lunes, 24 de febrero de 2014

Tom Maver


a lo largo - 1 from pablo gimenez zapiola on Vimeo.

A lo largo de mi vida
construí muchas casas.
De todas me fui, las dejé vacías,
plenas. 
Entre una y otra fui encontrando
una soledad 
donde mi alma aprendió
que lo que amamos 
no tiene protección.


Ninguna de ellas me pertenece.
Para mí, las paredes,
los cuartos de baño,
las piezas, responden sólo
–ahora lo veo–
a la tenue organización de la nada.
¿Cómo dejar intactos los cimientos
de mi errancia,
si todas las puertas están abiertas
para que llegue a cualquier punto
de su encierro?
Pero si no hay a dónde ir
en rigor, no podemos ser prisioneros.
Bajo cada techo
pienso con tranquilidad y malicia:
Estos refugios
que amparan mi desvarío
no saben hasta dónde podría llegar.

Video: Pablo Gimenez Zapiola
Poema: Tom Maver
Sonido: Carlos Pozo

martes, 11 de febrero de 2014

Octavio Prieto


Algunas chicas

Hay chicas que se mueven como ninfas cuando suena la canción que usaron para vestirse. Hay chicas que hablan muy bien inglés. Hay chicas consumidas por la anorexia y por los años perdidos frente a canales de aire. Hay chicas que nacieron, crecieron y pasaron su adolescencia con ganas de hacer pis. Hay chicas que no se dan por vencidas ni aunque les deseen suerte. Hay chicas sin aros ni cicatrices. Hay chicas sin pestañas. Hay chicas que no creen en la cola del diablo.

Hay chicas que piden perdón cuando cambian de tema. Hay chicas que brillan si apagás la luz. Hay chicas griegas, romanas, hay todo tipo de chicas. Hay trescientas chicas recién bañadas que practican sonrisas frente al espejo para ocultar un poco la encía. Setecientas esperan en la sala del doctor para cambiar venas y arterias por redes de fibra óptica. ¡Hay chicas que nacieron de a dos! Hay mil doscientas que se atan el pelo ahora mismo, y un rato más tarde, cuando yo chasquee los dedos, se lo van a soltar. Hay chicas con mucha saliva en la boca, y hay chicas con bigotito. Hay chicas con la certeza de que nadie va a quererlas porque no están depiladas. Hay chicas que no leyeron a Clarice Lispector o la leyeron sin paciencia, y se están perdiendo de algo. Hay chicas roncas, exhaustas, desangeladas. Hay chicas divinas, divinas, y no porque estén locas. Hay chicas que aprendieron a fumar por la boca y a largar el humo por la vagina.

Hay chicas que una noche en una terraza, a un costado de la fiesta, entendieron realmente el contenido de un refrán. Hay chicas que pegaron un buen corte de pelo. Un grupo de chicas que yo conozco discute de política exterior y habla de capitalismo cristiano-occidental. Conozco a la chica que inventó la expresión pasarse de vivo. Hay algunas con cara de tener feo apellido, y otras que escuchan heavy metal, y otras que hacen bungee-jumping. Hay chicas que desarrollan con su perra una compleja relación de hermanas. Hay chicas que aguantan y aguantan y aguantan hasta que Argentina mete un gol, y entonces van a la ventana y gritan por todo lo que pasó y lo que no pasó en estos cuatro años. Hay chicas que se asustan en puntas de pie. Hay chicas increíbles. Hay chicas que se pintan los labios antes del juego de la copa. Hay chicas increíbles.

Doscientas veinte mil ya tienen su propia cara tatuada en el hombro. Cuatrocientas mil encontraron la forma de echarles talco a sus conciencias. Setecientas ochenta mil saben una técnica modernísima que permite ver a la gente en carne viva. Hay chicas con agarrables, besables, acariciables y plegables piernas de chica. Hay chicas que cuando dicen ‘mío’ es como si maullaran. Hay algunas ambiciosas, y tal vez algo románticas, y en el fondo algo machistas, que se casan con el bombero y lo engañan con el policía. Hay chicas a quienes el maquillaje se les tiene que correr en algún momento de la noche. Algunas son medio pizpiretas y no se acuerdan cuál es latitud y cuál es longitud, y hay algunas que si leen esto van a ir corriendo a sacarse la duda. Hay chicas capaces de decir cosas horribles sin darse cuenta. Hay chicas que robarían un banco o subirían un impuesto. Esta semana vi a una chica sacar dos monedas de veinticinco, elegir la menos brillante y ofrecérsela a un millonario. El otro día vi nacer a una chica que no soltaba el cordón umbilical: se aferraba con las dos manitos y tironeaba de él, como quien hace sonar una campana. Hay chicas atravesadas por la literatura que cuentan las sílabas de un haiku en los ratos más insólitos. Hay muchas con la garganta inflamada de tanto tomarse las cosas en serio. ¡Hay chicas que se acuerdan de cada cosa! Hay chicas puntillosas. Hay chicas que no encuentran un jean que les quede bien. Hay chicas en busca de la metáfora exacta para su época.

