sábado, 20 de agosto de 2011

Liliana Lukin

Liliana Lukin: Bs. Aires, 1951. Libros de poesía: Abracadabra, 1978; Malasartes, 1981; Descomposición, 1986; Cortar por lo Sano, 1987; Carne de Tesoro,1990; Cartas, 1992; Las preguntas, 1998; retórica erótica, 2002, Construcción comparativa, 2003, Teatro de Operaciones-Anatomía y Literatura, 2007, Obra reunida:1978-2008, 2009 y Libro de buen amor, 2010.

Recibió Primer Premio ECA, Secretaría de Cultura de la Nación, 1985, Mención Especial en Premios Nacionales 87/88, Sría de Cultura de la Nación, Subsidio a la Creación Artística Fundación Antorchas, 1989, Beca Fondo Nacional de las Artes, 1997, Subsidios a la Creación Artística Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires 2005 y 2007.

Profesora en Letras de la UBA, es docente en Crítica de Artes en el IUNA, coordina la Clínica de escritura de la Biblioteca Nacional y las Jornadas “Cuerpos Argentinos”. Su obra está publicada en antologías y es autora de ensayos y seminarios en el exterior que se pueden leer en: www.lilianalukin.com.ar





De Descomposición, Ediciones de la Flor, 1986 (textos escritos entre 1980-1982)


Pandora huele


una palabra

si se guarda mucho tiempo

larga heces

materias hirientes

al ojo y al oído

humedades

hace

sangre por varias de sus partes


no se pudre

dada su condición

de testigo de cargo


pero apesta




De Cortar por lo sano, Ediciones Culturales Argentinas, 1987


debe haber caído: la mano abierta

guardando en el centro asco de sí

saliva de la costumbre alrededor


debe haber visto

la miseria del acto

que no mejoraba la vida


una pierna arqueada levemente

cayendo según

la gravedad

habrá modificado las sombras

el testimonio

que la superficie ofrece


la tristeza: un esfuerzo inútil

sobre la pequeñez de las formas

donde las palabras ensayan componer


la historia es

un cuerpo sin explicación sobra la escena

su carne expuesta

al amor y la duda


el lugar


que engendrará leyendas

en relación inversa a la posibilidad

de tocar su rostro por última vez



De Carne de tesoro, Ed.Sudamericana, 1990


cumple


cayendo en tul de plumetí

la serpentina

sarcófago de la tarde esas cuatro torres

y en el medio: patio de leche ornado por la fiesta


serpentinas papel crepé guirnalda el aire

un techo de figuritas huecas sobre el juego


agudo jirón de piernas tristes y

esa mancha escondida en el charol

media de puntillas y el vacío del cuerpo:

algo de ya estar solos en la hebilla


la madre se afana el padre mira

tocados de cotillón para reinar la mesa:

utilería de canapés el reino


simulacros la condición:

alegría alegría


risitas murmullan gritos gritan

ay se nombra el goce

pozo de la piedad esas cuatro paredes


los hermanos bailan posando delgadeces

de edad: ausencias

sobre escenografía dísnei a la témpera

según pasan los años

cartulinas que tapan el descascare de la cal


cayendo en serpentina sobre el patio


que los cumplas feliz




semilla


Madre ha sabido dejarnos solos

y nada que yo escriba ahora

será como habernos sabido dejar


(lo suficiente es siempre escaso

no colma la sed un solo vaso

cuando lo difícil es beber)


Madre ha podido con nosotros

y del montón hizo nuestra soledad




De Cartas, Ediciones de la Flor, 1992.


