miércoles, 9 de febrero de 2011

Nicolás Dominguez Bedini, en P/12


Al oído y bien fuerte. Por Federico Lisica.


Decirte al oído es un poemario en clave biográfica, instantánea de los veintipico, y momento en el que este escritor de San Miguel vio cómo el oficio de DJ se masificaba, iba perdiendo la audición –algunas chicas– y ganando un irrefrenable poder para contar su mundo.



En un poema de su libro inédito Sueño con lavadoras, Nicolás Domínguez Bedini (37 años) cuenta que sonó la canción pop perfecta. Pero seguro que no la pensó para los hermanos Gallagher. Ese estribillo, que apela a la dulzura de una galletita y repite “incesante la palabra Manon”, tiene que ser para artistas amigos (lo que no quiere decir que los conozca) como Perdedores Pop, Menos que Cero, Pablo Krantz, o los españoles La Buena Vida y Familiy (con Gastón Caba fue más allá y le escribió letras para sus temas).

Cuando se refiere a Decirte al oído, Bedini impulsa sus dos manos hacia el libro. “Es que está todo, es un combo, una coctelera –explica–. Me acercaba a los 30; la crisis de los 27 y la de 2001; esta cosa de la mitología del rock; desengaños amorosos; de amigos que se iban a vivir afuera. Ese fue el hilo conductor y además me puse a mí, a Nicolás, como protagonista. Tuve que aceptarme, era un chico de suburbio con un pie en Capital. Me llevó casi una década escribirlo.” Tomó dos máximas para hacerlo: una, del poeta brasileño Carlos Drummond de Andrade (“es mi vida lo que arriesgué en los poemas”) y la otra de Morrissey (“en la vida hay mucho más que libros, pero no mucho más”).

Un escaneo por el libro (editado por El Monte Análogo, su propia editorial y programa de radio) entrega citas a la Velvet Underground, Pulp o Billy Idol; preservativos sin usar, paseos en un estanciera destartalada por San Miguel y confesiones a un abuelo moribundo. Aunque –por cantidad y novedad– son otros dos los temas que resaltan: Nicolás es DJ y padece “hipoacusia bilateral profunda”. Bendini lo cuenta en uno de los poemas más extremos de Decirte al oído (“A todos los audífonos del mundo”). Lo que podría funcionar como oxímoron en Nicolás es su propia existencia. “La cultura rock y los libros me salvaron. Estaba en una encrucijada porque no podía seguir aferrándome a la música por mucho más tiempo. Me di cuenta de que iba a ser mucho menos angustiante si empezaba a laburar desde el silencio”, interpela. Atención: Nicolás no narra desde la misericordia.

“El silencio –escribe– es la gran tragedia de mi vida... y no me importa.” Es un habla –y una escucha– sincera y, a veces, peleona: “Era muy freak para el mundo donde me manejaba. Cómo lo puedo explicar... porque en mi primera novela lo retomo. Hay un momento de la juventud que tiene que ver con el armado de persona-personaje, de por dónde uno circula. Y yo decidí hacer ruido, llevarlo al extremo, generar fricciones hasta en los vínculos. Ok, es lo que me tocó, ¿qué hago con esos dos mundos, el de estar enchufado y esta nueva instancia? Y ahí va”.

Desde los 12 años que es DJ (“no de boliches, ni de fiestas electrónicas”) y hace “bailar a las suegras en los casamientos”, como señala en el poema que le da nombre al libro. Los CDRs, las revistas especializadas, las bajadas en Audiogalaxy y reflexiones sobre un oficio que se volvió “salida laboral”, aparecen en su prosa. No hace falta preguntarle por cierto hit inoxidable, ese mashup verbal entre Pappo y DJ Dero. Basta leer ese recuerdo por la prueba de sonido de Riff en una fiesta de carnaval. De ese pasado a un presente nuevo. El mismo Bedini traslada de las bandejas a un escenario –y a su método de escritura– hits y enganches: el equilibrio sobre la pista. “Cuando leo mis poemas en vivo, voy con mi valija de libros. Hace poco me dijeron que los pasaba como si fueran discos. Y es así. Voy pensando en lo que sigue. Vas con tu set, aunque tenés que estar preparado para el azar.”




(extraído de
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/no/12-5245-2011-02-08.html)
Para seguirla: elmonteanalogo.com.ar
nicolasdominguezbedini.blogspot.com

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