Hay chicas que aprovecharon a pasar la lengua por la vagina de su madre mientras nacían. Hay chicas alegres, chicas fáciles de hacer reír. Están las que dejan la conversación por la mitad y se acuestan en las baldosas de la terraza: quisieran pasar la vida en esa terraza, mirando afiebrarse los cielos de Buenos Aires. Hay chicas que se hacen su propia trenza. Hay chicas que se aclaran la voz y les cuentan historias de terror a sus plantas. Hay chicas a quienes un fin de semana puede cambiarles entera su concepción de la literatura. Hay más de una que lleva corto el pelo para que el cuello parezca más largo, y hay muchas otras, tantas como para llenar un paisaje, que viajarían hasta Marte con tal de obtener el bronceado perfecto. Son cada vez más las chicas que envidian a los hombres por sus lazos de amistad: nos ven leales, tontamente leales, y se muerden los nudillos. Hay varias que pelean contra el molino equivocado. Algunas valen una mina de oro o un buen pozo de petróleo. Hay chicas que soportan cualquier cosa menos que alguien, sin mala intención, se acerque y les diga: ‘Vos andás boyando por la vida’. Hay chicas celosas, pero no es eso. Hay chicas ansiosas, pero no es eso. Hay chicas que no saben si indignarse hasta el insulto o si estar agradecidas.

Hay chicas adoradoras de Salinger, y no por eso van a regalarte un ramo de paréntesis ((((())))) en cada mail que te escriben. Hay chicas con un párpado averiado, que no se cierra ni para dormir. Hay chicas que creen en Dios durante cinco minutos al día. ¿Qué estilo nadan estas chicas cuando van a la pileta? Pecho, porque juntar las palmas de las manos ya es una mínima plegaria. Hay chicas que no fueron abanderadas aunque les daba el promedio. Hay chicas que sobrecargan con todo tipo de cosas, pero en especial con libros, sus mochilas. Algunas se enorgullecen de su miedo a la oscuridad. Hay chicas que no saben qué hacer con su lástima, dónde meterla. Hay chicas pelirrojas. Hay chicas a quienes habría que hacerles un monumento, y un monumento a su monumento, y así.

Hay chicas que aprendieron a imitar la letra de su madre. Hay chicas que perdieron a gente muy querida. Hay chicas que pusieron sobre el mostrador una bolsa de monedas de cinco y diez centavos para llevarse un libro en su idioma original, mucho menos pesado que la bolsa. Las rodillas de algunas chicas están hechas de mimbre. Las tetas de algunas chicas estiran una franja de la remera que llevan puesta. Hay chicas que media hora más tarde pensaron Así que de esto se trataba, y se pasaron la mano por la cabeza y por las axilas y abrieron la boca para aspirar todo el aire que había en la playa. Hay chicas siempre a punto de convertirse en koalas. Hay chicas para quienes tu personalidad no es ningún misterio, redonda como un huevo duro, y aún así te adoran. Hay chicas sabias, más sabias que cualquiera: a los doce años ya se daban cuenta de qué era lo importante y qué no. Hay chicas con el par de labios más lindos del mundo. Hay chicas… ¡con una cinturita! Hay chicas que nunca se miran en espejos que tienen a su izquierda, y que conocen la importancia atávica de cualquier rutina. Hay chicas que una noche de verano abren de par en par sus costillas y te dicen las cosas más lindas, más sentidas y más aterradoras que alguna vez escuchaste. Hay chicas que quieren vivir muchos años. Hay chicas que soñaron con el hilo de plata. Hay chicas que valen la pena: vale la pena conocerlas y dejar que te conozcan y construir con ellas una confianza que puede durar o no durar y eventualmente derrumbarse, sin una explosión y ni siquiera un gemido. Hay chicas y chicas, hay muchas chicas. Algunas saben que hay cosas que mejor no decir.

Octavio Prieto

viernes, 24 de enero de 2014

Juan Pablo Bonino


-I-

Nunca lo dije pero hay un momento
asombroso en que el tiempo se detiene
y es durante ese segundo interminable
cuando puedo tocar aquellas canciones
que están girando en el viento oscuro
al fondo del océano. Algunas noches
no puedo dormir y me quedo oyendo
el extraño zumbido de las ballenas
rondar cada milímetro de este barco
como un canto monocorde: un sonido
concentrado,  que después puedo
desplegar cuando estoy en el piano
y me siento el hombre más solo
del universo. Nunca bajé a tierra
porque desconfío de todos aquellos
que se amarran a algo. En definitiva,
jamás supe qué era lo mejor para mí
pero aún recuerdo esa madrugada
cuando de mi viejo piano emanaron
una tras otra aquellas melodías
que me dieron un llanto sonriente
porque comprendí que si tocaba
cada tecla con el pulso acuático
de mi corazón, podría descubrir
el resplandor secreto de mi música.