carta XVI


mi querida: los hombres nos envidian el penetrante

juego de intimidades sucesivas: los ensordece

el murmullo de palomas que cambiamos

insomnes y ligeras por sobre toda obligación


envidian la obscenidad de nuestros juegos

contar y llorar como hijas de la misma madre

(que hubiéramos compartido los baños y las camas)

o como madres a punto de parir (casi desnudas

y hablando de un dolor parecido)


los hombres es sabido nos envidian

el impenetrable clima de las risas oblicuas

(como de amiguitas a la siesta en el zaguán)

y esa falta de vergüenza al mostrarnos las llagas

o hacerse vestir o acariciar el alma una por otra


ellos no saben cómo hacer para podernos

distraer de nosotras llamarnos la atención

es su pasión y su calvario: tan fuertes

somos en nuestro pacto el motivo de su deseo


desesperan de nosotras pobrecitos

y amados como el otro de nosotras sospechan:

la insuficiencia de ese modo de amar


ellos quisieran ser una más y nos envidian

lo impenetrable (el resto de adolescente que se deja

tocar sin perder nada) ese poder de ubicuidad

que nos concilia con el infierno en un salón del paraíso


en esta lucha por el amor de cada día

ellos no saben de nuestra necesidad y nos envidian

y aunque les juremos que nos son imprescindibles

sabrán que en esa frase hay una trampa:


ser el otro de nosotras es poca cosa

y ellos siempre querrán ser una más



carta XXII


mi querida: por una los hombres se enloquecen

giran como insectos en la luz alrededor

de una idea

y sus circunvoluciones son un alimento

(hilos de palabras en el aire de la necesidad)


si los hombres no estuvieran

incesantes en su diversidad

qué sería de una de la idea de una:

la inanición segura la escritura en continuo

sosiego la pátina de duda vuelta seguridad


ah! mi querida: los hombres enloquecen por una

abusan

de nuestro proverbial buen humor y encanto personal


nosotras en el aire viciado de excitación

bebemos extasiadas nos quejamos de ellos

como quien no soporta tanta dicha


pero sus abusos son nuestros excesos:

en la soledad del cuerpo encontramos y olemos

lo que dejarán cuando recuperen la cordura


por una felizmente los hombres enloquecen

y felizmente abusan mi querida de nuestra delicada

situación




De Las preguntas, Ediciones de la Flor, 1998


¿ahora que nada es

sagrado

soy para ti

el paradigma

de una vida poética?


¿es que alguna cosa

he perdido sin querer

mientras andaba

distraída

algo se me ha caído

de la cabeza

una cinta

una corona de florcitas

una idea

ganó gravedad

y se deshizo

de mí?


¿tal vez no he sabido

decir ni hacer?


¿hijos en la materia continua

no han sido suficiente?


¿qué pasó conmigo?

¿cuándo mis piernas

maravillosas

y mi preciosa vulva

dejaron de ser

una muchacha

y se convirtieron?


¿una figura lingüística

es mi erotismo?


ámame tómame

vuélveme del revés

que ahí tal vez

el secreto me sea

develado



lo sagrado no existe

ya ¿paradigma

de una vida

poética? ¿ética

del amor estética

del dolor?


sintagmas somos


la filosofía es una sábana

sobre la que me gustaría

poseerte


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¿girando detrás de un pensamiento

como una perra que muerde su cola

algo del pensamiento se hará claro y potente

como un ladrido o un celo de animal?


¿algo de la perra que hay en mí

dejará de girar detrás de sí dejará

de morder de hacerse daño

si esa luz hace claridad?


¿girar no es una gimnasia ridícula

que saca de lugar confunde

cielo y suelo y vuelve

cada cosa algo que se mueve

y algo que se deja de ver?


¿es posible así entender algo?


¿habrá que tener un pensamiento de perra

para hacer una pregunta donde se vea

cómo una mujer muerde el hueso

tras una idea de mujer

y eso la lleva a ver con otra claridad?




De retórica erótica, Asunto Impreso Ediciones, 2002

(poemas manuscritos con letra caligráfica por la autora, cada uno en relación con una foto de una mujer desnuda, elegidas entre fotos artísticas y de postales eróticas, de 1858 a 1940.)


