ley
rocas oscuras metálicas
grandes como una ciudad
flotan en el vacío
cumplen en bajar hacia mí
cada vez que les pido
aceleran arden
se desintegran en la atmósfera
en esas noches
minúsculas partículas
caen sobre cualquier lugar
bitácora
aunque mi derrotero no haya sido heroico
y de hecho no conozca más que
estas cuatro paredes
así y todo aprendí
a guiarme con las estrellas
a dormir atado para no perder el rumbo
la barba helada
cerca de los témpanos del sur
resulta sorprendente la distancia
el fragor de aquellas noches en la cubierta
oscilante y resbalosa
y las rémoras echadas por la borda
que siguen pesándome
aún desde el fondo del mar
como si todo itinerario
estuviera hecho de renuncias
lo cierto es que llegué al punto
de querer inventar un puente
o una persona a quien mirar a los ojos...
(tarde o temprano todos escribimos
desde un lugar remoto
con la sola esperanza de que alguien
se acerque a rescatarnos)
sobreviví con lo que tenía a mano
mi idea fue verter en la botella el mar
y su inclemencia
asegurar una tapa hermética
y lanzarla con toda mi fuerza
para quedarme viendo
cómo se perdía en el horizonte
un nombre propio
es inútil intentar callarnos
el cuerpo es por naturaleza un instrumento
más ruidoso que un viejo restrojero
los tendones no dejan de crujir
la respiración el fluir de la sangre
se interponen
pongo el oido en la almohada
como en el riel de una vía muerta
y esa es toda mi búsqueda
sé que detrás de los últimos árboles
que esperan su cuota de viento
o más allá
en los declives que hacía
la respiración de mi madre
una nota muda golpea
desde siempre
las letras de mi nombre
late al revés de mi corazón
y sostiene mi andar
de pequeño saltamontes
sobre el papel de arroz
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