           *  *  *  *  *  *


-II-

Voy a dar un concierto y pienso en vos:
hace tantos años estuvimos en este sitio
caminando de la mano, atravesando
la costanera una y otra vez, enamorados
de la luz que emanábamos hacia cada
baldosa que resplandecía contra el sol
y nuestros ojos. Pero esta noche ya está
preparado el escenario, la luz es suave
porque hay sólo un reflector redondito
que cae sobre mis largos rulos y -quizá-
antes de empezar a cantar mi voz tiemble
en medio del bailoteo de la melodía lenta
de los saxofones y yo no quisiera estropear
las canciones con un tono desafinado.
Nunca ensayamos tanto como esta vez
y el pianista me dijo que estaba cansado,
pero en verdad sentí que su voz traslucía
miedo. Después se quedó un instante
callado y por el ventanal se filtraba
la ventosa música del mar, la blanda
oscuridad de cada ola que horadaba
nuestro cuarto, donde nos vestíamos
con trajes carísimos para la ocasión,
y yo buscaba el regreso de las viejas
canciones a mi voz, desde aquella tarde
en que te las tarareé por primera vez.

           *  *  *  *  *  *


-III-

Una vez más la redondez del sol
reventando el mediodía, mis ojos
desorientados buscan una sombra
donde recostarse, pero debo ultimar
la lista de canciones para el concierto
de esta noche, por eso camino, doy
un paso y otro y retrocedo, buscando
con mis manos el swing de los acordes
que compuse hace ya tantísimos años.
La música era todo cuando éramos
jóvenes. Ahora, mi voz está gastada
y cantar es un trabajo difícil: afinar
correctamente, tomar una jarra entera
de agua y dormir la siesta para estar
bien descansado para la noche. Todos
se fijan en mí, pero éste ya no soy yo.
Lo que queda de vos está en todas esas
canciones, me susurra la corista negra
y sonríe amarga en una larga reposera.
Un rato después de ensayar, duermo
y sueño a intermitencias con pedazos
de solos de guitarra, cuerdas estiradas
y aullidos de cantantes farragosos.
Ya no quiero ser como ellos; ni viejo
ni desprolijo, por eso me cuido tanto
que ya nadie cree que sea una estrella
de rock, y ya estoy harto de las giras,
extraño a mis hijas: sus voces tristes
en los teléfonos del hotel son ahora
las canciones que más me gustan.

Juan Pablo Bonino nació en Marzo de 1984. Es licenciado en letras y trabaja como docente en escuelas secundarias.

lunes, 6 de enero de 2014

La vida suspendida (Andrés Lewin)



Sobre LA VIDA SUSPENDIDA

¿Esa tarde o aquella mañana? ¿Acá cerca o más lejos? Espacio y tiempo, en este libro, no importan. Porque es aquí, allá y en todos lados donde la vida sin más queda suspendida.

Un pibito limpia los vidrios. Pausa. Un hombre abraza a su hijo. Pausa. Pirri hace un foul. Pausa. Amato Garrafa habla al micrófono. Pausa. Edelmiro corta naranja por naranja. Pausa. El vendedor de panchos un día se ilumina. Pausa. El regalador de sonrisas camina por los bosques de eucaliptus. Pausa. Manolo compra choclos. Pausa. Y otra pausa y otra más.

En ese devenir de interrupciones se construye un trayecto preciso: un movimiento sutil hacia el interior de la mirada de Andrés Lewin. Son pausas que funcionan como grietas que, por un instante, Lewin nos permite espiar y nos susurra: “Mirá, mirá, acá está la belleza, el tiempo, la poesía, el amor…”.

En algunos poemas, quizás sobre todo en la primera parte, el yo avanza como si fuera un transeúnte en la ciudad, en la vida misma. La mirada de Lewin acompaña lo que vemos y, al mismo tiempo, se desentiende de lo que no vemos, eso que cada lector completa en su lectura íntima y única: “Lo que mis ojos ven/ no es lo que miran tus ojos”.

En otros poemas, ya más hacia el final, aparecen el amor, los cuerpos, la búsqueda de la ternura. Poemas que exponen sin pudor todo lo que el yo mira y siente “en el fondo de todo lo que brilla”.

Don Pascual, Edelmiro, Martita, Francisco, Manolo, Darío, Mariana, Ricardo y más, los nombres propios se suceden, quizás como nunca en otro libro, porque hay necesidad de nombrar, de destacar que la vida cotidiana está llena de personas sabias, poetas, oscuras, luchadoras o bellas.