El declive de su pecho es una figura
que su ánimo convoca para el sesgado
equilibrio de la cabeza: así el collar
circunda y cae sin dañar su fragil
idad: la fuerza.
De mirarla mirar: atrevimiento,

le dice, atrevida, y ella sabe que el crimen
se paga.
En lo breve de un anillo que desliza

de su dedo en el de él: el dedo en el anillo
como él en ella, simultáneos...en lo
breve del doble anillo, doble misterio
desenmascarado, su condena se cumple.
Tanto cuerpo y tan poco, dice ella, y lo mira

espiándole el nacimiento del lenguaje.
El no tiene, allí, más que una leve
septicemia de infelicidad.
Curaría ella su gravedad, haría de la
gracia el acto que entrara uno en otro,
como el anillo en el dedo elegido.
Atrevida en su falta de miedo, disfraza
la falta, se disfraza, a cambio de nada,
del fuego de la infancia, de nada, del
ardor y la risa sobre la piel desnuda.
En tanto, el cuerpo y la palabra son uno
para ella: dice dolor, y no puede
soportarlo y amor dice y se le hace
agua la boca.
Atrevida, dice él, adorando lo oblicuo
a la altura de sus ojos, la cintura
con que ella le fundara un lugar.

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Se acomoda
como si fuera
ella la que va
a contemplarse.
En esa creación
de sí misma
es más ella para él que cuando duerme.
La mano con que protege su zona débil a
la ternura vuelve de haber sido el hueco

para la mejilla oculta.
Piensa en sentir como piensa en actuar:
dando a su pensamiento el poder.
Al verla espera que él tenga un vahído,
que verla haga de su contención, de su
entereza, desequilibrio y desazón.
Está a la espera de ese pronunciamiento:
cada parte de su cuerpo concentrada en

la corva, el cauce para escurrir un
resto de figura y hacerse penetrar.
Cuando eso suceda, él recuperará su
centro, habrá tomado la entrega como
quien recibe, y habrá dado todo, tanto al

mirar como al entrar.
En el círculo de las sábanas el juego es
profundo y sin final visible.



De Construcción comparativa, Alción Editora, 2003


XX

Como una esclava

en el tobillo

de una mujer libre

adorna y sólo marca

el contorno del brillo

pero es

el cuchillo del deseo

para el dueño

de un deseo de tobillo


así ella

dueña de su contorno

brilla en el adorno


y en la doble

esclavitud

de su ajorca y su tobillo

está su libertad


como una esclava.



De Teatro de Operaciones-Anatomía y Literatura, Ediciones en Danza, 2007


16

Acostarse, abandonar,

renunciar a la vigilia, desnudar

la cabeza de esa familia

de palabras: recostar

el alma que pesa.


Sobre su centro de gravedad

reposará ese miedo de perder

el control de los ecos del día,

de no ser

imprescindible en ningún rol.


Cerrar el ojo y el ojo: dejar

el deseo sin cerrar,

amar el cuerpo tendido

como se ama el sentido del soñar:

reposar, reposar,


como un guerrero que odia las guerras,

como la perra que amamanta a su cría,

dejar esa ‘pasión demencial’

por estar de pie y atenta olfateando ideas,

aprender la lenta disciplina de renunciar.


20

Este comportamiento adictivo

con la ficción, el abuso

de consumo de escrituras

y la lectura como panacea son

sólo sal en la herida

de la calcinación muscular.


Y la pasión enfermiza por vagar

entre papeles, debajo de

los radiadores de silencio,

sólo produce éxtasis, atención excesiva del iris

por la música de la letra,

agotamiento y un placer que insiste.


Me tiendo en el lecho de Procusto

de esta realidad, desvestida de todo,

con el libro en la mano que resiste.


2 comentarios:

  1. Pandora huele, Semilla y Cartas (ambas) me parecieron increíbles. Gracias por acercarme a las letras de Liliana Lukin!

    Saludos

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  2. Qué placer es leer a Lukin! Qué placer es escucharla! Las palabras que hace vibrar,sus palabras, encierran tanta delicadeza.

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