domingo, 7 de noviembre de 2010

Martín Sanchez




Martín Sánchez nació en Buenos Aires el 16 de agosto de 1975. Cursó estudios de Ciencias de la Comunicación en la UBA. Periodista web, actualmente trabaja como editor para un portal de noticias.


***


Los incendios forestales arrasan con todo en verano, las lluvias generan aludes en invierno… erosión masiva, fuego y barro, y un terremoto anunciado para abril. Pero a nadie le importa un carajo.

Hunter S. Thompson.


***


A mis espaldas cae la tarde bonaerense
bonaerense
esa palabra impura
anudada en la unión de la “e” con la “a”
a mitad de camino entre Buenos Aires y…

Rayos anaranjados me atraviesan
se reflejan en la pantalla del monitor
(ya no puedo identificar a las palabras
que parecen hacer agua).

Las chicharras sobre los tilos mal podados
ejecutan sus cuerdas
se superponen no me dejan oír
la música que sale de los altoparlantes.

en eso suena el timbre
atiendo por la ventana
un hombre me ofrece baratijas
dice que prefiere salir a golpear puertas
en lugar de hacer “cosas malas”
para comprarle leche a la nena.


***


Afuera la pampa atrevida
cuela su barro por las grietas del concreto
evapora sus aires húmedos
que infantilizan mi percepción.

Ahora puedo verlo, sos una mujer rota
especialmente cuando arrojás en parábola el cigarrillo
a las vías.

El tren nos deja en el bar del Retiro
donde nuestras alternativas se reducen
a fingir amabilidad con los turistas
o putear al ingeniero y su coro juvenil
transmitidos por TV en Cadena Nacional.

***

Por mi parte prefiero más negros lindos como esos
que se visten con prendas deportivas
mal combinadas.

Van fumando en el tren
con las ventanillas abiertas en invierno
escuchan el eco del convoy contra las paredes
(de esos opacos muros surgen los trazos
de nuestros más salvajes sueños).

Ellos se paran se marean hace equilibrio
en el pasillo del vagón no precisan esquivar a los pasajeros
les abren el paso con un temor reverencial.


***


Expulsados cada uno por su lado
quedamos fascinados con el calado de las veredas del Paraíso
pisamos los frutos contra las baldosas
son microbombas libertarias
que nos embarran cada vez más.

A contramano de las flechas pintadas en las paredes
ponemos el grito en un lado y los huevos en otro
oímos a los grillos del pavimento
la luna es nuestro referente.

Nos tropezamos unos con otros
en las calles circulares de Ciudad Jardín
y todos vivimos bajo la amenaza de una lluvia púrpura.


***


El Servicio Meteorológico Nacional
emitió un alerta
por “sudestada”.

Un viento frío, fuerte, mojado
pega de costado por debajo
a esta ciudad desmesurada
que (discúlpenme el lugar común)
se expande como una mancha de aceite
sobre la llanura.

Hidrocarburo incontinente
avanza y avanza a su ritmo
tornasolando lo que se le interponga

Dinosaurios
pasturas, guanacos, ciervos,
querandíes, puelches, españoles, franceses, ingleses, criollos,
gauchos, tanos, gallegos, judíos, turcos, gitanos
estancias, industrias, edificios, departamentos, oficinas
casas, ranchos
y cabecitas negras.

El viento colabora con el revuelto
empuja y empuja
su fuerza centrífuga nos arroja
por la borda a un río furioso, levemente resentido que
devuelve a lo que quedó de nuestras costas
botellas plásticas, bolsas de nylon, deposiciones
ofrendadas en forma sistemática
hasta apenas minutos antes de la advertencia oficial.


***


Este calor en otoño
provocado dicen por los gases que emanamos
me brinda el combustible necesario
para salir a probar mi disciplina urbana.

Pertrechado con la indispensable cantimplora, altas botas y
demás artículos de camping
fugué hacia un recorte de bañados y pantanos

Dentro de ella me entregué a sus recorridos establecidos
que tiene por destino una frescura psicológica
creada por bombas que regurgitan el agua
y los patos del lago artificial.

Al borde de los adoquines
admiré la sinergia de las palomas
se desplazaban de aquí para allá sin chocarse
(y hasta compré comida para esos bichos).

Pero cuando se acercaron empujados por la gula
logré patear a algunos miembros de la bandada
lo hice –que quede claro– por su atrevimiento
y el mal olor que tenían.


***


Finalmente
un malón mezcla de Querandíes y Puelches
me agarró desprevenido y se llevó
la hacienda mental junto a mi alma.

Ahora estoy fresco y tibio
enterradito en el Midland
el subsuelo del lodazal.

Es un éxtasis la carnadura que logro con esta tierra
a la que nunca le di la oportunidad del arraigo.

Pedía todo de mí
y cuando lo consiguió me gratificó de tal manera
que no pude transmitir la experiencia.

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