El uso de la repetición, una y otra vez, atraviesa todo el texto hasta el punto de sentir que, por momentos, uno escucha la propia voz del poeta que recita. En ciertos poemas, también aparece la pasión por el fútbol, esa pasión de multitudes que en este caso muestra su lado más personal, como Federico que, cuando llegan los penales, “apaga la tele/ duerme una siesta”.

El predominante uso del tiempo presente otorga y enfatiza ese cierto dejo atemporal, como si eso que ocurre en el poema se actualizara a cada instante, en cada lectura.

A modo fotográfico (o por qué no radiográfico) Lewin despliega todo su esplendor en un libro que, desde el principio hasta el final, manifiesta una simpleza profunda con frecuentes destellos de humor.

Y me detengo acá, en el “Hotel de mil estrellas”, donde La vida suspendida me despierta gratitud y alegría porque, como diría Katherine Mansfield: “En el umbral de la poesía me encuentro siempre temblando”.

Mariana Chami


Texto leído en la presentación del libro, el día 11 de Diciembre de 2013.
--------------------------------------------------------------------------

Algunos poemas del libro: 

Las cosquillas

Don Pascual,
¿le puedo hacer una pregunta?
¿Conoce usted la razón
el motivo por el cual 
de repente llega una tarde
en que perdemos las cosquillas?
¿Existe acaso un día tal, Don Pascual
en que nuestra piel 
olvida la alegría?

--------------------------

La apuesta

¿Y si sí?
¿Y si nos proponemos la alegría?
¿Y si al levantarnos sonreímos
nos miramos al espejo
y nos decimos lo lindo que somos?
¿Y si sí?
¿Y si entre todas las apuestas posibles
apostamos un pleno,
todos los ahorros
a la ternura, a la simple ternura?

--------------------------------------------------------------------------


Andrés Lewin nació en Buenos Aires en 1978. Miembro del grupo de poesía Papeles Blancos. Algunos de sus textos pueden apreciarse en los blogs www.andreloweb.blogspot.com y www.barlapelotanosemancha.blogspot.com . Ha publicado El ruido de los ríos (2011, Editorial En el aura del sauce). La vida suspendida (2013, Editorial En el aura del sauce) es su segundo libro de poesías. Puede contactarse al autor al e-mail adlewin@gmail.com

lunes, 30 de diciembre de 2013

Jorge Nuñez


ahora Almita
juega a que es mi mamá
me dice hijo
con paciencia
me enseña a leer
y algunas cosas sugiere
acerca de cómo se cría un hijo
Amadeo es entonces mi hermano
mi madre (la verdadera)
es mi hermana y Paola
una tía que vino de visita
no sé por qué
pero mi viejo es el único
que sigue siendo mi viejo
lee el diario abajo de un
ventilador que revuelve
aire familiar
yo pierdo
la noción de distancia
de equilibrio
doy unos primeros pasos
mamá me rodea
y soy llevado
con ternura
desconcertante
ando
de un momento a otro
torpemente

 *  *  *  *  *  *  *

Amadeo empieza
a patear una pelota
y Alma intenta pedalear en su bici nueva
me concentro en transmitirles
las técnicas los cuidados
trato de ser preciso
sé constante
no pierdas la calma
al definir
existe un ritmo
seguílo
buscá referencias
y amistad
este parque es enorme
no quieras ser
un héroe...
entiendo que ellos deberían olvidar
cada instrucción
si es que de verdad quieren hacerlo
y aprenden rápido
por suerte
Alma da pedaleadas enteras redondas
y Amadeo corre y le pega con las dos
mientras se alejan para el lado de los árboles
no sé si todavía escuchan lo que les digo
o soy yo el que pierdo el miedo
animado a irme con sus pies
en el aire agitado por la risa
en su deslumbramiento

Jorge Ignacio Nuñez nació el 17 de Octubre de 1969 en la ciudad de Buenos Aires. Es licenciado en Publicidad. Vive en Villa Urquiza. La administración del fuego (2012) es su primer libro. Se lo puede contactar al mail jon@baluarteweb.blogspot.com.ar . Los presentes textos fueron obtenidos de la antología "Razones para vivir en la dicha".

martes, 24 de diciembre de 2013

Oye niño.... ser el aire no es pensar



Oye niño no te dejes

haz tu cabeza estallar.
Oye niño no seas tonto
haz tu cabeza estallar.

Todo lo que ata es asesino
todo lo que ata no es la paz.
Oye niño ya no corras
no me quieras ganar.

Cuando mi nombre ya no exista
verás qué velocidad.
Ya arroja tu armadura
ser el aire no es pensar.

Todo lo que ata es asesino
todo lo que ata no es la paz.
No hay camino hasta tu suerte
Nadie te puede ayudar.
No hay camino hasta tu suerte
haz tu cabeza estallar.

Miguel Abuelo (1968)