acto que entrara uno en otro,
como el anillo en el dedo elegido.
Atrevida en su falta de miedo, disfraza
la falta, se disfraza, a cambio de nada,
del fuego de la infancia, de nada, del
ardor y la risa sobre la piel desnuda.
En tanto, el cuerpo y la palabra son uno
para ella: dice dolor, y no puede
soportarlo y amor dice y se le hace
agua la boca.
Atrevida, dice él, adorando lo oblicuo
a la altura de sus ojos, la cintura
con que ella le fundara un lugar.
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Se acomoda
como si fuera
ella la que va
a contemplarse.
En esa creación
de sí misma
es más ella para él que cuando duerme.
La mano con que protege su zona débil a
la ternura vuelve de haber sido el hueco
para la mejilla oculta.
Piensa en sentir como piensa en actuar:
dando a su pensamiento el poder.
Al verla espera que él tenga un vahído,
que verla haga de su contención, de su
entereza, desequilibrio y desazón.
Está a la espera de ese pronunciamiento:
cada parte de su cuerpo concentrada en
la corva, el cauce para escurrir un
resto de figura y hacerse penetrar.
Cuando eso suceda, él recuperará su
centro, habrá tomado la entrega como
quien recibe, y habrá dado todo, tanto al
mirar como al entrar.
En el círculo de las sábanas el juego es
profundo y sin final visible.
De Construcción comparativa, Alción Editora, 2003
XX
Como una esclava
en el tobillo
de una mujer libre
adorna y sólo marca
el contorno del brillo
pero es
el cuchillo del deseo
para el dueño
de un deseo de tobillo
así ella
dueña de su contorno
brilla en el adorno
y en la doble
esclavitud
de su ajorca y su tobillo
está su libertad
como una esclava.
De Teatro de Operaciones-Anatomía y Literatura, Ediciones en Danza, 2007
16
Acostarse, abandonar,
renunciar a la vigilia, desnudar
la cabeza de esa familia
de palabras: recostar
el alma que pesa.
Sobre su centro de gravedad
reposará ese miedo de perder
el control de los ecos del día,
de no ser
imprescindible en ningún rol.
Cerrar el ojo y el ojo: dejar
el deseo sin cerrar,
amar el cuerpo tendido
como se ama el sentido del soñar:
reposar, reposar,
como un guerrero que odia las guerras,
como la perra que amamanta a su cría,
dejar esa ‘pasión demencial’
por estar de pie y atenta olfateando ideas,
aprender la lenta disciplina de renunciar.
20
Este comportamiento adictivo
con la ficción, el abuso
de consumo de escrituras
y la lectura como panacea son
sólo sal en la herida
de la calcinación muscular.
Y la pasión enfermiza por vagar
entre papeles, debajo de
los radiadores de silencio,
sólo produce éxtasis, atención excesiva del iris
por la música de la letra,
agotamiento y un placer que insiste.
Me tiendo en el lecho de Procusto
de esta realidad, desvestida de todo,
con el libro en la mano que resiste.
Pandora huele, Semilla y Cartas (ambas) me parecieron increíbles. Gracias por acercarme a las letras de Liliana Lukin!
ResponderEliminarSaludos
Qué placer es leer a Lukin! Qué placer es escucharla! Las palabras que hace vibrar,sus palabras, encierran tanta delicadeza.
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