martes, 8 de noviembre de 2011

Jorge Nuñez


ley

rocas oscuras metálicas

grandes como una ciudad

flotan en el vacío

cumplen en bajar hacia mí

cada vez que les pido

aceleran arden

se desintegran en la atmósfera

en esas noches

minúsculas partículas

caen sobre cualquier lugar


* * * * *


bitácora

aunque mi derrotero no haya sido heroico

y de hecho no conozca más que

estas cuatro paredes

así y todo aprendí

a guiarme con las estrellas

a dormir atado para no perder el rumbo

la barba helada

cerca de los témpanos del sur

resulta sorprendente la distancia

el fragor de aquellas noches en la cubierta

oscilante y resbalosa

y las rémoras echadas por la borda

que siguen pesándome

aún desde el fondo del mar

como si todo itinerario

estuviera hecho de renuncias

lo cierto es que llegué al punto

de querer inventar un puente

o una persona a quien mirar a los ojos...

(tarde o temprano todos escribimos

desde un lugar remoto

con la sola esperanza de que alguien

se acerque a rescatarnos)

sobreviví con lo que tenía a mano

mi idea fue verter en la botella el mar

y su inclemencia

asegurar una tapa hermética

y lanzarla con toda mi fuerza

para quedarme viendo

cómo se perdía en el horizonte


* * * * *


un nombre propio

es inútil intentar callarnos

el cuerpo es por naturaleza un instrumento

más ruidoso que un viejo restrojero

los tendones no dejan de crujir

la respiración el fluir de la sangre

se interponen

pongo el oido en la almohada

como en el riel de una vía muerta

y esa es toda mi búsqueda

sé que detrás de los últimos árboles

que esperan su cuota de viento

o más allá

en los declives que hacía

la respiración de mi madre

una nota muda golpea

desde siempre

las letras de mi nombre

late al revés de mi corazón

y sostiene mi andar

de pequeño saltamontes

sobre el papel de arroz



Jorge Nuñez (1969, CABA)
De La administración del fuego


Fuente: www.muchachodeloshelados.blogspot.com

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