domingo, 4 de septiembre de 2011

Jorge Leónidas Escudero



Fútbol de oído

El bar y una viña, la acequia, el sol ahí;
la radio sobre el mostrador y un gol
gritado como puñalada
Un gol que agarra viento puertas afuera,
rumbo a Tucunuco,
y se trenza con un rebuzno lejano.

Clavos en el adobe hojas revistas: Boca,
Racing y Chacarita,
el hombre clave de River.
La tarde tiene esto los domingos,
en Niquivil carga mucho césped de Buenos Aires.

Los muchachos combinan las botellas,
cabecean moscas,
mueven las alpargatas en lo imposible.
Los muchachos se pierden las famosas oportunidades.
Y cuando al sol lo han pateado fuera de la cancha
salen.
Mueve la bicicleta uno,
otro le ajusta la cincha al bayo;
se desparraman.

Entonces yo les grito de atrás: Che,
aquí no les van a ganar a nadie ustedes,
el próximo domingo dedíquense a buscar chinitas.

La herida más mortal

la herida más mortal es enteriza,
baja desde la coronilla
hasta las uñas de los pies.
Podés hacer cuanto se te ocurra pero
has fallecido.

E herida mortal que scapa
a todo hablar, asfixia
como si en una bolsa
a un pozo negro te hubieran.
Esto ocurre a enamorados tozudos
que aspiran a recuperar besos perdidos.
La realidad los engancha de atrás con un clavo
los abre en el canal y los deja colgados
como res en el matadero.

Se les vacían los tuétanos,
gimen lloro inconsolable
se mean y defecan encima. No,
no es gracioso
ver así a un inocente agregado al olvido
brutalmente por lo que él más quiere.

Los gatos de Schopenhauer

El fabricante de gatos
quiere hacerlos baratos:
junta al gato con la gata
para que se reproduzcan
pero ellos protestan,
juran que no es posible y escapan
hasta que aturdidos por la luna acceden.

Es que se creen víctimas de un cuento
unidos para enemistarlos con el perro,
asediar ratas y mear sillones.
Todo sin objeto.

Los gatos se retuercen y gritan,
bufan ásperamente
y por último se acoplan a regañadientes
sabiendo que ha habido injusticia.

Adornan almohadones y uno los cree felices
cuando en verdad dormitan resentidos,
aburridos de la vida,
conscientes de que están comiendo mezquindades
para mayor gloria de nadie.

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